Julia Sáez-Angulo
Tierra prometida es el título del
poemario de Patricio Domínguez González publicado en Chiado Editorial –dentro
de la colección Placeres Poéticos-, en el que “el campo, la tarde y la mujer”
constituyen los tres misterios que lo presiden, al decir de Venancio Domínguez
Guerra en el prólogo.
Patricio
Domínguez González (Aracena, Huelva, 1968), profesor de filosofía, poeta y
rapsoda, autor del libro de poemas Silencios
del Bosque (editorial Wanceulen, Sevilla, 2011) y de numerosos poemas y
artículos filosóficos publicados en diversas revistas digitales.
El
poemario Tierra Prometida se divide
en los apartados Mujer, Recuerda, Más
allá y Destierro, para dar cuenta de la travesía del poeta. “Un libro de amor porque canta un enamorado, canta a su
amor y al amor mismo. Siempre ocurre que el amor habla de sí mismo”, se dice en
el prólogo.
En Silencios del Bosque, Patricio Domínguez
hace una bella reflexión sobre el arte poética en la que dice: “La poesía se
reconoce a sí misma como médium, vehículo de iniciación, conjuro que invoca a
la trascendencia desde la frontera de los sentidos”.
“Cada
vez que Hades devuelve a Perséfone,/
Deméter pinta amapolas por el trigo,/ enciende las mimosas,/y ordena cantar a
los pájaros/ que el paraíso no se encuentra más allá”, escribe el poeta en los
versos de “El primer abrazo” para dar cuenta de la belleza de la primavera con
símbolos mitológicos greco-romanos.
“El
poema exige de nosotros lo mejor para otorgárnoslo. Por eso nos hace
aristócratas del espíritu. Siempre ha sido así la alquimia esotérica de la
poesía: la voz poética sale de nosotros mismos, del punto exacto desde donde
somos. De ahí que nada pueda vincular a los hombres con tanta fuerza como el
sentir poético, que sin duda es la más alta especie del amor”, se recuerda en
el título.
Patricio Domínguez dice en uno de sus poemas:
Vivíamos en
un mar de luz,
donde las
piedras son blandas
y los árboles
dan plumas de gaviotas,
Nos invadían
espumas de
besos,
que no
terminan
de comerse el
alma nunca.
La belleza de
alas tristes
Se perdía por
un más allá
De olas
inmarcesibles.
Preguntábamos
al viento,
Pero él
arañaba la lona
de la tienda
de campaña
Y se perdía
Vendiendo pescado
al alba.
El sol nos
gritó a lo lejos
Con el agua a
la cintura…
Nadábamos
hacia él.
Nunca pudimos
alcanzarlo.
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