· La artista peruana Cecilia Paredes construye
objetos a partir de elementos naturales desechados, los recicla y reinventa con un lenguaje propio. La
Naturaleza se convierte en icono sagrado del equilibrio entre animales, plantas
y minerales
· Rosell nos ofrece piezas
e instalaciones desperdigadas por el espacio: relieves o esculturas exentas,
objetos, espejos, marcos, que se disponen en la sala como trabajos
minimalistas, frágiles, delicados y cargados de diálogo con las vanguardias
históricas.
16–octubre-2015.- El Ministerio de
Educación, Cultura y Deporte ha inaugurado en La Principal y en La Fragua, de Tabacalera
Promoción del Arte, las exposiciones: Cecilia Paredes. Oyendo con los ojos, y
Lo
Invisible. Rosell Meseguer, que han sido organizadas por la Subdirección General de Promoción de las Bellas
Artes y se podrán visitar hasta el 17 de enero de 2016.
Cecilia Paredes.
Oyendo con los ojos
La muestra, comisariada por
Alejandro Castellote y Blanca Berlín, reúne un conjunto de esculturas,
fotoperformances e instalaciones –algunas de ellas concebidas especialmente
para esta muestra– de la artista peruana Cecilia Paredes, una mujer que salió
de su Perú natal para vivir en México, Italia, Costa Rica y actualmente en
Filadelfia. Su obra, cuyo discurso central es la migración y re-locación, está presente
en las colecciones de muchos museos de Arte Moderno del mundo y ha recibido
variadas distinciones artísticas.
Cecilia construye objetos a
partir de elementos naturales desechados y encontrados reciclándolos y
reinventándolos con un lenguaje propio. La intrínseca humildad de las plantas o
de los animales le sirve para reclamar una toma de conciencia sobre nuestra
posición en el mundo. Dibuja la morfología de la violencia con el trazo humilde
y minucioso de piedras, plumas, huesos… recolectados con paciencia y engarzados
con la maestría del orfebre, dotándolos de un carácter alegórico que contiene
simultáneamente reflexiones sobre la mujer, la religión, el arte, la política y
el poder.
Sus obras atraviesan la
historia como un laberinto que debe ser releído, reescrito y repensado para
redimir errores, para adquirir conocimiento sobre nosotros mismos, pero también
para purgar los siglos de infamia que la especie humana acumula en la
organización de su estructura social y en su relación con la naturaleza. Una
naturaleza que ella convierte en icono sagrado, en escenario simbólico del
equilibrio entre animales, plantas y minerales.
La omnipresencia de la
religión y de los ritos identitarios en las conductas que han educado a las
sociedades a lo largo de los siglos es revisitada por Cecilia Paredes para
preguntarse por el origen y la elaboración de los mitos ancestrales y su
persistente influencia en la cultura contemporánea.
El manto estético que
recubre sus posiciones críticas sobre los seres humanos es una invitación, impregnada
de belleza artificial, que anima a penetrar y a opinar sobre la imperiosa
necesidad de recuperar la cordura, la ética y la justicia en todos nuestros
actos. Son aspiraciones de apariencia utópica, pero la realidad se ocupa
diariamente de recordarnos la urgencia de incorporarlas a las relaciones
sociales.
Lo Invisible. Rosell
Meseguer
La artista vuelve a
sorprendernos con esta nueva exposición desplegada en el espacio de La Fragua
de Tabacalera, con el tema de la invisibilidad. Lo visible es aquello posible
de ser captado por el sentido de la vista, que es el sentido que realmente nos
ha definido como especie, el que ha delineado nuestra forma de ver el mundo
(cosmovisión). La historia del arte es, de hecho, una historia de la percepción
de las obras de arte y sus cambios a lo largo de los tiempos como un claro
registro de cómo la propia visión ha ido mudando históricamente. El principal
objetivo de la muestra es la comprensión del rol que tienen las
representaciones visuales en la cultura contemporánea y en la formación de
nuestro conocimiento sobre el mundo en que vivimos: cómo son capaces de
impactar en nuestra imaginación, de qué forma organizan nuestra memoria
personal, cómo se utilizan para la representación de los hechos históricos, de
nuestro pasado, de nuestro futuro y de nuestra vida más íntima, cómo forman, en
fin, parte de nuestra realidad cotidiana.
La fuerza del montaje
reside aquí en la naturaleza de los documentos, pero también en el ajuste de un
acompañamiento discursivo, y fundamentalmente en las piezas e instalaciones
desperdigadas por el espacio: relieves o esculturas exentas, objetos, espejos,
marcos, que se disponen en sala como trabajos minimalistas, frágiles, delicados
y cargados de diálogo con las vanguardias históricas. A través de ellos, Rosell
subraya la fragilidad, variabilidad y multiplicidad de toda creación artística
y de su mensaje, que se sostiene siempre sobre débiles estructuras cambiantes y
en continuo equilibrio.
Rosell siempre acompaña a
sus instalaciones de un material
documental, de un archivo que refuerza conceptualmente el proyecto y a
través del cual la artista, como una intérprete, construye un discurso, una
“ficción”, una alegoría llevada a cabo con textos e imágenes “confiscadas”.
Estas proporcionan un medio de circulación e intercambio, puntos de tránsito
entre historias y la recopilación de otras imágenes, cuya estela seguimos. Como
en una proyección fantasmagórica, Rosell nos habla de las prácticas artísticas
contemporáneas, que juegan a lo visible y a lo invisible aunque, en muchas
ocasiones, desde una clara invisibilidad social.
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