18/ 01/ 2016.- La última obra de la escritora y diplomática Helena
Cosano, “Teresa. La mujer”, que nos presenta
de manera muy subjetiva y particular cómo fue realmente Teresa de Cepeda y
Ahumada, la mujer de carne y hueso, con sus virtudes pero también sus
flaquezas, sus dudas y sus errores. No es por tanto una novela histórica sino
de imaginación y especulación sobre un personaje histórico. El libro ha sido publicado por La Esfera de los Libros.
Con
ocasión del quinto centenario del nacimiento de Teresa de Jesús se han
publicado numerosas obras sobre ella, biografías al uso, estudios académicos,
novelas históricas que ahondan sobre uno u otro aspecto de su vida, la
confrontación con la Inquisición o su trato con personajes poderosos de la
época. En cambio, este libro pretende ser una síntesis del conjunto de su
existencia, como si la propia santa mirara atrás justo antes de morir y
resumiera lo vivido y lo aprendido, y lo reinterpretara, atreviéndose a
confesar lo que nunca antes pudo decir.
Al
imaginarla a las puertas de la muerte, Teresa es libre del todo, no necesita
calcular el impacto ni las consecuencias de sus palabras, no tiene ya que temer
el qué dirán, ni a sus superiores, ni a la Inquisición. Más que una
autobiografía ficticia, esta novela se presenta como unas confesiones, una
forma de testamento espiritual, y nos desvela a la mujer de carne y hueso, a
menudo oculta tras su inmensa obra y malinterpretada o manipulada por la
Historia.
No
es una biografía
“Teresa. La mujer” no pretende ser una
nueva biografía de la Madre Teresa de Jesús. Sobre ella, que nació hace
quinientos años, se han escrito millones de páginas, y la obra de la propia
santa es tan clara, precisa y extensa, que parece superfluo reescribirla”,
explica la autora. “Nadie mejor que ella misma para describir sus éxtasis, esas
“mercedes” que le concedía el Señor, ni contar la aventura inaudita en su época
de una reforma de tal envergadura llevada a cabo por una mujer”.
“Pero el
brillo de la monja mística y de la escritora y fundadora de conventos a
menudo nos esconde a la persona de carne y hueso, con sus obvias virtudes pero
también sus flaquezas, sus dudas, sus errores. Sobre Teresa de Jesús se ha
escrito tanto que todos creen conocerla, pero pocas mujeres han tan sido
víctimas de la historia como ella. Su figura se ha convertido en un personaje
manipulado por el poder para servir distintas ideologías, interpretado,
reinterpretado, malentendido, a veces incluso falsificado.
Según sus muchos
biógrafos, se deduce que nunca fue como las demás, que ya en su infancia
destacaba, que era distinta, especial, viva, inteligente, alegre, carismática,
que nunca pasó desapercibida ni dejó indiferente a nadie y que, sin ser
excesivamente hermosa, atraía enormemente.
Decidió servir a
Dios. En gran parte, porque era mujer y buscaba libertad. Tal vez, en
otra época, hubiera decidido curar leprosos en Calcuta, investigar la
radioactividad, escribir una gran novela o dirigir una ONG o una poderosa
multinacional: porque Teresa parecía capaz de todo y fue maestra de muchos
oficios, y con una voluntad y una determinación como la suya, nada es imposible
si se acepta pagar el precio. Teresa aceptó, y pagó caro. Eligió lo más
difícil: servir a Dios, un Dios esquivo, cuyas mercedes imprevisibles y en
apariencia caprichosas había que merecer, y aunque esto
implicara penitencias sin fin o enfrentarse a todas las fuerzas de la
tierra y del infierno. Teresa se entregó a Él como muy pocos lo habían
conseguido hasta entonces, y se vio recompensada.
A los cuarenta
años, la vida de Teresa da un vuelco. Es
entonces cuando se produce su “conversión”. Adquiere la certeza de que tiene
una misión, un encargo divino que justifica su existencia aquí, que sin
ella no tendría sentido ni valor. Y entonces, su vida se acelera, no sólo
los progresos espirituales, sino también su obra en el mundo material.
Numerosos viajes, encuentros decisivos como los mantenidos con
San Juan de la Cruz o el Padre Gracián, personas que se cruzan en su vida
para ayudarla en su misión, como si la Providencia de Dios le echara una mano,
y obstáculos y tentaciones probablemente urdidos por el demonio. Una mujer tan
poco convencional no podía dejar indiferente: provocaba admiración e incluso
veneración, su fuerza convencía, arrastraba, muchos ya en vida la consideraban
santa. Pero también despertaba escepticismo, estupor, irritación, envidia,
abierta hostilidad, incluso odio.
Fue una
mujer sorprendentemente moderna, incluso las feministas más radicales la
habrían aplaudido. Como toda mujer del siglo XVI, a pesar de ser lo que el
siglo XIX definiría como “un genio”, ella es consciente de su “inferioridad”
con respecto al varón, y se esfuerza por cultivar la humildad y la obediencia.
Pero es una mujer poderosa que anhela libertad, con capacidad de
mando, de disciplinarse a sí misma y a los demás. Encarna los valores de voluntad,
fuerza, inteligencia, determinación, iniciativa, actividad, independencia,
creatividad, que, tradicionalmente, se han asociado a la virilidad. Es, en
cierta forma, una mujer moderna de hoy en día inmersa en una época en que sólo
los hombres podían aspirar al poder y que, sin embargo, consigue poder. Una
forma nueva de poder.
Pero Teresa de
Jesús nunca fue plenamente libre. Despreciaba los usos y las convenciones del
mundo, la complicación y la suprema hipocresía de los tratamientos de su época,
las rígidas jerarquías sociales, la inmoralidad de tantos valores. Pero sus
numerosas cartas nos demuestran sin embargo que, a pesar de despreciarlos, los
observaba a la perfección. No era libre. Nunca lo fue del todo, aunque gozase
de una inmensa libertad interior y aunque hacia fuera lograra ser activa e
imponer sus ideales. Si hubiera sido libre, libre de verdad, entonces tal vez
hubiera escrito de otra manera”.
Libre imaginación sobre la mente de Teresa
Esta novela la
imagina libre del todo. Libre, sin temor al qué dirán, a sus directores espirituales,
a la Inquisición, libre como un alma desencarnada, como sólo se puede ser
cuando ya no se espera nada de nadie y quedan muy pocas horas de vida. ¿Qué nos
diría una madre Teresa anciana y enferma, si aún tuviera todas sus facultades y
suficiente fuerza para sostener una pluma y escribir, si supiera que ya no
tiene nada que temer, ni a los poderosos, ni a sus hermanas e hijas, ni a sus
amigos y aliados, ni a sus más terribles enemigos? ¿Qué escribiría si supiera
que su alma está a punto de reunirse con su Señor, qué testamento nos
legaría?
Quiero imaginar
que nos contaría aquello que no escribió en sus obras por mandato de sus
directores espirituales, aquello que siempre calló, aquello que sólo pudo
confesar a Dios. Contaría lo secreto y lo prohibido. Nos daría consejos, nos
hablaría del Bien y del Mal, de lo humano pero sobre todo lo divino, de aquello
que le preocupó durante su vida. Nos hablaría de ángeles y demonios, del
sufrimiento del cuerpo o de cómo hallar la felicidad, del milagro de la fe y
del amor. Nos hablaría, sobre todo, de su Dios”.
Datos Biográficos
Helena Cosano es escritora, diplomática y traductora literaria. Nació en Nueva
Delhi (India) y pasó allí los primeros años de su vida. Su infancia
transcurrió a continuación entre Moscú y París, donde se escolarizó en Primaria
y empezó a escribir cuentos a una temprana edad.
Fue
laureada por el Gobierno francés con el primer premio de literatura española en
el Concurso Général des Lycées (1994). En su etapa universitaria, cursó
estudios de Filosofía, Psicología, Derecho y Filología Rusa en París, Viena y
Madrid. de Administración (ENA, Estrasburgo).
A
finales de 2004 aprobó los exámenes de ingreso a la carrera diplomática y unos
meses más tarde publicó su primera novela, Tres
reencuentros y nueve días de amor teórico, seguida por un libro de
cuentos, Mariposas. Durante unos años
compaginó su actividad como escritora con la de diplomática, con destinos como
Astana y Ginebra.
Sus obras más recientes son Cándida diplomática (2011), Almas brujas (Premio Rubén Darío 2014) y El viento de Viena (2015), que ha sido galardonada con
el Premio Internacional de Literatura Agua y Viento de Buitrago del Lozoya.
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