Julia
Sáez-Angulo
“Fuga
Mundi”, obra de teatro entre la expulsión de los moriscos y lo políticamente
correcto del presente: el apoyo histórico a aquellos, temidos cómplices del
Imperio Otomano contra la Monarquía Hispánica –de lo contrario no hubieran sido
expulsados, aunque solo fuera por el interés económico. Por otro lado, presentes
en la obra: el rechazo o ridiculización del catolicismo y un toque de
lesbianismo, coincidente con las jornadas de orgullo gay. Todo un cóctel de
plena actualidad y de dar la vuelta a la historia para ponerse al otro lado. Es la moda.
Denostar
la historia tradicional a favor de lo políticamente correcto de nuestros días
forma parte del paisaje, de lo establecido, de lo políticamente correcto. Dicho
esto, la obra, presenta los hechos de
modo maniqueo y “esculpido” con las simpatías hacia los personajes de la tesis
y la antipatía hacia lo combatido.
Los
personajes están bien caracterizados en lo que se busca: la escultora, la mora
Fátima, la monja sor Paula y la marquesa, junto al convento en ruinas del XVII,
toda una metáfora del derrumbe del Siglo de Oro, que subraya la tesis del texto
de la dramaturga y novelista madrileña
Mar Gómez Glez, que vive entre Estados Unidos y España desde 2006.
El
personaje de la escultora Juana de la Vega lo interpreta la bella María Pastor,
a la que quizás le sobra un exceso de desparpajo en la interpretación de un
personaje de XVII, por más que fuera artista. Personaje hecho de la sombra de
la Roldana –que esculpió el rostro de su ex esposo que la maltrataba en la
talla de un diablo-, Sor Juana Inés de la Cruz, monja mexicana que versificó de
modo claro contra la tiranía masculina y hasta la misma Santa Teresa,
reformadora del decaído Camelo.
La
monja Prudencia/Sor Paula, lo interpreta con contención adecuada Chusa Barbero
y Clara la morisca, Anaïs Bleda, correcta en su papel. María Álvarez encarna el
papel de marquesa de Santa Cruz, representante
del stablisment y por tanto la mala
malísima de la obra. La dirección es de Juan Pastor y la ambientación de Teresa
Valentín Gamazo.
María Álvarez y Chusa Barbero en escena
El
edicto de expulsión de los Moriscos, hecho de forma escalonada desde 1609 a
1613, planea sobre la obra dramática desde el primer momento con el cartel en
uno de los paneles del escenario y con la voz en off que va leyendo de modo
objetivo la normativa o con comentarios sentimentales, a la usanza de los textos
sefarditas con su sabida llave de Toledo. Tópicos.
La
obra se inscribe junto a la reciente petición al Rey de los moriscos de poder
optar a la nacionalidad española, como la tienen los sefardíes. Algún
diplomático español ha señalado que la situación no es comparable, por cuanto
los moriscos no han conservado –porque nunca la tuvieron- la lengua ni las costumbres
y tradiciones españolas, como los sefarditas.
En
todo caso, esperemos que el Rey actual no cometa el absurdo anacronismo de su
padre, el rey emérito, de andar pidiendo perdón como hizo con los judíos, y si
lo hace, que lo haga como Monarquía Hispánica y no como pueblo, hoy soberano.
Los anacronismos resultan grotescos, ahistóricos y, si de perdones se trata, la
cadena de invasiones y presencias de romanos, visigodos, árabes de Berbería,
franceses napoleónicos y demás sería igualmente interminable. Exigiría reciprocidad.
Si queremos ser acomplejados de la historia propia y masoquistas del presente…,
pues ¡leña al mono!
No hay comentarios:
Publicar un comentario