domingo, 26 de junio de 2016

“Fuga Mundi”, obra de teatro entre la expulsión de los moriscos y lo políticamente correcto de hoy



 María Pastor en escena


Julia Sáez-Angulo

            “Fuga Mundi”, obra de teatro entre la expulsión de los moriscos y lo políticamente correcto del presente: el apoyo histórico a aquellos, temidos cómplices del Imperio Otomano contra la Monarquía Hispánica –de lo contrario no hubieran sido expulsados, aunque solo fuera por el interés económico. Por otro lado, presentes en la obra: el rechazo o ridiculización del catolicismo y un toque de lesbianismo, coincidente con las jornadas de orgullo gay. Todo un cóctel de plena actualidad y de dar la vuelta a la historia para ponerse al otro lado. Es la moda.

            Denostar la historia tradicional a favor de lo políticamente correcto de nuestros días forma parte del paisaje, de lo establecido, de lo políticamente correcto. Dicho esto, la obra,  presenta los hechos de modo maniqueo y “esculpido” con las simpatías hacia los personajes de la tesis y la antipatía hacia lo combatido.

            Los personajes están bien caracterizados en lo que se busca: la escultora, la mora Fátima, la monja sor Paula y la marquesa, junto al convento en ruinas del XVII, toda una metáfora del derrumbe del Siglo de Oro, que subraya la tesis del texto de la dramaturga y novelista madrileña  Mar Gómez Glez, que vive entre Estados Unidos y España desde 2006.

            El personaje de la escultora Juana de la Vega lo interpreta la bella María Pastor, a la que quizás le sobra un exceso de desparpajo en la interpretación de un personaje de XVII, por más que fuera artista. Personaje hecho de la sombra de la Roldana –que esculpió el rostro de su ex esposo que la maltrataba en la talla de un diablo-, Sor Juana Inés de la Cruz, monja mexicana que versificó de modo claro contra la tiranía masculina y hasta la misma Santa Teresa, reformadora del decaído Camelo.

            La monja Prudencia/Sor Paula, lo interpreta con contención adecuada Chusa Barbero y Clara la morisca, Anaïs Bleda, correcta en su papel. María Álvarez encarna el papel de marquesa de Santa Cruz,  representante del stablisment y por tanto la mala malísima de la obra. La dirección es de Juan Pastor y la ambientación de Teresa Valentín Gamazo.

María Álvarez y Chusa Barbero en escena

            El edicto de expulsión de los Moriscos, hecho de forma escalonada desde 1609 a 1613, planea sobre la obra dramática desde el primer momento con el cartel en uno de los paneles del escenario y con la voz en off que va leyendo de modo objetivo la normativa o con comentarios sentimentales, a la usanza de los textos sefarditas con su sabida llave de Toledo. Tópicos.

            La obra se inscribe junto a la reciente petición al Rey de los moriscos de poder optar a la nacionalidad española, como la tienen los sefardíes. Algún diplomático español ha señalado que la situación no es comparable, por cuanto los moriscos no han conservado –porque nunca la tuvieron- la lengua ni las costumbres y tradiciones españolas, como los sefarditas.

            En todo caso, esperemos que el Rey actual no cometa el absurdo anacronismo de su padre, el rey emérito, de andar pidiendo perdón como hizo con los judíos, y si lo hace, que lo haga como Monarquía Hispánica y no como pueblo, hoy soberano. Los anacronismos resultan grotescos, ahistóricos y, si de perdones se trata, la cadena de invasiones y presencias de romanos, visigodos, árabes de Berbería, franceses napoleónicos y demás sería igualmente interminable. Exigiría reciprocidad. Si queremos ser acomplejados de la historia propia y masoquistas del presente…, pues ¡leña al mono!



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