L.M.A.
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Buenos
días
Buenas tardes.
Esto me
suena a ‘diálogos para besugos’
En este
caso para besugas.
¿Ya
estamos con el género?
No me interesa para nada el género. Recuerdo de pequeña haber visto en
algunos comercios un cartel que ponía: “cerrado por falta de género”, pues eso.
Pero
usted escribe sobre esos temas
En absoluto. Soy
una feminista radical y escribo sobre temas más radicales que ese. Eso del
género se ha utilizado para tratar el objeto académicamente sin tener que
rebajarse a nombrar a las mujeres o al feminismo. Ah, y últimamente la usan
mucho los obispos por el mismo motivo.
¿No le da miedo llamarse radical?
¿Por qué? Ser
radical es ir a las raíces y como filósofa es mi obligación. Va en el oficio.
¿Y no le parece un poco pasado eso del feminismo?
Depende. Si me
habla del feminismo de Estado, sí. Pero ser feminista radical (y subraya esta
palabra) es ser humanista, pero, claro, no se trata de un humanismo de los
conocidos, de los vilipendiados por el marxismo, sino de un humanismo nuevo, un
humanismo inclusivo o incluyente, porque todos los humanismos, las democracias
y las revoluciones han excluido a las mujeres como sujeto político. En muchos
casos se ha excluido también a los extranjeros, a los esclavos, a los negros, a
los indígenas, a los no propietarios… Un humanismo de hoy tiene que pasar ne-ce-sa-ria-men-te
por el feminismo.
¿Y las democracias actuales son también excluyentes?
También. El voto
femenino o la paridad tienen su cara oscura, su cara oculta, que esconde un
inconsciente hegemónico de lo más misógino, de odio, no solamente a las
mujeres, sino a lo femenino. No estoy en contra, en absoluto, pero no basta, ya
que no podemos olvidar lo simbólico, que sustenta lo real. Nos hemos quedado
mirando el dedo que señala a la luna. Por eso no conseguimos acabar con la
violencia machista.
A ver…
¿Usted cree que los
varones, acostumbrados desde pequeñitos a ver la televisión, pueden considerar
que las mujeres son personas como ellos o más que ellos? ¿Que pueden ver a las
mujeres como otra cosa que no sea un cuerpo que está ahí para que ellos lo
disfruten? ¿No se las muestra también como estúpidas, cuyo sentido de la vida
consiste en encontrar un novio o un marido? Ya me dirá qué puede salir de todo eso.
¿Por ejemplo?
Sin tenerme que referir
a programas obscenamente machistas, ¿a santo de qué las periodistas de los
telediarios tienen que aparecer absolutamente escotadas y con los brazos
descubiertos, exhibiendo modelitos, mientras que ellos salen con chaqueta y
encorbatados? Porque ellas son un cuerpo y ellos son informadores, una voz con
autoridad. Que la noche de fin de año la presentadora, con un frío que pela,
tenga que aparecer en pleno invierno con un vestidito ‘palabra de honor’
mientras que él se presenta con su esmoquin y su capa castellana sobre los
hombros… no es que clame al cielo, sino al sentido común. Pero cuando lo
arbitrario se naturaliza, es decir, cuando nos parece natural, normal, es que
nuestro inconsciente está colonizado por el discurso de otro. Ese otro es el
mundo simbólico patriarcal.
¿No le suena esto a moralina?
La moralina es la
del propio sistema, porque la moral, que nada tiene que ver con la ética, es un
código, implícito o explícito, que hace que nos comportemos de una determinada
manera sin posibilidad de crítica. Canal Sur de Andalucía es un ejemplo
paradigmático. En ese canal, que hace programas para las familias andaluzas
como si fueran idiotas, hay por ejemplo uno que se llama algo así como La
Copla, que saca a unas niñas de seis años, más o menos, cantando unas letras
terribles que ni ellas entienden, vestidas y pintadas como mujeres de cuarenta
que, como dice un amigo, incitan a la pedofilia. Y a todo el mundo le hace
mucha gracia, empezando por las propias mamás, que se sienten muy orgullosas de
sus engendros.
¿Y esto es lo que incita a la violencia de género?
De género no,
machista. No sólo esto, sino muchas más cosas. Por ejemplo, el presentar a las
mujeres como víctimas, poniendo el foco en ellas: tantas asesinadas, -que no
muertas-, tantas violadas, tantas prostituidas, tantas abusadas…, en fin. Este
modo de tratar la violencia no les incumbe a ellos, no piensan que se trate de
“su” problema. Son problemas de las mujeres. Lo que hay que hacer es cambiar el
foco y dirigirlo hacia los culpables, porque la verdadera cuestión es saber cuántos potenciales asesinos, cuántos
maltratadores, cuántos violadores, cuántos usuarios de la trata de mujeres o
cuántos padres pedófilos andan sueltos. No es un problema de las mujeres, sino
de ellos. ¿Qué les pasa a muchos varones para tener esos criminales
comportamientos? ¿Cuál es su enfermedad? Tenemos que invertir los indicadores y
que se sientan señalados, avergonzados. ¿Por qué en nuestro país es donde más
proliferan los prostíbulos? Estamos en una situación alegal que beneficia a
muchos hombres, sobre todo a los proxenetas. Y ahora incluso, se aprovechan las
fiestas populares para abusos o violaciones colectivas. Lamentable.
¿Legalizaría entonces la prostitución?
En absoluto. Aquí
hay que distinguir entre prostitutas y prostituidas. La que elija la
prostitución como un oficio –aunque siempre es por una cuestión de necesidad-
que sea legalizada como otro trabajador cualquiera, pero estas son como mucho
un cinco por ciento; sin embargo, el resto son mujeres prostituidas y esta
esclavitud sexual, que no puede ser calificada de otro modo, tiene que ser
absolutamente perseguida. En Francia, cuando se quiso abolir la prostitución,
salió un manifiesto de intelectuales titulado “No toques a mi puta”. Si esos
son los intelectuales que tenemos… apaga y vámonos.
Para no escribir sobre género, parece que tiene las cosas
muy claras ¿no?
Yo
también he invertido mis indicadores y sobre lo que escribo es acerca de una
“civilización de referencia”, que se puede llamar patriarcado, patrismo o de
otro modo, que subyace a todas las culturas, civilizaciones o sistemas
políticos conocidos históricamente. Parto de Oswald Spengler en su obra La decadencia de Occidente. Para
resumir, él se ha olvidado de ese substrato sobre el que se asientan todas las
culturas analizadas. El patriarcado o la civilización de referencia constituye un
patrón similar a un gran fractal que se replica en todos los ámbitos de lo
social y lo psíquico con unas características determinadas que se repiten como
en los modelos fractales: en la cultura, la economía, la política, la religión,
etc., sin olvidar las relaciones
personales, porque tanto mujeres como varones somos víctimas y agentes activos
de esa civilización. En distinta proporción y de distinto modo. Lo peor que ha
desencadenado esta civilización de referencia es la hipertrofia del ego
masculino (inflación) y la atrofia de la autoestima femenina.
O sea, el machismo
No. El machismo es
sólo un síntoma, la espuma de la ola. Es la guerra, la destrucción de la
Naturaleza, el desarrollismo, la competitividad, el dominio, las genealogías
masculinas, la opresión de las mujeres, las religiones fanáticas, en fin, no te
voy a cansar con una lista de despropósitos. Y todo como si fuera de lo más
normal. Es lo que Hannah Arendt llamaba “la banalidad del mal”. Vivimos en una
civilización psicótica, cuya enfermedad nos puede llevar al desastre y por eso necesitamos
una terapia de choque.
¿La actual crisis puede ser esa terapia?
Según cómo la interpretemos. Si pensamos que
es algo pasajero y estamos esperando a que escampe para volver a lo mismo, es
que no hemos entendido nada. Esta es una “crisis constituyente”, es decir, una
crisis provocada y utilizada para cambiar el modelo de sociedad del bienestar y
de derechos sociales, políticos y laborales que se ha conseguido con mucho esfuerzo
y con mucha sangre. Es lo que propugnaba Milton Friedman, uno de los padres del
neoliberalismo: aprovechar el estado de shock para privatizar lo público todo
lo que se pueda y venderlo al mejor postor, es decir, a los tiburones de las
finanzas o a las grandes corporaciones, como denunciaba Naomi Klein en “La
doctrina del shock”. Es lo que está pasando en Grecia a pesar de su gobierno:
el mundo en manos de los magnates y de los mangantes, con una clase política
que les sirve de escudo protector y unos altos ejecutivos que son su guardia
pretoriana. Todos los demás nos iremos convirtiendo en siervos de la gleba, es
decir, que vamos a desembocar en un modelo de sociedad feudal, y para eso hay
que borrar todo lo conquistado desde la Revolución Francesa hasta ahora.
Pues vaya panorama
Todo depende de una
ciudadanía bien informada, con espíritu crítico y ganas de luchar. La crisis
está en su momento más crítico. Por eso tenemos que volvernos lúcidos.
¿Y qué otros temas han despertado su interés?
Muy tempranamente
me interesaron los herejes. Mi padre leía un libro de Menéndez Pelayo, “Historia
de los heterodoxos españoles”, que cuando lo descubrí me encantó, pues me
parecían mucho más divertidos que los ortodoxos. Con el tiempo yo misma
guionicé y presenté para TVE1 una serie llamada “La España herética”, que no
erótica, y descubrí a Prisciliano, sustituido para la cristiandad por el
apóstol Santiago; que el más importante libro de la cábala judía fue escrito en
Toledo, “El Zohar”; que los más señeros filósofos sufitas eran de Murcia,
Córdoba, Sevilla o Ronda, que tuvieron una gran influencia sobre Juan de la
Cruz, hijo de morisca, o que los alumbrados, fundados por una mujer en
Guadalajara, eran una secta de clérigos, burgueses y mujeres cultas que se
extendió por toda Castilla e influyeron en gran medida en los comuneros. Sin embargo, no se estudian
en los libros de historia. Lo curioso es que todos ellos tienen un origen
gnóstico, que han sido siempre acusados de libertinos o libertarios.
¿Y lo griego? Creo que también es una de sus pasiones
Bueno, aparte de la
filosofía griega, me ha interesado muchísimo lo pre-griego, por ejemplo la
cultura cretense, que no minoica como se la nombra, de carácter matrístico y
absolutamente original, aunque mal interpretada. A sabiendas, claro. Y otra
cosa que me fascina son las vanguardias literarias y artísticas de la primera
mitad del siglo XX. Sobre todos estos temas he publicado diversos libros.
¿Y ahora? ¿En qué está, por decir algo?
Ahora estoy con una
novela. Renovarse o morir, pero de ella no puedo hablar.
Bueno, pues continuará
Continuará. Gracias
por su “vis-à-vis”.
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