Víctor Morales Lezcano
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05/07/17.-
MADRID.- Los habitantes nativos de varias regiones de Argelia y,
particularmente, Marruecos, se autodenominaban en su lengua amagzíes, o sea, hombres libres. Los romanos
y subsiguientes invasores del norte de África que se asoma al Mediterráneo
occidental los “bautizarán” como barbaroi,
o sea beréberes. Entre los ulteriores invasores del Magreb figuraron las
milicias y harkas del Oriente musulmán que profesaban el islam, cuya
implantación marcó el signo histórico del norte de África. Ello fue así en
amplia medida sin sobrevalorar el asunto. Marruecos y Argelia han constituido
en sus formaciones sociales dos comunidades etnolingüísticas diferenciadas,
aunque comunicadas a través de la lengua árabe (predominante) y la profesión de
la religión musulmana; lo cual no quiere decir que no hubiera conciencia
colectiva —de una parte y de otra— de que
cada comunidad solo podía convivir en el Magreb si una (la árabe) imponía su
lengua y sus leyes mientras que la otra (la amagziz) aceptaba la dualidad cultural
lingüística, legislativa y consuetudinaria.
Hubo muchos conversos beréberes a la concepción árabe del
Estado y la ley, aunque también hubo no pocos disidentes, rebeldes y, por ende,
proscritos. Sobre esa dualidad congénita del tándem argelo-marroquí se basó el
famoso dahir de 1930, con el que la Francia colonial intentó enfrentar a unos y
otros, árabes y beréberes.
La geografía de la disidencia amagziz terminó por quedar
configurada en vastos territorios marroquíes, como las repúblicas tribales del
Atlas y del Rif, mientras que en Argelia
fueron Kabilia y el sistema montañoso del Aurés los reductos más irredentos de
la población norteafricana nativa.
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Tengo
para mí que hay ocasiones en que procede recuperar con brevedad meridiana el
paisaje físico-humano de un territorio,
como, por ejemplo, lo ha sido y lo es actualmente el norteño Rif del reino de
Marruecos. ¿Con qué finalidad? ¿Erudita, gratuita, o como telón de fondo de lo
que ha venido ocurriendo secularmente en un territorio de marras, que en este
caso se llama el Rif? Ya emires,
autoridades caidales y justicieras enviados por el majzén saadí (poder central
de la dinastía marroquí que precedió a los alauíes entre los siglos XVI-XVII) a
territorios amagzíes insumisos hubieron de imponer finalmente la ley y la norma
del sultán con el apoyo de las armas. Vieja ley esta de la legitimación y la
legalidad que termina por aplastar la disidencia regional cuando esta, a su
vez, se levanta en armas contra la corte.
Crónicas y documentos redactados en árabe, o en lenguas
románicas como son el castellano, el portugués y el francés, recogen abundantemente
las confrontaciones habidas entre el majzén fassi (Fez) —hoy
rabatí— y
las confederaciones tribales
rifeñas, siendo la más llamativa de aquellas confrontaciones la habida entre
Abd el-Krim el Jatabi (1882-1963) y sus fieles milicias frente a los ejércitos
de España y Francia entre 1921-1926. Es decir, en la que todos reconocemos como
Guerra del Rif entre amagzíes y europeos.
Las tensiones entre Argelia a partir de su independencia
(1962) y su población beréber (en torno a un 30%), de un lado, y las de Marruecos con rifeños y otras tribus
amagzíes (casi un 45%), de otro, podrían denominarse tensiones internas de la
arquitectura co-existencial de la monarquía alauí y la república argelina con
los nativos africanos de ambos Estados.
Ahora bien, cierto parece que los tiempos que corren no
son los de antaño. Quiero decir que el medioambiente inter-náutico y
audiovisual predominante hogaño aconseja no extremar las represiones contra la
disidencia — justificada, o no—; quizá la
introducción parlamentada de correctivos y la concesión de algunas
reivindicaciones (sobre todo económicas) por los poderes fácticos de Argelia y
Marruecos ayudarán más en el presente y
en el futuro políticos de nuestros vecinos norteafricanos a una coexistencia más
amable con aquellas regiones que un designio divino ha preferido mantener
fieles a sus tradiciones diferenciadoras, a sus llamamientos, lenguas y
huellas. El dios de la clemencia en el que creemos los herederos de las tres
religiones del Libro seguro que estará de acuerdo con la propuesta conciliadora
que invita a hacer virtud de la necesidad.
Además, no se olvide que el calendario invita al festejo
del Aid el Fitr, punto final del Ramadán. ¿No basta ello para zanjar por lo
pronto la pendencia?
Muchos creemos que sí desde
la orilla española del estrecho de Gibraltar.
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