Julia Sáez-Angulo
https://mail.google.com/mail/ca/u/0/#inbox/15e6507733ace812
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Logroño
cuenta con una nutrida comunidad en su mayoría islámica de paquistaníes, de
momento pacífica y tranquila, que ronda los ocho mil habitantes en una ciudad
de ciento cincuenta mil. Una comunidad que solo se deja ver en su parte
masculina, porque la femenina permanece con la pata quebrada y en casa. Cada
año celebran unas curiosas fiestas o eventos propios, para las que solicitan
permiso al Ayuntamiento, como todo ciudadano que pretenda algo semejante. En
esas reuniones no se veía una sola mujer, ni por asomos, algo de lo que todos
se daban cuenta. Un año, la concejala se entrevistó con los responsables de la
comunidad paquistaní, cuando fueron a pedir permiso a la alcaldía, y les dijo:
Os concederé ese permiso si lleváis a la mujeres al evento. Ellos se miraron perplejos entre sí, hasta
que el más anciano asintió con la cabeza.
Aquel año la fiesta o evento
paquistaní contó con mujeres: unas cinco o seis hembras con la menopausia a sus
espaldas, luciendo las arrugas que siempre son bellas en toda mujer que tiene
una trayectoria vital tras de sí. Todas ellas ocuparon la fila postrera.
Por si no ha quedado claro: hubo
cumplimiento y fraude de ley ante la exigencia municipal, y todo porque solo a
una mujer – nosotras las mujeres- le preocupó la situación social de las otras
mujeres ocultas en las comunidades islámicas.
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1 comentario:
Muy bien Julia||| Gracias por todos los granitos que pones para hacer un mundo mejor
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