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Julia
Sáez-Angulo
12/02/18
.- MADRID .- Atrás dejó Sorolla la pintura social de su primera época con su
célebre cuadro “Aún dicen que el pescado es caro” (1894), para entregarse de
lleno a la alta sociedad y por ende, de la alta costura, en la que el pintor se
encontró como pez en el agua y realizó sus mejores retratos a la par que fue
cronista de moda.
El
gran pintor Manuel Bendito (1875 -63) –hoy bastante olvidado, pese a su pequeño
museo personal en Madrid- decía que la
moda hacía temporal los retratos, por lo que sugería a sus modelos desprenderse
de los trajes, mostrar bien su cuello y hombros y el resto rebozado con un
textil decoroso. Algo similar organizaba el retratista Alfonso Sánchez en su
estudio de la capital de España.
Joaquín
Sorolla y Bastida (1863-23) no despojaba a sus modelos de la moda, porque le
gustaba el diseño de la indumentaria. A su esposa Clotilde y a sus hijas Elena
y María les compraba preciosos vestidos en Nueva York, Venecia o París, como el
célebre Delphos diseñado por Fortuny.
Todo
ese mundo de la pintura y la moda de Sorolla en 1900 podemos ver en dos
exposiciones: Museo Sorolla y Museo Nacional Thyssen-Bornemisza en Madrid, con
montajes cuidados junto a joyería y objetos, que no solo aparecen en el
museo/atmósfera de la casa residencial del pintor valenciano en la Calle
Martínez Campos, sino también en el Museo Thyssen.
El comisario, Eloy Martínez de la Pera.
Sorolla
no se recrea en el detallismo de los trajes –para ello estaba la fotografía-,
aunque los aluda de modo certero con sus brillantes pinceladas. De origen
sencillo, Sorolla se identificó con el “buen gusto” de la vestimenta de una
sociedad rica y refinada, donde la mujer se iba desprendiendo de arquitecturas
y corsés corporales. Todavía quedaba mucho para la llegada del pantalón “futura
indumentaria liberadora de la mujer, como bien profetizó Cocó Chanel”.
Sorolla
es un pintor que crece exponencialmente con el paso del tiempo y hay que seguir
mostrando su grandes dotes pictóricas superiores a Sargent y al mismo Zörn,
americano y sueco respectivamente, cuya pintura se acerca al luminismo
sorollista en tiempos de impresionismo.
Las
vanguardias han dejado de ser dogma y la buena pintura se impone. La de Sorolla
es el caso.
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