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Julia Sáez-Angulo
Fotos: Peter Wall
25/07/18
,- MADRID .- El pintor Alejandro Aguilar Soria muestra “Autorretrato”,
exposición de pintura (1998-1918) en la Casa de Vacas del parque del Retiro
madrileño, que permanecerá abierta hasta el próximo 15 de agosto. También
presentó el hermoso libro Cuaderno de
óleo, en homenaje del pintor a su alumnos, a los 30 años de ejercer la
docencia artística. Estudio Larso, el lugar de su enseñanza, figura como rótulo
en la contraportada.
“Artistas olvidados” es el titulo de
uno de los poéticos objetos collage a los que Alejandro Aguilar Soria (Madrid,
1962) es tan buen aficionado, como lo demostró en su serie Mujeres nobles, inspirada en personajes femeninos de la historia de
la gran pintura. El pintor declara que, además de estos dos conjuntos de
collage, presentados en Casa de Vacas, tiene intención de exponerlos en un
ámbito más recoleto e íntimo, menos habitual, como pueda ser una librería. De
hecho los papeles, las páginas y los libros diminutos forman parte de estos
objetos poéticos y/o artísticos, pues son lo mismo según Horacio.
Hacia el cuadro de la Movida Madrileña
La exposición de Casa de Vacas
comienza con un serie de fotos/dibujos/pinturas en blanco y negro de gran
seducción. “Nunca los había expuesto anteriormente”, dice el artista. Papel
fotográfico como soporte y pigmentos sucesivos, desde el barniz al óleo y
viceversa, nos ofrece, entre otras piezas, un políptico con autorretratos de
diversas maneras y estilos, desde el postcubista al surrealista. La presencia,
el yo y el ego, así como el acto de pintar, están presentes de modo consciente
en esta muestra, que llega incluso al final a enmarcar un pequeño autorretrato
en el que se agranda el marco y e lpaspartús.
Dos cuadros de dos pintores: un
autorretrato de 1934, de su abuelo Francisco Soria Aedo (1998 -1065) y un
violín de su madre, la pintora Fernanda Soria Moreno (Madrid, 1932), que estuvo
presente la tarde de la inauguración de la muestra. Ambos pintores, premiados
respectivamente en la Exposición Internacional de Barcelona y con el Premio Nacional
de Pintura, dan cuenta de donde viene el pedigrí de Alejandro.
Expresionismo surrealista, con
toques de ilustración chagalliana, con cromatismo encendido, a veces violento,
con ironía en las imágenes y también en algunos títulos, la obra de Soria Aedo
tiene fuerza y es apreciada por los coleccionistas, algunos de los cuales han
cedido sus obras para esta exposición que tiene mucho de retrospectiva. En ella
domina el gran formato con piezas de más de dos metros, dos tondos y un oval,
amén de una especie de instalación final a base de distintos cuadros de
diferente tamaño, que hablan de la biografía del artista y juegan con primeros
temores y con humor sobre sus viajes y trayectoria.
A Alejandro Aguilar Soria no le
molesta el sentido de ilustración de algunos de sus cuadros, cuando se le
comenta. “Estoy convencido que el mayor ingenio artístico de nuestros días se
esconde en la ilustración y la publicidad”, declara.
Hay un gran cuadro en la pared
central del gran espacio de la Casa de Vacas, sobre la Movida Madrileña de los
80, aunque está firmado en los 90. Toda una evocación y recuerdo de unos años
locos que duraron hasta la crisis del petróleo en 1991. Los visitantes se
apresuran a posar junto a este cuadro que toma la madrileña plaza de Cibeles
como geografía y fondo de una escena explosiva.
Entre los asistentes en el día de mi visita a la exposición: la restauradora de arte María López de Castro, la profesora de dibujo, Alicia Ruiz de Velasco, el pintor del Cura y el fotógrafo Peter Wall.
Entre los asistentes en el día de mi visita a la exposición: la restauradora de arte María López de Castro, la profesora de dibujo, Alicia Ruiz de Velasco, el pintor del Cura y el fotógrafo Peter Wall.
“No hay color feo sino entorno
inadecuado” dice Aguilar Soria en una de las citas de su libro Cuaderno de óleo, que vale la pena leer
y conservar en su edición preciosista de pastas duras y a modo de libreta con
anillas.
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