Julia Sáez-Angulo
8/2/21.- Madrid.-
Nacido en el Bronx, en el seno de una familia católica de origen italiano, Don DeLillo (1936) es uno de los novelistas vivos más importantes de Estados Unidos. Admirador confeso de Norman Mailer, Franz Kafka y de Thomas Bernhard, recibe de ellos en su estilo, el análisis de la psicología del individuo y la observación de su condición moral, la crítica mirada hacia la sociedad contemporánea y el uso de un particular sentido humor, que unas veces afloja y otras comprime.
"Siempreviva", nombre común de la flor a la que hace referencia el original Love-lies-bleeding, lanza desde su título un guiño macabro al tema tan recurrente en la obra del autor: la muerte en la sociedad contemporánea, en esta ocasión tratado como una aproximación en forma de debate moral sobre la muerte asistida y el momento en que la vida deja de tener sentido.
Los personajes confluyen alrededor del lecho de Alex Macklin, un artista de éxito que a los 70 años se encuentra cercano a la muerte en estado vegetal permanente. Los otros tres personajes decidirán su destino: Lia, su joven esposa, con la intención de permitirle una muerte natural, y su exesposa Toinette y su hijo Sean, que desean ayudarlo a dejar el mundo con dignidad, creyendo que él no hubiera querido terminar sus días entubado de tal manera.
“Una familia que afronta un dilema que, observado de cerca, ahí donde se cruzan antiguos conflictos e intereses creados, no trata tanto sobre la eutanasia como sobre la dependencia emocional, la lealtad y el amor en las vidas de estos personajes desencantados”, escribe Salva Bolta, el director de la obra en su presentación.
“¿Cuándo se convierte en obsesión un acto de ternura, en algo incluso anormal, en cierto modo enfermizo?, nos pregunta uno de los personajes. El teatro de Don DeLillo, del mismo modo que sus novelas, nos aproxima a un lugar incómodo que no nos deja indiferentes. Sin duda”.
Crítica de la obra
La semántica nos encubre o nos delata, según se mire. La “muerte asistida” de la que habla el director es simple y llanamente eutanasia, que ya de por sí, si nos atenemos a la etimología es un “buen morir” y no precisamente un “buen matar”, que es el anverso o reverso de lo primero.
“Siempreviva” sí es una obra que habla de eutanasia, aunque Salva Bolta diga que no. Lógicamente se envuelve en memoria, recuerdos y emociones de quienes le rodean en última instancia y debaten sobre si hacerlo o no y de como convencer al cónyuge con poder legal en vivo. No se habla tanto de herencias, pero se podría presumir.
Es una obra dura, en la que el espectador está ansioso por ver como deriva la situación, sin convencen a la joven esposa, si gana o no grana el método de exterminio. Estado vegetal es duro; 70 años no son muchos en una época que toma los 80 como referente vital razonable. Un trío de actores que dilucidan una situación ante el cuerpo con vida.
La eutanasia, al igual que la homosexualidad, son temas que vemos con frecuencia y vamos a ver más en los escenarios. La vida y el arte se conectan. La visión apreciación y aprehensión e imposición de los valores también. No todos están de acuerdo y conviene dejar fluir las conciencias sin llevarlas contra la pared con el arma de la palabra unilateral.
Otro guiño macabro es que "Siemprviva" se represente en Mataderomadrid.
FICHA TÉNICA
VERSIÓN Y DIRECCIÓN: SALVA BOLTA
BASADO EN SANGRE DE AMOR ENGAÑADO, DE DON DELILLO
REPARTO: FELIPE GARCÍA VÉLEZ, MÉLIDA MOLINA, MARINA SALAS Y CARLOS TROYA
DISEÑO DE ESPACIO ESCÉNICO: PACO AZORÍN Y ALESSANDRO ARCANGELI
DISEÑO DE ILUMINACIÓN: LUIS PERDIGUERO
DISEÑO DE VESTUARIO: IKERNE GIMÉNEZ
COMPOSICIÓN DE MÚSICA ORIGINAL: LUIS MIGUEL COBO
AYUDANTE DE DIRECCIÓN: JUANMA ROMERO GÁRRIZ
RESIDENCIA DE AYUDANTÍA DE DIRECCIÓN: ÍÑIGO SANTACANA APAOLAZA
FOTOGRAFÍA CARTEL: ESMERALDA MARTÍN
FOTOGRAFÍA ESCENA: JESÚS UGALDE
UNA PRODUCCIÓN DE TEATRO ESPAÑOL
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