Julia Sáez-Angulo
11/8/21.- Madrid.- No todo transcurre en las grandes ciudades y de eso dan fe los cronistas locales, que sacan a la luz los hechos y escritos de personas y personajes del lugar digno de interés y relevancia. Es el caso de Arturo Culebras Mayordomo (Albalate de las Nogueras, Cuenca, 1957), autor del libro “Pilar de Cavia y Lac”, publicado por la editorial Visión Libros. El libro lleva un prólogo de las Doctoras Laura y María Lara.
Desde un alto del camino,
pláceme ver revolar
y en el espacio girar
las palomas del molino.
Estos son algunos de los versos de Pilar de Cavia y Lac (Zaragoza, 1860- Albalate de Nogueras, Cuenca, 1935), de quien Mariano de Cavia dijo con cierta ironía: “Pilar era una doña Emilia Pardo Bazán con boina”. Fue al morir “María Dolores Teresa Escudero Antelo, conocida pr Mayda Antelo (1915-2017), nieta de Pilar de Cavia, cuando Arturo Culebras se propuso recuperar para los lectores, los versos de esta mujer, que empezó a escribir poesía desde los once años.
“Pilar de Cavia es acaso una poetisa malograda, que escribió jugando, que no sintió el estímulo de la vanidad, que no codició el aplauso, que barajó consonantes y metros como bolillos de un encaje, buscando sonoridades, melodías y ritmos sin verse obligada a encerrar en ellos la turbulencia la pasión, la herida del desengaño ni el acíbar de la amargura. Fue al escribir plácida, infantil, indolente; entregó a sus versos sus ocios, pero tal vez se reservó su alma, y por eso ofreció en sus composiciones quizá un caudal de promesas más que una cosecha de realidades”, se dice en el libro.
LA SIESTA
El vaivén de la fresca mecedora
vierte en el ser, gratísimo beleño,
y un sopor deleitoso y halagüeño
lo invade con violencia abrumadora.
Flota el alma en la paz enervadora
de la región fantástica del sueño
bajo la fronda del jardín risueño,
con estiva molicie seductora.
Mas embriagantes vierten sus olores
el nevado jardín y la reseda
mojados por los frescos surtidores.
Corre sin ruido la fontana leda
y las brisas, las aves y las flores,
duermen en el confín de la alameda.
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