INAUGURACIÓN: 23 de octubre de 2021 a las 20:00 horas
Pintura de Esperanza HuertasL.M.A.
19.10. 2021.- Alcázar de San Juan (Ciudad Real).- Hasta el próximo 4 de diciembre podéis visitar en la Galería de Arte Marmurán, calle Castellanos, 37 de Alcázar de San Juan, la exposición de Esperanza Huertas (Santa Cruz de Mudela 1925 - Madrid 2014), por edad, la primera pintora consagrada de la provincia de Ciudad Real del siglo pasado. En esta exposición podemos ver una muestra sus trabajos de 1974 a 2010 en una gran mayoría bodegones, pero muy peculiares e interesantes, donde aprovechaba todos los objetos de su alrededor más cercano, para composiciones muy personales alejadas de cualquier corriente pictórica.
En cuanto a premios, en 1991 gana el Primer Premio Francisco de Goya organizado por el Ayuntamiento de Madrid, en 1990 Premio Molino de Oro en Valdepeñas (el certamen más antiguo y uno de los importantes del país), en 1989 Premio Extraordinario Reina Sofía, etc.
También realizó exposiciones muy importantes como la exposición "Antológica 1973 - 2003" muestra itinerante por varias ciudades de Castilla la Mancha, en 1997 El Centro Cultural Conde Duque de Madrid acoge otra gran exposición de nuestra autora y por no alargarnos mucho. en 1988 su trabajo es seleccionado por la famosa Fundación Calouste Gulbenkian de Lisboa (Portugal) realizando una gran exposición en dicho lugar.
Tienen obra suya entre otros museos: Real Academia de Bellas artes de San Fernando de Madrid, Museo Municipal de Arte Contemporáneo de Madrid, Museo de la Guardia Civil, Museo Calouste Gulbenkian de Lisboa, Museo Municipal de Valdepeñas, etc.
Pintura de Esperanza Huertas
Julia Sáez-Angulo de la Asociación Internacional de Críticos de Arte AICA/Spain, escribe en el catálogo:
ESPERANZA HUERTAS
Pintora excepcional de bodegones
Después de contemplar atentamente la pintura de Esperanza Huertas, cabe decir que es una pintora de bodegones original, muy particular. Excepcional.
Frente a la tradición, o más bien, detrás de ella, de los bodegones de frutas y verduras, de viandas y comida, en suma, la pintora manchega que residió en Madrid casi toda su vida, optó en la mayoría de sus cuadros, por componer sus propios bodegones o más bien, al decir francés, sus naturalezas muertas, a base de objetos cotidianos ornamentales que la rodeaban o que la pintora elegía ex profeso para pasarlos al lienzo con sus pinceladas precisas al óleo.
A Esperanza Huertas Izquierdo (Santa Cruz de Mudela, Ciudad Real, 1925 – Madrid, 2014) le gustaba dar vida a su mundo de bibelots, a base de una colocación o distribución oportuna que elaborase una escena, un concepto, una ironía… Los títulos de los cuadros, que dinamizan siempre la interpretación del espectador hablan de ello. “No te duermas”, “El títere lector”, “Todos contentos”, “El caracol feliz”, “Té en casa” “Tea for two”, “Invitación (con sabor oriental)”, “Bodegón del botijo”, “Bodegón hípico- Sonatina”…
Aunque practicó también el retrato, no fue tanto la figura humana el motivo principal de su representación iconográfica, pero en sus composiciones la autora suele colocar marionetas, muñecos, estatuillas, animales o figurillas de personajes, que van a ser los “sujetos” que conducen el tema.
A Esperanza Huertas le gustaban los objetos como elementos de representación, le ayudaban a componer y distribuir el espacio. Tenía cierta predilección por las marionetas orientales, las teteras, los muñecos de esparto, los botijos, y los cacharros de barro o cerámica que representaban una tortuga, un perro, un caracol, un búho, un mono… A veces los representaba en más de una ocasión en distintos cuadros y con diferente composición.
Con su humor particular, con frecuencia ácido sin perder la sonrisa, la pintora disfrutaba y se divertía al pintar y titular los cuadros, porque pintar era una pasión íntima que cultivó desde la juventud, aunque con diversa intensidad o entrega, según los distintos momentos de su vida. Cuando se consagró de lleno a la pintura fue cuando enviudó y sus hijas marcharon. Ella citaba: “Quien cree y crea no está solo”.
Fue en esa etapa de su vida, a partir de 1972, cuando con lienzos y caballete en ristre, recorría en su coche utilitario distintos paisajes de Castilla-La Mancha, Extremadura o los alrededores de Madrid, para plasmar rincones típicos y pintorescos. Le llamaban la atención las puertas de los pueblos partidas en dos -para que los dueños de la casa pudieran asomarse- a las que llamaba las bati-puertas, también pintaba algunas portilleras del campo, habituales en las propiedades rurales.
Era al encerrarse en el estudio, cuando comenzó a jugar con los objetos y componer las figurillas para su representación pictórica y creo que en estas obras se encierra lo mejor, más singular y creativo de Esperanza Huertas, porque en estos bodegones o naturalezas muertas logró plasmar un lenguaje artístico propio, unas señas de identidad muy suyas, identificables, que es la mayor aspiración de un autor.
La obra de esta pintora no pasó desapercibida en los concursos de arte y mereció el primer premio Goya del concurso llevado a cabo por el Ayuntamiento de Madrid en 1991, que le dedicó una amplia exposición en el Centro Cultural Conde Duque. La obra ganadora era un espléndido bodegón de caza de gran formato, que hoy se encuentra en el Museo Municipal de Arte Contemporáneo de Madrid. Los coleccionistas también se fijaron en los cuadros de esta peculiar pintora manchega, que contaron con varios de ellos con una fidelidad asombrosa. Y Esperanza se hizo cotizar en su pintura.
Su trabajo artístico fue seleccionado en 1988 por la célebre Fundación Gulbenkian de Lisboa. Portugal fue un país muy querido por la pintora y allí adquirió también distintos objetos que atraían sus pupilas para trasladarlos a sus cuadros, como las canecas de cerveza o la recreación de los pensamientos, flores con destellos de ojo de gato, que en portugués se denominan “amores perfectos”, por ser plantas hermafroditas.
De su pintura escribieron reconocidos historiadores o críticos de arte como Antonio Bonet Correa, Francisco Nieva, A.M. Campoy, Juan Adriansens, Mario Antolín o Juan Manuel Bonet. Yo misma escribí alguna presentación de exposiciones y textos sobre Esperanza Huertas, pues fui siguiendo de modo atento su trayectoria profesional. Incluso escribí y reelaboré sus pequeñas memorias publicadas en un soberbio catálogo que se llevó a cabo en una buena exposición monográfica sobre su obra, por distintos museos y ciudades de Castilla-La Mancha, titulada “Antológica 1973-2003”.
A veces he comparado sus cuadros con el torreón repleto de objetos adquiridos codiciosamente en El Rastro por el curioso escritor Ramón Gómez de la Serna. Ambos, Esperanza y él, compartían la pasión por los objetos que condensan significados y se prestan a un protagonismo especial, según su posición o colocación. La conjunción de algunos de ellos puede producir chispas emocionales. Pintura ramoniana, solanesca, la de Esperanza Huertas.
El amor a su tierra natal era una realidad patente al hablar con la pintora. Tierra y origen familiar se le imbricaban en su pueblo natal Santa Cruz de Mudela, donde pasó la infancia y la dura Guerra Civil de 1936-1939. La sala de plenos de la corporación municipal cuenta hoy con uno de los mejores cuadros de la pintora con instrumentos musicales, resuelto en preciosos azules y rojos.
No hay academicismo en la obra de Esperanza Huertas, sí mucha sabiduría pictórica y profundo conocimiento plástico. Su cromatismo vivaz, se matiza con acentos ácidos, solanescos, dentro de su dibujo particular. La autora maneja el espacio a su modo y manera. Esperanza Huertas era una mujer libre, una artista singular, lúdica… y todo ello sabía llevarlo a la pintura, porque sus cuadros eran, son, la prolongación de ella misma. Cómo decía Esperanza: “el artista muere y la obra permanece”.
Julia Sáez-Angulo
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte. AICA/Spain
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