Julia Sáez-Angulo
Jerusalén, 18/4/22.- “Verdaderamente el Mesías ha resucitado”, replican los cristianos árabes cuando se les felicita la Pascua de Resurrección, en sintonía con el Regina coeli laetare, que la piedad cristiana reza desde la Pascua hasta la Ascensión del Señor a los Cielos.
“Los árabes cantan muy bien, con voces empastadas como si fuera un coro ensayado”, me cuenta Carmen R. Eyre, que asistió a los oficios pascuales de la iglesia árabe. Yo preferí asistir a la basílica del Santo Sepulcro, porque en latín iba a seguir mejor la liturgia. Además, es la iglesia de la Anástasis, la Resurrección, por más que el pueblo soberano -usuario, que no dueño, de la lengua, como subraya el profesor de latín, Raúl Lavalle- se empeñe en llamarla la iglesia del Santo Sepulcro.
No creo que haya en Roma más curas y monjas que en Jerusalén. Durante los oficios y ceremonias de Pascua, todas las personas consagradas tienen preferencia en los asientos y sitios reservados de la basílica del Santo Sepulcro, respecto a nosotros los laicos. Lógico, por un lado, pero envidiable, por otro.
¡Qué grande es la Pascua! ¡Qué pena que el Rey de España, descendiente histórico de Su Majestad Católica, haya prescindido de asistir a la misa de pascua en la hermosa catedral de Mallorca junto al mar. Ha estado mal aconsejado. Hay Historia y tradiciones que no se pueden omitir en su cargo, porque le va en él, aunque no lo crea. La fiesta de la Resurrección es la más grande para los cristianos, más incluso que la Natividad. Hay que celebrarlo cada año, porque el Mesías ha resucitado.
Tras la misa en español en la iglesia del Patriarcado Latino, he visto como una persona entregaba en recepción un pequeño regalo para el patriarca Pizzaballa. Era un bizcocho casero rodeado de huevitos de Pascua para compartir. “Él no puede tomar chocolate”, me explicó la portadora del obsequio.
La Cruz de Jerusalén, una cruz griega de brazos iguales rematados con rectas, que alberga otras cuatro cruces más pequeñas, aparece por todas partes cristianas, altares, muros y vidrieras. El número cinco representa las cinco llagas del cuerpo de Cristo en la Pasión. Otros dicen que las cruces pequeñas representan los cuatro Evangelios y la grande, la misma cruz de Cristo. Es la enseña cristiana de la Ciudad de David, la que lucen orgullosos los Caballeros del Santo Sepulcro. También sirve de tatuaje para los más osados y modernos. El lenguaje de los símbolos, como el de los gestos es inmediato, directo y visual, centra sobre el concepto, lugar y tiempo. Era lenguaje necesario en el Medioevo, ante la gente iletrada.
El Cirio Pascual encendido, símbolo de Cristo y su luz luce hoy en todas las iglesias y capillas del orbe cristiano. Es un símbolo hermoso y potente. El no va más.
En Jerusalén, la lengua griega prima en presencia sobre la latina, a menos en el Santo Sepulcro. Lógico, este lugar quedó en la parte del Imperio Bizantino. La Historia suele escribir con trazos gruesos. En unas excavaciones, en Nazaret, apareció una antigua piedra escrita en griego, en la que se prohibía sacar los cadáveres de las tumbas, en alusión al supuesto robo del cuerpo de Jesús el Nazareno. Pero no, Cristo, el Mesías, resucitó de entre los muertos.
El idioma hebreo actual (como el vasco batúa de la actualidad, confeccionado con 21 dialectos de caserío (Julio Caro Baroja dixit) y adecuación actual del español y el francés), es un idioma de laboratorio que actualizó el hebreo clásico con las muchas necesidades vicarias de una lengua moderna. Le faltaba literatura contemporánea, que es realmente la que nutre a fondo un idioma, una lengua, tal y como lo dejó dicho y escrito con claridad el profesor Carlos Pujol (1936-2012), cuando decidió escribir en español en lugar de hacerlo en catalán. Pero el idioma hebreo tenía que ser la partícula coagulante de todos los judíos que regresaron a Israel de la diáspora, después de la II Guerra Mundial, en 1948, procedentes de toda Europa y después de haber padecido la ignominia humana de un holocausto.
El PNV -el recoge nueces de los árboles tronchados- viajó en su día ex profeso a Israel para conocer a fondo cómo había sido el proceso de implantar e instalar una nueva lengua a un nuevo pueblo de origen variopinto. Nuevas lenguas para unificar dispersos, al tiempo que quedan en retaguardia como posibles cargas de profundidad frente a la otredad.
El Consulado español en Jerusalén es un pequeño pero buen edificio, se encuentra en la ciudad santa desde antes de 1948. Desconozco si tienen los documentos de propiedad en mano o la sola usucapión, como otros muchos edificios de la ciudad santa. Los Archivos de propiedad de Jerusalén se incendiaron cuando la ocupación -¡qué casualidad!- y a determinados ciudadanos les cuesta demostrar la propiedad sobre sus casas. He ahí el drama de los ciudadanos más incómodos o desprotegidos. Supongo que el Consulado de España no tendrá dificultad alguna. Conquistar Jerusalén palmo a palmo es un objetivo de todos.
El Consulado español se estableció en la ciudad de David en 1853, por decreto de la reina Isabel II, para gestionar directamente el dinero disperso, enviado por España para sostener los Santos Lugares y evitar otras intervenciones o conocimientos extraños.
Resurrección de Cristo. El Greco. Retablo de Doña María de Aragón. Museo del Prado
4 comentarios:
ADRIANA ZAPISEK
me gustó tu nota variopinta que nos ilustra sobre varios tópicos de Jerusalem/n. La obra de El Greco.....fantástica !!!!! Bs
Tomas Paredes Romero
Ritos y liturgias bizantinas, que a veces, parecen retazos de un poema de Cavafis, también en el abismo, entre el demótico y la kazarévusa. Gracias por tu crónica. Tomás
Querida amiga.
Estoy siguiendo tus crónicas en Tierra Santa con gran interés. Viajé allí en 2017 y me quedé prendada. Tengo muchas ganas de volver. Además me une cierta amistad al padre Custodio Francesco Patton. Estuvo en nuestra casa pasando unos días y, luego, mi marido y yo viajamos con él a Lisboa para visitar a los franciscanos.
Aprovecho para enviarte un cariñoso abrazo. Isabel Bernanrdo
Julia M.
Buenos días Julia : Magnífica CRÓNICA,totalmente de acuerdo en todo. ( Qué pena no haya estado a la altura Ntro querido Rey).
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