L.M.A.
6/10/22.- Madrid.- “Abel Cuerda, el pintor del color” ha sido el título de la conferencia impartida por Juan Antonio Moreno Rodríguez en la Biblioteca Eugenio Trías (Parque del Retiro), dentro del ciclo de conferencias organizado por la Asociación Madrileña de Críticos de Arte, AMCA. El conferenciante dijo:
“El azar permite que conozca personalmente a Abel Cuerda. De eso hace más de 20 años. Mis padres son de Valdeverdeja, un precioso pueblo toledano y suelen pasar los veranos allí. En una de mis visitas, cuando iba a comprar los periódicos -acostumbro a comprar más de uno- pasé por el taller del carpintero e identifiqué varios cuadros de Abel -conocía su obra- y le pregunté qué hacían allí. Él me comentó que tenía el estudio en el pueblo y le pedí que me presentase al artista y desde entonces hemos compartido arte y vida: dolor y alegría.
He disfrutado y aprendido mucho con mis visitas a su estudio. El pintor manchego busca la forma como núcleo de expresión plástica y la luz como objeto de experimentación y sugerencia.
¡El arte a la vida! era el eslogan de Vladimir Tatlin y de los constructivistas. Abel lleva más de 50 años enseñando su arte, que es como mostrar su vida. Un trayecto vital que ha tenido momentos de “vacas gordas y menos”, como comenta él.
Lo cierto es que la llegada del albacetense al universo expositivo es ciertamente fulgurante. La Galería Macarrón de Madrid -un referente de la época- acoge sus abstracciones orgánicas a comienzos de los años 70. Arquitecturas orgánicas en las que materia, geometría y color mantienen un equilibro muy interesante.
Aún no ha cumplido 30 años y consigue el primer premio en la Bienal de Bilbao (1970) y en la Bienal del Deporte en Bellas Artes de Madrid, así como el tercer premio en la Bienal de Zaragoza. Ello nos da una idea del empuje con que llega el hermano del cineasta José Luis Cuerda.
Así, la pintura de Abel Cuerda responde a la más pura expresión del arte abstracto, cuida mucho la forma, pero, sobre todo, el acento cromático. Línea y color componen una iconografía reconocible y la mancha adquiere presencia. En su pintura, el negro es muy importante, responde a una etapa sobria, muy apegada al entorno e igualmente, es una metáfora sobre la libertad, aunque también responde a un estado emocional. Abel concibe la obra con una pulsión vibrante en la que se desvela la desnudez de un pintor que se rebela. Por momentos, y con algunas de las incrustaciones (letras y números) en el lienzo, regresa a la infancia.
Como he apuntado, su trayectoria bascula entre momentos de éxito (ARCO), con otros más difíciles, como el ictus que sufre a finales de los años 90. El hombre, el artista debe aprender de nuevo.
El primer cuadro que pinta después del gran susto es “Homenaje al cine negro” (1998), una gran obra con la que rinde tributo a un género cinematográfico que le entusiasma. Poco a poco se va recuperando: el arte le da la vida y su vida es la creación.
Abel Cuerda reinicia pues su actividad artística y con su habitual disciplina se entrega cada día a vivir, que en su caso es pintar. Regresa a las exposiciones (Albacete, Madrid) y es premiado nuevamente, siendo elegido Castellano Manchego del año por la Asociación Cultural Albacete en Madrid.
La madrileña Galería Orfila, una de las históricas de la capital recibe su última producción. Primero en 2019, con una obra en la que la mancha se diluye y se hace más fluida: el espacio se hace más libre. Este año, regresa a Orfila con un discurso que mantiene la potencia visual de su obra con la que consigue empatizar emocionalmente con un público, al que entrega, además, algún apunte pop muy interesante.
Es una obra creada durante este período de incertidumbre que vivimos. La pandemia mundial del COVID ha paralizado nuestras vidas: han sido unos años marcados por la muerte, el dolor y la pérdida. Y cuando parece que se acaba tanto horror, aparece una nueva guerra, aunque las guerras siempre son lo mismo: dolor y muerte para el ser humano. Precisamente el artista manchego opone el color a la sombría realidad y conecta emocionalmente con el receptor de sus cuadros.
El silencio es una presencia importante en el intercambio entre artista y público. Ese espacio silente en el que se genera su pintura une dos sensibilidades que se encuentran ya en un lugar público.
Y precisamente el silencio ha sido la inspiración de mi documental, con el que he intentado captar los momentos de incertidumbre en el instante en que el creador se enfrenta al lienzo en blanco hasta que la obra se expone públicamente y ya no pertenece al artista, sino que forma parte del imaginario colectivo.
Ha sido un trabajo nacido desde la emoción, en el que filmo la belleza del entorno del artista manchego. En el documental, el pintor albaceteño no habla, pareciera seguir aquella máxima de Pitágoras: “el comienzo de la sabiduría es el silencio”, pero lo hace a través de su obra y de los que aman su pintura. Los planos están concebidos como cuadros y el montaje es como un collage.
Quiero agradecer a Wenceslao Scyzoryk, productor de Imagen Factory, la oportunidad que me ofreció, así como la colaboración de Carlos Albert, Patricio Morcillo, Juan Antonio Tinte, Ana Hermida, Emilio Martínez Espada y, desde luego Abel Cuerda. Y, de manera especial, de Jonay Armas, autor de la maravillosa música del documental y de Cristina Moreno Bermejo, ayudante de dirección y responsable de la distribución del cortometraje.
En uno de los versos de su libro “En los prados sembrados de ojos” (2020), el poeta Antonio Colinas pide que “el arte nos redima del dolor con sus colores”. Y eso es lo que hace Abel Cuerda que, sin duda, es el pintor del color, que viaja continuamente en el arte, que es su vida.
Antes de finalizar, me gustaría leer un fragmento de un poema dedicado a Abel Cuerda, obra de un autor del Carnaval de Cádiz:
Cuando el pincel besa la orilla
de esos mares multicolor,
al lienzo le pinta sus mejillas
y más brilla la obra del pintor.
Cuando estamos inmersos
en el sufrimiento y el dolor,
cuando estamos faltos de besos,
y de abrazos de corazón,
se van abriendo las puertas
y se iluminan las Galerías.
Y las obras de Abel Cuerda
le van dando color a la vida.
Carmelo Fernández Olmedo
(Extraído del texto publicado en el Catálogo de las Exposiciones de Abel Cuerda, celebradas en Albacete “Trozos de vida, trozos de telas, trozos de historias).
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