lunes, 26 de octubre de 2009

Lynda Haldane, Pintura urbana de la ciudad de Londres

Julia Sáez-Angulo

La escuela británica de pintura más reciente se sostiene en una figuración fuerte, intensa, cargada de intención. Ahí están los maestros, cabeza de fila, como Francis Bacon, Lucien Freud o Paula Rego (nacida en Portugal pero formada en Inglaterra) que han dado carta de naturaleza a una pintura que representa la figura humana de modo valiente y sin paliativos preciosistas. Una visión del hombre no ciertamente optimista, sino de una realidad palpable y, a veces, virulenta. Curiosamente esta pintura tan rotunda, clara y honesta en el discurso pretendido por la autoría del artista, ha sido acogida con tal respeto en el circuito del arte, que incluso la ha llevado a la cima de su cotización internacional. Lucien Freud, con unos retratos de gran dureza, ha conseguido batir el record de artista vivo más cotizado en las subastas, de la misma manera que la figuración realista de Antonio López ha logrado igualmente la cima de cotización en el mercado de España. La figuración ha desplazado, al menos por un tiempo, a otros lenguajes, en lo que a máximos se refiere.

Lynda Haldane, nacida en Londres y residente entre España y Escocia, estudió Bellas Artes en Valencia, pero su mirada pictórica se ha nutrido en buena medida de la tradición pictórica reciente de su país y de las visiones urbanas de Londres, ciudad a la que viaja periódicamente. Las escenas urbanas de la capital británica le han motivado su psique y sus retinas para los temas de esta exposición bajo el título de Poesía y Realidad.

Dos series y una coda se presentan en esta muestra: El Metro y La Ley/Los Abogados, además de un avance de la serie en la que está trabajando actualmente: Poeta en Nueva York, sobre el célebre libro del escritor Federico García Lorca.


Personajes anónimos, apenas sin rostro



Pablo Picasso confesaba que no le interesaba la abstracción –apenas si la practicó- porque prefería la pintura con drama. Pintura más bien autobiográfica si seguimos el pulso de la representación plástica del malagueño. Lynda Haldane ha optado con libertad por la misma idea de captar la presencia humana en sus avatares, no de manera narrativa sino de forma sincopada y sugerente. La mayoría de sus personajes representados están de espaldas o apenas si distinguimos su rostro. Parecen gente anónima, hombres y mujeres sin atributos, según el clarificador título del escritor austriaco Robert Mussil. “El hombre que camina” tituló Giacometti una de sus esculturas más conocidas; un ciudadano que marcha con piernas alargadas, sin saber muy bien hacia donde.

Las figuras humanas reflejadas en la pintura de Haldane se sumergen en el “tubo” subterráneo que les deposita cada día en el trabajo o castigo iterativo de Sísifo, al repetir la escena cotidiana de una vida aparentemente monótona y sin objetivos. Sólo la pareja de enamorados que se besan en un andén da resquicio a la esperanza. Figuras grisáceas o negras, en contraste con el color que aporta la publicidad de los carteles de anuncios que cuelgan en las paredes del Underground. Hombres, mujeres o niños ensimismados en su cansancio o en sus pensamientos; solos, aislados en medio de los otros. Los cuadros traen vagamente a la memoria las escenas del miserabilismo noucentista o de la época azul de Picasso, principalmente el que representa tres figuras de hombre, mujer y niño, que bien podría ser una familia.
Llama la atención el gran sentido espacial que la pintora logra en sus cuadros para ofrecer la arquitectura abovedada del Metropolitano, -el tube inglés que en su CD-Rom presenta las estaciones de Wetsminster, Russel Square o Chelsea. Espléndidos son los cuadros en los que Haldane ofrece los espacios vacíos –con ausencia de figuras-, obras casi metafísicas al más puro estilo de Chirico. En este sentido, se representa una gran sala o vestíbulo y, el del túnel futurista, que el supuesto e invisible maquinista del convoy va devorando la velocidad con la mirada, cuadro en el que se aprecia la celeridad que la pintora ha sabido insuflar con su pincelada certera.
Las palabras y los números están presentes en algunos cuadros dotándolos de referencias reales y poéticas al mismo tiempo, al referirse a los nombres de las estaciones, las direcciones de los trenes o la salida de los viandantes. El letrismo que se introdujo en el arte pop y del que Haldane ha tomado ciertos acentos.



De togas y pelucas en la Justicia británica



No lejos de Westminster está el mundo jurídico de los tribunales, donde el Derecho sajón nace y se imparte desde la costumbre más que desde los códigos al modo napoleónico o latino. Lynda Haldane ha querido representar en su pintura las figuras de sus abogados y jueces revestidos de solemnes togas, blancas pelucas empolvadas y puñetas de lujosas puntillas. Estos cuadros parecen el anverso de las figuras representadas en la serie de El Metro. Ahora los personajes pareces más solemnes, seguros y pagados de sí mismos; caminan erguidos y autosuficientes aunque también lo hagan en ocasiones de espaldas o cuelgan mayestáticos en un retrato. Los abogados conversan y juegan en las escalinatas, tocan el piano, bailan en la biblioteca... La semántica inglesa se cuela en el lenguaje. A load of bananas, se dice para expresar lo que son tonterías. Algunos de los lienzos de esta serie incluyen un racimo de plátanos, queriendo aludir a la conversación intrascendente que llevan a cabo los profesionales de la justicia, pese al empaque con que la envuelven. Hay humor e ironía en esta pintura que evoca las críticas satíricas o caricaturescas del francés Honoré Daumier al mundo de la Justicia, después de haber trabajado en ella.


Dos poetas al fondo de su obra

Lynda Haldane ha leído despaciosamente el hermoso poemario surrealista que escribió el poeta granadino de Fuentevaqueros y lo ha tomado como pretexto evocador para su pintura. No ha tratado en momento alguno de ilustrarlo sino de interpretar el sentido de su lectura personal. Poeta en Nueva York fue el libro con el que García Lorca quiso desquitarse del reconocimiento y éxito popular del Romancero Gitano. Rafael Alberti, poeta igualmente de la Generación del 27, le advirtió del peligro de insistir en el tema costumbrista de lo andaluz y los gitanos. Lorca reaccionó con un poemario espléndido que le motivó la ciudad norteamericana de los rascacielos, llena de sugerencias, contrastes y futuro.

La “Oda a Walt Whitman” le ha interesado de modo especial a la pintora y la refleja en un cuadro resuelto en blancos, con un personaje al que apenas se divisa el rostro de un negro. La obra refleja un hálito de misterio y de pathos. ¡Ay, Harlem, disfrazada!/ ¡Hay, Harlem, amenazada por un gentío de trajes sin cabeza!/ Me llega tu rumor,/ me llega tu rumor atravesando troncos y ascensores,/ a través de láminas grises,..., escribe García Lorga en el citado poemario.

En la misma serie, dos representaciones de adolescentes -siempre náufragos en la vida-, una, en el interior de una habitación y, la otra, en el exterior de la ciudad. Ambas participan de esa aura de melancolía que la pintora sabe plasmar en su arte. Y tú, bello Walt Whitman, duermes a orillas del Hudson! Con la barba hacia el polo y las manos abiertas, escribe el poeta.
Ha sido generoso por parte de Haldane ofrecer en esta exposición sus primeros vagidos de lo que será su próxima serie pictórica, a través de tres piezas.

Recordemos que, por encima de todas las referencias humanas, sociales y poéticas, los cuadros de Lynda Haldane son pintura/pintura. La artista británico/española ha optado por el arte del pigmento, concretamente el óleo sobre lienzo, como materiales y soportes poderosos y seculares, que harán perdurar las piezas de sus manos, frente a otros pigmentos más frágiles, coyunturales o en experimentación. Arthur C. Danto, filósofo, teórico y crítico de arte, autor de Muerte del arte no acertó en sus profecías. Ni el arte, ni la pintura, ni el óleo, ni Dios ha muerto, como osadamente aventuró a finales de los 80. Al contrario, el arte se enriquece con nuevos lenguajes, salidas, soportes y materiales, sin perder un ápice de los abiertos por la tradición. La pintura no sólo goza de buena salud sino que prospera con éxito entre los nuevos coleccionistas.

Lynda Haldane ha sabido brindarnos en esta exposición, con pinceladas constructivas, una pintura sólida, bien hecha y compactada, coherente y sabia en sus composiciones, en su dibujo de las figuras y los espacios; en su rico cromatismo de luces y sobras; en su poética evocadora de realidades duras o mundos poéticos. No en balde la exposición sostiene el título de Poesía y Realidad, al dotar de matices poéticos unas visiones retinianas de los hombres que viven en las ciudades.


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