Chagall
Comisario Jean-Louis Prat
Museo Thyssen-Bornemisza
Madrid
Del 14 de febrero la 20 de mayo de 2012
Julia Sáez-Angulo
Pintor narrativo y fantasioso hasta la saciedad, Marc Chagall (Vitebsk, 1887 – Saint Paulde Vence, 1885) es objeto de una amplia exposición monográfica y retrospectiva –la primera en España- en el Museo Thyssen-Bornemisza y en la Fundación Caja Madrid. Chagall ha sido calificado como “El poeta con alas de pintor”. El padre del surrealismo, André Bretón, dijo: “Con él, la metáfora se hizo triunfante en la pintura moderna”
Se puede contemplar un total de 169 obras, que muestran pintura, escultura, cerámica y obra gráfica de un autor que también hizo vidrieras, y que ilustró la Biblia en ambos campos, vetero y neo-testamentario, además de las fábulas de Lafontaine o el circo, entre otros temas.
Chagall es un pintor sobre el que cierta crítica le aplicó el sambenito de “gran ilustrador”, restando así méritos a su pintura. Artista literario y narrativo, en la mayor parte de su obra prescindió de la realidad como modelo, para hacer de ella un referente sobre el que aplicaba su libertad y fantasía.
Artista francés nacido en Bielorrusia y fagocitado por el panhebraismo de Israel, dada su condición de judío, Chagall ha manifestado en su obra elementos de los tres países a que se hace referencia, según explica Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen.
Chagall no olvida sus raíces y la representación o alusión a sus raíces y en especial a su pueblo natal, Vitebsk, es continua en sus cuadros. No olvidemos que Vitebsk era una localidad que tenía setenta mil habitantes, la mitad de ellos judíos. Allí se crío entre su comunidad judía y viendo animales continaumente, sobre todo cabras y vacas que aparecen profusamente en su pintura a lo largo del tiempo.
Puede afirmarse que Chagall fue siempre fiel a su Rusia natal de la que tomó el color de los iconos o los textiles étnicos, así como los temas de sus leyendas, particularmente de la comunidad judía.
Las vanguardias francesas lo asombraron, cuando viajó a París en 1911 y tomó buena cuenta de ellas en los cuadros de su primera época, presente en el Museo Thyssen. En 1922 abandonó Rusia para siempre y, tras una corta temporada en Berlín, se instaló en Francia.
El éxito del pintor se catapultó con el marchante George Berhein, que movió su obra. La comunidad judía de Francia, Estados Unidos e Israel lo apoyaron mucho. El pintor recibió importantes encargos del último país citado. Francia le encargó las nuevas pinturas de la Ópera del palacio Garnier en París y el boceto se muestra en la Fundación Caja Madrid.
La exposición resulta a veces demasiado monocorde temáticamente, como si el comisario no hubiera querido buscar la diversidad iconográfica sino su vocabulario icónico. La pareja de novios, las bodas, la doble faz, los ramos de flores, las cabras o bueyes cornudos –algunos como figuras tiernas y otros, de aquelarre- se repiten en exceso. Cierto que todo gran artista suele ser espléndidamente monótono, pero quizás no le favorezca una exposición tan extensa como la actual y hubiera bastado un solo edificio de los dos que exponen.
Destacan algunos cuadros singulares como “La habitación amarilla” (1911), que trae a la memoria la de Van Gohg; “El violinista” (1912 -1913), “Soledad” (1933), “Los tejados rojos” (1953) cuadro del Cengro Pompidou; “La Guerra” (1964 – 66); “La casa azul”, "Don Quijote" o “El muro de las lamentaciones”, que crea un espacio singular con un trazo casi naif. “El título del cuadro “Entre perro y lobo” podría estar mal traducido de la expresión francesa “Entre chien et loup” , que significa “Entre dos luces”, tal y como señala la escena del cuadro.
En suma, una exposición para disfrutar de un artista que cuenta historias con gran sentido del trazo y el color –incluido el negro-; que logró un propio lenguaje y que atraerá público, como se desea con este tipo de muestras en el Museo Thyssen.
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