Relatos sobre la
expansión del Opus Dei en Japón por José Miguel Cejas
Julia Sáez-Angulo
“Los cerezos en flor. Relatos sobre la expansión del Opus
Dei en Japón” es el libro de José Miguel Cejas, publicado por la editorial
Rialp, escrito con documentación y amenidad de la presencia y actuación de
cristianos en el país del Sol Naciente.
El libro comienza con una historia de la entrada de
misioneros cristianos en Japón durante el siglo XVI. Según los datos disponibles
en 1543 llegó el primer navío portugués a la pequeña isla de Tanega y con él
comenzó la evangelización. Treinta años más tarde en 1582, Japón contaba con
ciento cincuenta mil hombres y mujeres seguidores de la doctrina de Cristo.
El jesuita san Francisco Javier desembarcó en el sur de
Japón en 1549. Su labor evangelizadora permaneció siempre como un referente
apostólico.
Fue durante el periodo Edo, que duró de 1603 a 1868 –casi dos
siglos- los cristianos fueron perseguidos y su religión, prohibida. Se les
obligaba a pisotear imágenes sagradas para demostrar que no practicaban el
cristianismo y fueron muchos los mártires como Pablo Miki y sus compañeros. “La
sangre de los mártires es semilla de cristianos”, dijo Tertuliano.
Cuando el autor de “Los cerezos en flor” entre en la
presencia y expansión del Opus Dei en Japón, lo hace a través de testimonios vivos
que él recoge como hermosas historias de la actuación del Espíritu Santo en
almas y corazones. Historias dispares y disímiles.
Una
bonza, un escultor que trabaja en el templo barcelonés de la Sagrada Familia,
una poetisa de haikus, deportistas, músicos, periodistas, profesores… Hombres
de la vida cotidiana que aprendieron a santificarse con su trabajo de cada día,
como enseñaba el fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá.
Tokio
Todos
los capítulos se abren con un kaiku o una máxima moral nipona. La historia de
Teruko Vehara se abre con una cita de Buda: “La máxima victoria es la que se
gana sobre uno mismo”. Un gran respeto a la historia y cultura japonesas, que
se abren a la doctrina de Cristo a través de unos personajes cotidianos que se
plantearon la fe de un Dios hecho hombre, de un Dios uno y Trino.
Fernando
Acaso recuerda el dicho de Neil Armstrong a su llegada a la luna: “Es un
pequeño paso para un hombre, pero es un gran salto para la humanidad”. Su rumbo
a Tokio se produjo en 1959. José Antonio Armisén comienza el relato de su
presencia con la visión de un tifón, tan periódicos en la isla. Todo ello para
sembrar en aquellos que, tocados por el Espíritu, se acercaron con fe a
Jesucristo.
“Los
cerezos en flor” es toda una metáfora de cómo actúa la gracia, más allá de los
benditos que propagan la palabra del Señor, al decir de los salmos.
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