Procedente del Real
Museo de Bellas Artes de Amberes
El Museo del
Prado expone en la sala 57 A, hasta el 25 de mayo, La Virgen con el Niño y
ángeles, una obra maestra del artista francés del primer
Renacimiento, Jean Fouquet.
Se trata del
panel derecho del conocido como ‘díptico de Melun’, uno de los escasos ejemplos
de pintura francesa del siglo XV en el mundo y que llega al Museo del Prado
para unirse temporalmente a la recién adquirida Oración en el huerto con el donante Luis I de Orleans (1405-1408)
El préstamo de
esta obra, procedente del Real Museo de Bellas Artes de Amberes, se inscribe en
el programa ‘La obra invitada’, patrocinado por la Fundación Amigos del Museo
del Prado desde 2010.
L.M.A.
La reciente adquisición de la Oración en el
huerto con el donante Luis I de Orleans, posible obra de Colart
de Laon, se ve ahora complementada con el préstamo de La Virgen con el Niño y
ángeles (h. 1452) del Real Museo de Bellas Artes de Amberes, que
enriquecerá temporalmente las colecciones de pintura francesa del Museo del
Prado. Una obra excepcional con un carácter singular que se debe no solo a su
autoría -Jean Fouquet, es el pintor y miniaturista más destacado del siglo XV
en Francia- sino a ser única en el conjunto de su producción, gracias al efecto
irreal que consigue con el manejo del color y el tratamiento de los volúmenes.
La obra
Etienne
Chevalier, tesorero de los reyes de Francia Carlos VII y Luis XI, encargó a
Jean Fouquet un díptico que permaneció en la iglesia colegial de Nôtre Dame de
Melun hasta que a finales del siglo XVIII fue dividido. El panel izquierdo,
perteneciente a la Gemäldegalerie de Berlín, muestra a Etienne Chevalier
arrodillado, acompañado por su santo patrón san Esteban, mientras que el panel
derecho, propiedad del Real Museo de Bellas Artes de Amberes, representa a la Virgen
de una manera sorprendentemente original en el contexto de la pintura francesa
de la época y permanecerá en el Museo del Prado hasta el 25 de mayo como ‘La obra
invitada’.
En
esta tabla de La Virgen con el Niño y ángeles, verdadera obra maestra del siglo XV,
Jean Fouquet evidencia la forma singular con que tradujo en imágenes las
distintas influencias que contribuyeron
a la gestación de su arte. Si la iconografía y, en particular, los ángeles
monocromos rojos y azules están en deuda con la tradición nórdica, el modo en
que resuelve la composición y la materializa evidencian su conocimiento del
arte flamenco y del Quattrocento italiano. La forma de traducir las diferentes
materias y los efectos de luz como el
reflejo de la ventana sobre la superficie pulida de las dos bolas del trono
remiten a Jan van Eyck. La construcción geométrica del espacio y su gusto por
las formas puras, como la cabeza oval de la Virgen o sus senos trazados como con
compás, evocan las obras de Paolo Ucello y de Piero della Francesca.
Fouquet
representa aquí a María como Madona de la leche, en posición frontal, ante un
rico trono. La corona de ricas perlas y piedras preciosas, que descansa sobre
su cabeza sujetando un velo transparente,
la identifica como reina de los cielos. Lleva una capa de armiño y un traje de
seda gris, que destaca su cintura estrechísima, mientras que el corpiño abierto
deja ver uno de sus senos redondos. La Virgen sostiene a su Hijo desnudo sobre
su rodilla izquierda. La posición escorzada del Niño hacia el lado izquierdo de
la tabla -hacia donde dirige su rostro y su dedo índice-, conecta esta tabla
con la de la izquierda del díptico en la que aparece el donante arrodillado con
el rostro dirigido hacia la derecha, donde se encuentra Jesús.
María,
con su piel blanca como el marfil, encarna el ideal de belleza de la época,
casi sin cejas, con el nacimiento del cabello muy hacia atrás y unos rasgos,
que según la tradición, serían los de Agnes Sorel, la amante del rey Carlos VII
-la primera amante real reconocida de forma oficial, poseedora de una gran
belleza-, y de la que Etienne Chevalier fue testamentario.
El autor
Jean
Fouquet (Tours, h. 1420-1481), el mejor pintor y miniaturista francés del siglo
XV, obtuvo ya en vida el reconocimiento a su valía. El escultor, arquitecto y
tratadista Antonio Averlino, il Filarete
(1400-1469), en su Trattato
dell’arquitettura (1460-1465), menciona a Fouquet como uno de los artistas
capaces de realizar el ciclo de pinturas del palacio que propone construir para
Francesco Sforza, duque de Milán hasta 1469, en su ciudad ideal, la “Sforzinda”. Filarete conoció a Fouquet en
Roma -como dice expresamente en el texto del tratado-, donde el pintor de Tours
había realizado en tela el retrato del papa Eugenio IV, fallecido en 1447,
destinado a la sacristía de la iglesia de Santa María sopra Minerva de Roma,
que le proporcionó una gran fama.
En
el juicio que emite sobre Fouquet, Filarete dice que “È buono maestro, maxime a ritrarre del natural”, expresión que en
el siglo XV se debe entender no como que era un buen retratista -que también lo
era-, sino como que era bueno sobre todo en pintar “del natural”, esto es,
representando figuras, objetos, paisajes..., directamente, sin recurrir a
modelos. Como los mejores pintores italianos de la generación de Filarete
habían fallecido ya –Massacio, Masolino, Domenico Veneziano, Fra Angelico y
Andrea del Castagno-, a su juicio es conveniente mirar hacia el Norte, donde,
tras morir Juan de Brujas -Jan van Eyck-, quizá reste el Maestro Roger -van der
Weyden- o en su defecto este francés Fouquet, al que Filarete denomina
“Grachetto”, sin duda por error más que por tratarse de un sobrenombre.
Los
pintores que Filarete incluye en su lista, los de mayor relieve en la primera
generación de renacentistas italianos y también entre los flamencos,
proporcionan una idea del reconocimiento, de la alta estima, en que el
florentino tenía al pintor de Tours, muy valorado en Roma, donde residió durante
su estancia en Italia. Si los italianos admiraron su formación flamenca, su
capacidad por reproducir la realidad, cuando volvió a su Tours natal, los
comitentes de Fouquet debieron valorar también lo que había aprendido en
Italia. La síntesis personalísima de su estilo, entre Flandes e Italia -como
muchos años después hará el pintor castellano Pedro Berruguete-, en la que no
falta la aportación de la tradición francesa en la que se formó, junto con su
intrínseca calidad, sitúan a Jean Fouquet entre los mejores de la historia de la
pintura.
Buena prueba de ello son sus obras más
destacadas: el díptico de Melun (h.
1456), los retratos del rey Charles VII
(h. 1450-1455) y de Guillaume Jouvenal
des Ursins (h. 1460-1465) –los dos en París, musée du Louvre- y la Piedad (h. 1470) –in situ, en la iglesia de Nouans, cerca de Tours-, entre las
pinturas, y Les Heures d’Etienne
Chevalier (h. 1452-1460, Chantilly, musée Condé) y Les Grandes Chroniques de France (h. 1455-1460) y Les
Antiquités Judaiques (h. 1470) –las dos en la Bibliotheque Nationale de
France-, entre las miniaturas.
Actividades complementarias
Durante
el período de exposición de la obra de Jean Fouquet, La Virgen con el Niño y
ángeles del Real Museo de Bellas Artes de Amberes, el Museo del Prado
organiza breves explicaciones frente de la obra para
situarla en su contexto histórico-artístico y comentar su presencia en el Museo
en relación con su colección.
De lunes a
jueves a las 11.30 y 17.30 h.
A partir del 17
de febrero
Sala 57A.
Actividad gratuita para los visitantes con entrada al Museo
Pilar Silva, jefe de departamento
de Pintura Española (1100-1500) y Pintura Flamenca y Escuelas del Norte (1400-1600) y responsable de esta nueva edición del programa ‘La obra
invitada’, impartirá una conferencia
en el auditorio el próximo 19 de febrero a las 18.30h.
Más información
en www.museodelprado.es
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