¿Se
casó Don Felipe de Borbón y Grecia, Príncipe de Asturias, con la mujer adecuada?
Esa es la pregunta que se hacen hoy muchos españoles, al cumplirse los diez
años de su matrimonio. Chocó ese matrimonio hasta el extremo, por el hecho de
que el Príncipe se casara con una presentadora de TV divorciada y que de
inmediato se cerrara su sentencia de divorcio con siete llaves como el sepulcro
del Cid. Las oscuridades no gustan. Luego han venido derivadas de la vida
anterior, de su pasado personal, como lo cuenta el libro Adiós princesa de su primo carnal, David Rocasolano, donde se dicen
cosas tremendas, que no han sido desmentidas.
Letizia
Ortiz Rocasolano, hoy princesa de Asturias consorte, no acaba de despertar las
simpatías de la gente. No ha sabido ganarse la popularidad positiva, no ha
hecho el esfuerzo de comportarse como Serenísima, como una princesa que después
va a ser reina. Se la sigue viendo forzada, envarada, impostada a la hora de
hablar. Le falta la naturalidad que se ve en otras princesas europeas. El hecho
de que se haya hecho diversas operaciones de estética da que pensar que se ha
tomado el puesto y cargo como un escaparate con papel de actriz.
Lo
que peor lleva la opinión pública es su carácter de mandona, de falta de autocontrol
cuando se quiere ir de los sitios, como sucedió en Roma y en otros lugares,
donde es ella la que exige al Príncipe heredero en público, con un “¡Vámonos!”
y hasta “es la tercera vez que te lo digo”. Las personas testigo se quedan
estupefactas. Ese comportamiento ya lo puso de manifiesto con el gesto y
palabras al Príncipe de que no la interrumpiera cuando la presentó como
prometida. No nos gusta a nadie esa faceta de ir arrasando.
Hoy
Letizia se presenta como agnóstica para no apadrinar en un bautismo. Se veía
venir. Un arribismo de oportunismo puntual.
El
hecho de que no acabe de integrarse en la familia Borbón y se permita llevarse
mal con sus cuñadas y hasta casi no dirigirles la palabra, parece grotesco;
como si ella fuera de pura por la vida cuando hay hechos y gestos más graves
que el de apropiarse de dinero. Con la familia en desgracia –aunque sea por su
propia culpa- hay que tener cierta indulgencia –aunque se tomen
algunas medidas-, pues lo contrario dice poco a su favor. La misma comprensión
que tuvo con su hermana.
El
hecho de que no facilite su presencia ni la de las Infantas a la prensa dice
poco a favor suyo, máxime siendo periodista.
El
Príncipe de Asturias sin embargo ha ganado con su matrimonio, ha madurado. El
hecho de ser padre le ha dado una mejor actitud y lejos parecen haber quedado
sus ademanes anteriores de niño pijo. Los tiempos tampoco se prestan a ello.
En
conclusión: No sé si el Príncipe se ha casado con la mujer adecuada. El
enamoramiento pasional del comienzo suena bien para el debut, pero había que
pensar que no sólo buscaba una mujer sino una reina para los españoles. Estuvo
dispuesto a renunciar si no se casaba con Letizia, dada la no aquiescencia del
Rey, lo cual dice de su mucho empeño para hacerlo y menos de su reflexión de
futuro.
Ahora el Príncipe tiene que
seguir adelante con lo que hay y salvar la situación con objeciones lo mejor
que pueda, sobre todo de cara a la educación de las Infantas. Afortunadamente
hay un contrato prematrimonial, que con más sensatez preveía lo que se
adivinaba.
Hoy sólo cabe desear buenos
augurios a la pareja y desear que ella controle su carácter impulsivo de mando
e imperativo, pues más de uno piensa que si no lo hace, cuando sea reina será
un peligro institucional. El Príncipe de Asturias es él y apostó mucho por
casarse con Letizia, lo menos que puede hacer ella es corresponderle con
respeto y ayuda. A ella, las encuestas no la favorecen. Sería terrible que el
Rey no se atreva a abdicar –como se dice- por temor a las ventoleras de
Letizia.
Algunos medios informativos han hablado de divorcio, después del viaje de los Príncipes a Buenos Aires por la candidatura y la incidencia de la actitud bronca de Leticia con la Moncloa por el avión de regreso. Felizmente se ha superado esa crisis, que un comunicado de La Zarzuela calificó de "altibajos" en el matrimonio. Lo cierto es que si tuviera que haber divorcio, más vale antes de que ella llegue al trono.
Algunos medios informativos han hablado de divorcio, después del viaje de los Príncipes a Buenos Aires por la candidatura y la incidencia de la actitud bronca de Leticia con la Moncloa por el avión de regreso. Felizmente se ha superado esa crisis, que un comunicado de La Zarzuela calificó de "altibajos" en el matrimonio. Lo cierto es que si tuviera que haber divorcio, más vale antes de que ella llegue al trono.
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