Julia Sáez-Angulo
El Museo San Telmo de San Sebastián
presenta una singular colección de trajes de alta costura de la segunda mitad
del siglo XVIII bajo el título de Frivolité:
Indumentaria del siglo XVIII. Se
trata de una serie de ejemplares refinados, cortesanos, de lujo, procedente en su mayor parte de una donación
al citado museo por el coleccionista Santiago Arcos, que a su vez los adquirió
en su momento.
Se trata de la primera ocasión en
que se exponen estas cotizadas e infrecuentes piezas, después de haberse restaurado
oportunamente, algo que ha requerido una lenta tarea de especialistas. La
exposición permanecerá abierta hasta el
28 de septiembre. Vale la pena una visita.
No es frecuente encontrar este tipo
de trajes del XVIII en museos, ni siquiera los del Traje, por lo que constituye
una ocasión singular de contemplar
aquella moda de una sociedad refinada en palacio, que utilizaba ricos tejidos
bordados, con formas muy particulares que reflejan la riqueza y sensualidad de
una clase galante en palacio.
Por su lujo, muchos de estos trajes
se han guardado largo tiempo en baúles y armarios, pero no siempre en las
adecuadas condiciones, por lo que llegado el momento de su deterioro se han
desechado, algo que no ha ocurrido con las piezas expuestas en San Telmo. Algunas
han sido retocadas para actualizarse bien para utilización en el teatro o
para disfraces de carnaval e incluso para
ornamentos eclesiásticos, lo que les ha hecho perder su valor original de
testimonio indumentario.
Chupas, jubones, calzones, casacas y
vestidos dan cuenta de una manera de hacer y de engalanarse de la alta sociedad
del XVIII en la mayoría de las cortes europeas. Los trajes se acompañan de
accesorios como bolsos, abanicos, etc. Todas las piezas se presentan en un
contexto de época junto a revistas de moda, cuadros y estampas procedentes de
los fondos del museo.
Toda la indumentaria expuesta da cuenta de la estética
del vestir en los salones del XVIII, con esa cierta “frivolité” de los tiempos
en que se confeccionaron y se exhibieron.
En suma, de la casaca al frac, junto
a historias curiosas sobre la prohibición de la bragueta o las matizaciones del
color amarillo, detestado hoy por los actores porque con él murió el dramaturgo
Molière. La moda francesa domina en el XVIII y París era la referencia de la
elegancia, algo que iba a permanecer largo tiempo.
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