ARTISTAS Y OBRAS EN EXPOSICIÓN
SCORE es una muestra
de producción propia que aborda la relación entre imagen y sonido. Del cine
experimental a obras conceptuales basadas en el cine narrativo, y a trabajos
que prestan especial atención a la gramática del sonido y de la imagen en
movimiento, esta muestra reúne un conjunto de obras de 18 artistas de distintas
generaciones, desde los años setenta hasta la actualidad.
Meris Angioletti (Bérgamo, Italia, 1977; vive y trabaja en París y Milán)
Martin Arnold (Viena, Austria, 1959; vive y trabaja en Viena)
Eugènia Balcells & Eugeni Bonet (Barcelona,
1943; vive y trabaja en Nueva York y Barcelona / Barcelona, 1954; vive y
trabaja en Barcelona)
Guy Ben Ner (Ramat Gan,
Israel, 1969; vive y trabaja en Tel Aviv)
Manon de Boer (Kodaicanal,
India, 1966. Artista neerlandesa, vive y trabaja en Bruselas)
Tony Conrad (New
Hampshire, Estados Unidos, 1940; vive y trabaja en Nueva York)
Keren Cytter (Tel Aviv,
Israel, 1977; vive y trabaja en Nueva York)
Anna Franceschini (Pavía, Italia,
1979; vive y trabaja en Roma)
Douglas Gordon (Glasgow,
Reino Unido, 1966; vive y trabaja en Berlín y Glasgow)
Ragnar Kjartansson (Reykjavík,
Islandia, 1976; vive y trabaja en Reykjavík)
Annika Larsson (Estocolmo,
Suecia, 1972; vive y trabaja en Berlín)
Christian Marclay (San Rafael,
California, US, 1955; vive y trabaja en Nueva York y Londres)
Dóra Maurer (Budapest, Hungría,
1937; vive y trabaja en Budapest)
Jacopo Miliani (Florencia,
Italia, 1979; vive y trabaja en Milán)
Lis Rhodes (Londres, Reino Unido,
1942; vive y trabaja en Londres)
Manuel Saiz (Logroño, 1961;
vive y trabaja en Berlín)
Diego Santomé (Vigo, 1966;
vive y trabaja en Nigrán, Pontevedra)
ZimmerFrei (colectivo de
artistas fundado en Bolonia, Italia, en 2000. Con sede en Bolonia y en
Bruselas)
[Massimo
Carozzi (1967, Massa, Italia), Anna de Manincor (1972, Trento, Italia), Anna
Rispoli (1974, Bassano del Grappa, Italia)]
SÍNTESIS DEL PROYECTO EXPOSITIVO
SCORE es un proyecto
expositivo que juega con diferentes significados de este término como medio
para navegar a través de una serie de obras de cine, vídeo, e instalaciones.
Esta muestra pretende dirigir la fascinación por el sonido y el arte sonoro
hacia el contexto de la imagen en movimiento. Tomar el término score como marco físico, conceptual y
estructural, nos ayuda a observar los fines aparentemente dispares de la
producción artística en el cine y en el vídeo, y el modo en que estas obras
abordan la relación entre imagen y sonido.
La relación entre artes visuales y narración, que ha inspirado y
caracterizado en gran medida las obras de cine y vídeo de las dos últimas
décadas, ha dado paso a un interés por la cuarta dimensión: el tiempo. Este
desplazamiento puede ayudar a explicar un papel más ambiguo del sonido como
expresión temporal en las artes visuales, una mayor atención al concepto de score en la imagen contemporánea en
movimiento, y un renovado interés por los trabajos históricos.
Los múltiples significados de la palabra —score como corte o arañazo, como banda sonora, y como partitura
musical— permiten yuxtaponer diversas prácticas artísticas que, dentro del
extenso ámbito del cine, se centran en las relaciones entre imagen y sonido. El
gesto de cortar o arañar está presente en multitud de obras del cine
experimental —donde el celuloide es manipulado físicamente— así como en el
esencial proceso de montaje, mientras que la idea de score como partitura musical nos pone en relación con nuestra
experiencia del cine y nuestra comprensión de la banda sonora: diálogo, sonido
y música.
Frente al hábito de considerar imagen y sonido como un todo orgánico,
las obras presentes en esta exposición pueden ser observadas en relación con lo
que Michel Chion denomina “contrato audiovisual”, en el que ambas percepciones
—visual y auditiva— están en constante negociación. SCORE presenta un conjunto
de instalaciones, películas y vídeos que giran en torno a las distintas
acepciones de este término, desde el cine más experimental a obras conceptuales
basadas en el cine narrativo, y trabajos que prestan especial atención a la
gramática del sonido y de la imagen en movimiento.
A través de sus afinidades y divergencias, las obras resuenan entre sí
y construyen una geometría inesperada de relaciones que estructura la propia
exposición como una partitura, en la que el ritmo y los tonos de imagen y
sonido sacan a la luz todo el potencial de la arquitectura panóptica del MARCO.
TEXTO CURATORIAL
Score
Entre la imagen y el
sonido
Sarra Brill y Anna Cestelli Guidi, comisarias de la
exposición
Esta exposición —que no pretende ser enciclopédica,
histórica, ni tampoco el correlato visual de una formulación teórica— se
construye en torno a diversas obras que dialogan sobre prácticas artísticas
relacionadas con el sonido y la imagen en movimiento. Se trata de una
composición de límites difusos, de fraseos y variaciones, un ámbito libre e
interdisciplinar en el que sonido e imagen se encuentran y en la que artistas,
cineastas y músicos de disciplinas totalmente diferentes producen obras cuyos
ecos, tonos y notas resuenan internamente, y también entre sí. El título de la muestra,
SCORE, saca partido de las diversas acepciones de este término como medio para
articular diversas prácticas artísticas, y redirigir la fascinación actual por
el sonido hacia la relación entre imagen y sonido. La palabra score denota también el modo en que las
obras se distribuyen y relacionan entre sí. SCORE se convierte en la idea que
compone la exposición, así como en el mecanismo lingüístico que describe su
propio contenido.
Somos cada vez más conscientes de la relación entre componentes
visuales y sonoros en las obras de imágenes en movimiento. Exposiciones y
publicaciones recientes han puesto de relieve el uso del sonido en el contexto
de las artes visuales. A la hora de articular la ontología del arte sonoro, normalmente
buscamos paralelismos, volviendo la mirada hacia otras formas de arte. Sonido e
imagen en movimiento tienen similitudes estructurales, y la más importante es
que ambos medios están basados en el tiempo, en una dimensión temporal. Las
prácticas relacionadas con el sonido y la imagen en movimiento han dominado la
producción cultural del siglo XX, como fuente inagotable de cine, música y
otros medios de cultura de masas, y sus equivalentes vanguardistas, fringe y underground. Además, hoy en día la omnipresencia de dispositivos
móviles y redes digitales ha traído consigo un flujo constante de estos medios,
que inundan nuestra vida cotidiana.
El campo del film experimental, y el más amplio del cine
experimental, precursor del videoarte y de la denominación global más reciente de
imagen en movimiento, están plagados de ejemplos de cómo utilizar la propia cinta
de la película como instrumento en sí misma. Esto se refleja en un gran abanico
formal, que va desde el rasgado del celuloide hasta la aplicación poética de
procesos pictóricos sobre la película, pasando por el cine estructuralista,
entre muchos otros. Estos antecedentes artísticos traen a colación otro
significado de la palabra score —como
“arañazo”, “corte” o “incisión”— para referirnos a obras que surgen de este
canon.
Tony Conrad, cineasta, artista, compositor, músico y performer, realizó
la instalación Yellow TVs (1973) para
crear películas y formas fílmicas de duración indefinida, yendo más allá de sus
experimentos anteriores en el cine estructuralista. Conrad crea un espacio
meditativo mediante la presencia de un sonido eléctrico continuo producido por
la amplificación de la misma fuente lumínica que mantiene en funcionamiento los
paneles de “televisión”, consistentes en pinturas sensibles a la luz. Este uso
del material pictórico en Yellow TVs
se puede observar también en la obra experimental de Lis Rhodes —el film de 16 mm Dresden Dynamo (1974)— y en la instalación de Meris Angioletti Le Songe Vert. Variation 2 (2014). Ambas
trabajan manipulando el celuloide. La colorida abstracción de rayas, puntos y
rombos de color rojo y azul que bailan por la pantalla está copiada sobre la
banda sonora óptica del film, creando un juego entre sonido e imagen que tiene
su traducción literal en la frase “lo que ves es lo que oyes” (y viceversa). Meris Angioletti manipula las propias
diapositivas, mezclando gelatinas de colores para crear una multiproyección,
una orquestación de abstracciones, color y luz.
Otras tendencias del cine experimental, como found footage (metraje encontrado), samplings y técnicas de reapropiación, son
similares a las del videoarte, lo que también ayuda a ubicar parte de las obras
presentes en la exposición. El material procede de vinilos antiguos, películas
de Hollywood, animaciones, obras de arte cinematográficas y películas de culto.
En su obra más reciente en vídeo, Martin
Arnold se apropia de dibujos animados norteamericanos, eliminando todo
rastro de imagen que permita una continuidad narrativa, y utiliza sus
movimientos abstractos y formas desencajadas como notas en un teclado o
elementos de percusión en una batería. Los fotogramas del vídeo de Arnold se
convierten así en una paleta visual y sónica de ruidos y sonidos rítmicos y
armoniosos. La hipnótica obra de Christian
Marclay —titulada irónicamente Looking
for Love (“buscando el amor”), 2008— consiste en una grabación de media
hora en la que el artista, moviendo erráticamente la aguja de un tocadiscos, busca
literalmente la palabra “amor” en viejos vinilos de los años cincuenta y sesenta.
En este caso, los surcos del disco tienen una analogía directa con la palabra score. Por su parte, en Soundtrack (2012), Guy Ben Ner utiliza como readymade
un fragmento de once minutos del audio de La
guerra de los mundos (2005), de Steven Spielberg, y dobla la banda sonora
con imágenes que reinterpretan la acción, en una grabación del artista con sus
hijos en su propia cocina. En el film experimental 133 (1979), Eugènia Balcells
y Eugeni Bonet vinculan clips de found
footage con una grabación sonora en vinilo que hallaron casualmente, reconectando
de este modo imagen y sonido.
La impactante instalación de Douglas Gordon, Feature Film
(1999), utiliza el film Vértigo, obra
maestra de Alfred Hitchcock, como punto de partida para su propia película.
Gordon pone en escena la banda sonora original de Bernard Hermann, pero mostrando
solo al director de orquesta. Invierte así la diégesis o desarrollo narrativo,
de modo que banda sonora y película se fusionan en una única entidad. Jacopo Miliani crea una experiencia
íntegramente auditiva al apropiarse de la banda sonora de Profondo Rosso (Rojo oscuro),
el icónico film de terror de Dario Argento, presentándola como un experimento
de cinéma pour l'oreille para analizar
el potencial del audio sobre la imagen.
Buena parte de las obras en la exposición
se resisten a una definición categórica, y giran en torno al concepto de score a través de tendencias poéticas, técnicas,
o procesos de investigación. El film estructuralista Kalah (1980), de Dóra Maurer,
realizado en colaboración con el músico Zoltán Jeney, está construido como un
contrapunto de formas abstractas y música. En la obra Presto, Perfect Sound (2006), Manon
De Boer corta la imagen de una grabación de una sonata de Bartók para
violín y la adapta al sonido preeditado, jugando a invertir el tradicional
dominio de la imagen sobre el sonido en el cine. En la instalación titulada God (2007), de Ragnar Kjartansson, el imperfecto “bucle humano” de la voz difiere
de la perfección lineal del dispositivo de grabación. Dentro de las salas, las
imágenes de los intérpretes de ambas obras resuenan entre sí, y con el director
de orquesta en el film de Gordon, como una espectral orquesta de músicos que
nunca coinciden en el tiempo.
La doble instalación de Annika
Larsson, compuesta por Animal (in 14
Movements), y A Score for Animal (2012),
lleva el diálogo de Score más allá de
la imagen proyectada. Larsson añade sus propias aportaciones musicales a un
enigmático retrato fílmico de personas disfrazadas de animales antropomórficos,
y crea una abstracta banda sonora de imágenes y textos como potencial banda sonora
del film. En Rose Garden (2014), Keren Cytter juega con las
posibilidades acústicas de la estructura narrativa como vía para convertir el
diálogo en notas, acordes y complejos arreglos de juegos de palabras
multifónicos, con resultados desorientadores.
Las obras poéticas, escultóricas y reflexivas de Anna Franceschini, ZimmerFrei
y Diego Santomé ofrecen una reflexión acerca del sonido mecánico de los dispositivos
de proyección. En Nothing Is More
Mysterious. A Fact That Is Well Explained, de Anna Franceschini, el movimiento circular de la cámara tiene una
musicalidad propia que nos remite a las grabaciones de Marclay, y el scroll vertical del papel perforado de
la pianola recuerda a una cinta de película incorpórea en el espacio. Por el
contrario, los visores en 3D de ZimmerFrei
congelan la imagen en movimiento y extienden el espacio temporal a través de la
composición sonora. En Cinematógrafo (7
metros 30 centímetros), de Diego Santomé,
la imagen proyectada es la del propio proyector, y el sonido es tan solo el
suave tic del motor, lo que nos lleva de nuevo a la afirmación de Lis Rhodes
sobre su propio trabajo: “lo que ves es lo que oyes”.
En Specialized Technicians Required:
Being Luis Porcar (2005), Manuel
Saiz aborda de forma paradójica las dimensiones del cine y el arte
contemporáneo, en una obra en la que imagen y sonido sincronizado nunca se
encuentran, devolviendo así el protagonismo a uno de los temas centrales de SCORE.
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