L.M.A.
Pilar
Aroca (Madrid, 1937), cursó estudios de Bellas Artes en la Escuela de Artes y
Oficios de Madrid; y estudios de Filología en la UNED. Miembro de la Junta
Directiva de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles (Tesorera); y
Académica de Número de la Academia de la Hispanidad (Miembro de su Comisión
Permanente).
Ha
publicado 7 libros de Poesía; colaboradora asidua de periódicos y revistas de
Arte y Literatura; figura en libros de texto, y en muy diversas antologías de
España y América; ha sido musicalizada, y traducida al inglés, italiano y
hebreo. Cultiva el Dibujo, el Artículo, la Narrativa y la Crítica Literaria y
de Arte.
Entre
otras distinciones figuran en su haber los premios de Poesía: Alcaraván 1987;
Premio Hilly Mendelssohn 1987; y Ciudad de Benicarló 1992. Y en relato breve:
dos “Huchas de Plata”, 1986 y 1987.
Poemas
SONETO
DONDE SE HABLA DEL DESTINO DE LA REINA ISABEL LA CATOLICA, Y DEL FINAL DE SU
IMPERIO:
No
fuera el viento azul del firmamento,
ni
ese sol ni esa luna tan lejanos;
ni
tampoco esos astros meridianos
rutilantes
de luz, dulces de acento.
Ni
siquiera esa mar en movimiento.
Ni
fueran los planetas más arcanos.
Fuese,
quizá, la Cruz -en vuestras manos-
vuestro
latir y vuestro sentimiento.
“Tanto
montó Isabel como Fernando”.
Mas
en Vos descansó nuestro destino
que
una España Imperial ibais soñando.
Qué
hermoso fue soñar mientras soñasteis.
Qué
duro fue con Vos vuestro camino;
y
qué ajeno el Imperio que forjasteis…
Agustina de Aragón, por Goya
En ese instante
en que
la luz en la tiniebla crece
desmesurada
y ciega;
cuando
el clamor,
en
el Portillo, expande, presuroso,
los
dedos sordamente;
cuando
la sangre huele a sangre
ungida
y española,
amaneces
allí, Agustina
Saragossa
y Doménech,
varona
de la luna,
matrona
de una patria
inmolada.
Y
te enciendes
en
ávidas hogueras.
Él
te pintó
como
se pinta un mito:
a
tus plantas vencidos los gabachos,
erguida
y altanera,
con
la mirada ardiente
y
el brazo justiciero.
Leves
los pies y leve la cintura;
el
talle, estrangulando
tu
corazón de madre,
y
el pecho generoso,
que
amamantó su tierra.
Te
creó, se creó
en
el fragor urgente,
victorioso
y solemne de la sangre.
Pilar
Aroca
Queja de la doliente Dorotea
mientras buscaba al veleidoso
Fernando
(Clarividente
bebida)
crisol de vino encendido
son tus labios, ¿quién
lo siente
bajar por el pecho, ardiente,
en tan mortal recorrido?
¿Quién libó el vino prohibido?
¿Quién supo de su dulzura?
¿Quién lo sintió en su cintura
hasta desgarrarle el alma,
y no conocer la calma
hasta entrar la noche oscura?
Clarividente bebida,
néctar puro de tu boca
que, con soñarlo te invoca
y me despierta la herida.
Ave que en mi pecho anida:
vuelve otra vez a encenderme
esa luz que fría duerme
sin esperanza ninguna.
Vino de noche sin luna,
torna, en tu embrujo, a
prenderme.
¡Oh, noche desoladora!
Amarga sombra de noche,
que se cierra como broche,
clausurándome la aurora.
Noche sin luna cantora:
abre el negro de mi ensueño,
para que pueda mi empeño
beber el vino en su copa;
que mi corazón galopa
a los brazos de su dueño.
Pilar
Aroca
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