Julia
Sáez-Angulo
El
Museo de Arte Contemporáneo, MARCO, en la
ciudad mexicana de Monterrey es una
institución singular, de iniciativa privada, que el próximo año cumplirá 25
años y lleva una política de kunsthalle
con importantes exposiciones temporales.
Actualmente la fotografía de
Kati Horna y “Watch me move. Un viaje
por la animación” son las dos grandes muestras que ofrecen al público.
El MARCO, fundado por una
serie de empresarios de Monterrey y dinamizado por la gran labor de Margara
Fernández, gran mujer, en la dirección de la actividad cultural, cuenta con
unas doscientas obras de arte en sus fondos propios, de los que se exhiben un
grupo de esculturas al aire libre en uno de los patios.
El 50 por ciento de las
obras coleccionadas son de artistas mexicanos, el resto de fuera del país, como
por ejemplo el alemán Jörg Immendorf, que fue uno de los artistas premiados por
el premio MARCO en unas primeras convocatorias de premios MARCO, que llevó a
cabo la institución.
A la entrada del museo una gran paloma en bronce del
escultor mexicano Juan Soriano (1920-2006), (primer premio Velázquez otorgado a un artista
latinoamericano), preside la entrada. La pieza, de seis metros de alto y cuatro
toneladas de peso, es de aire picassiano en su concepto. No olvidemos que el artista
español del siglo XX representó con frecuencia la paloma de la paz.
El
edificio, que cuenta con una superficie de dieciséis mil metros cuadrados, es
de fachada de ladrillo rojo y cobra belleza en el interior con el juego de
volúmenes, espacios, luces y color, con que lo ha dotado el arquitecto mexicano
Ricardo Legorreta Vilchis (1931-2011), discípulo del célebre arquitecto Luis
Barragán. El patio de espejos de agua en el interior es de gran efecto visual y
sonoro. Un chorro de agua remueve el estanque cada veinte minutos y produce una
visualidad renovada a los círculos agrisados del fondo.
Entre
las exposiciones llevadas a cabo por el MARCO destacan las de Manuel Álvarez
Bravo, Matías Goeritz, Frida Khalo, Joan Brossa, Jenny Holzer, Ana Mendieta,
Henry Moore o Isamu Naguchi.
NOTA
BENE .- Sorprende que los vigilantes, principalmente las mujeres, no cuenten
con un asiento para descansar periódicamente de su larga permanencia en pié,
algo muy duro de resistir en días de maternidad y menstruación, en que su
cuerpo se debilita. Es lo habitual en la mayoría de los museos. La denominada coloquialmente
“ley de la silla” en España, promulgada en 1914, fue un ansiado logro de la
mujer trabajadora. Una ley estudiada con atención en el Derecho Laboral.
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