Julia
Sáez-Angulo
Al
escritor Mario Vargas Llosa le encanta la erótica del cuerpo en toda su obra y
no ha desaprovechado la ocasión de hacer su particular homenaje teatral al celebre
Decamerón (1351) de Boccaccio. El Teatro Español ha puesto en pie su obra Los Cuentos de la Peste, al igual que ha
hecho en pasadas ediciones, donde el propio autor interviene como un personaje y un cierto atractivo para el público.
Juan Ollé dirige la
representación en la que intervienen los actores Aitana Sánchez-Gijón (habitual
musa teatral de Vargas Llosa), Pedro Casablanc, Marta Poveda y Oscar de la
Fuente. Todos ellos unidos al propio Vargas Llosa, que interpreta al Duque
Ugolino, dan vida a números personajes que van apareciendo en las largas dos
horas que dura el espectáculo.
El montaje tiene su gracia,
al representar un jardín con una fuente central, donde se dan cita los
personajes para jugar a ser unos y otros, en aras de las mentiras que van entreteniendo
el encierro, mientras la peste tiene cercada a Florencia. Un montaje
ciertamente sencillo e ingenioso al mismo tiempo.
El espíritu, la forma y los
ecos del Decamerón están presentes en el destilar de cuentos donde el Medioevo
se ponen de manifiesto con las historia de clérigos, monjas, abadesas, ermitaños,
doncellas… Picardías, seducciones, cópulas y no cópulas de principio a fin, con
un ritmo bastante bien llevado.
Vargas Llosa interpreta a
Ugolino frente a Aitana Sánchez-Gijón como Aminta, condesa de la Santa Croce,
la esposa díscola. Ambos personajes van dando unidad de principio a fin, con
intervención del propio Boccaccio –Pedro Casablanc- en diálogos periódicos con
el Duque.
El escritor peruano/español
lo pasa bien en el escenario. Su papel
es más tranquilo y pasivo, respecto a los otros; su dicción más lenta y
lectiva, no en balde representa a un hombre mayor.
Pánfilo y Filomena son los
personajes que conservan los nombres del Decamerón, interpretados con buena
animación por Marta Poveda y Oscar de la Fuente. Quizás choque el aparente
acento gallego de Filomena en el cuento del ermitaño y algún otro.
En suma un d´aprés del Decamerón, pasado por la escritura de
Vargas Llosa, donde el autor juega con la ambivalencia y el trampantojo de la
verdad y la mentira, el arte y sus apariencias en su parte más interesante,
mientras que la rijosa resulta más obvia.
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