L.M.A.
El artista asturiano Juan Mejica tiene actualmente una exposición retrospectiva de su obra artística en
el Edificio Noble del Parlamento de Extremadura, que permanecerá abierta hasta
finales de abril.
Pedro García
Duran hace un recorrido por la trayectoria del artista en el catálogo y dice en
su última parte:
“En 2005, Juan Méjica inició su
andadura neocubista. Quizá él aún no lo supiera, pero su gran escultura
monumental “El barco de Rubén Darío”, varada junto a la Ría del Nalón en San
Juan de la Arena, le dará pie a una de sus series más fecundas y prolíficas,
así como a un nuevo planteamiento del hecho pictórico. Podemos decir, sin temor
a equivocarnos, que el neocubismo mejicaniano surgió de la escultura, un
proceso sin lugar a dudas atípico pero que obedece a esa constante reflexión e
investigación en búsqueda Barco Vertebrado II, 2008 Hierro brocado sobre una
base de mármol: Barco, 26 x 32 x 4 cm; base, 4 x 49 x 23,5 cm Barcos abarloados
en la ría de San Esteban de Pravia, 2006 Esmaltes sobre cartón couché, 96 x 100
cm 6 de nuevos resultados. En Méjica, como verdadero artista que es, su obra,
aunque disímil y a veces aparentemente inconexa, se engarza como en un sutil
trabajo de orfebrería. El neocubismo, ya iniciado casi inconscientemente en
obras tales como los “paisajes gijonudos”, los “imaginadores de nubes” o sus
representaciones “neourbanistas” y contundentes del Nalón, es una nueva
ordenación del espacio, sirviéndose de los volúmenes y el color como armas
principales. Se trata de una deconstrucción atravesada por una paleta de
colores que le permite la organización del motivo, delimitando superficies y
creando una gama de composiciones rotundas y plenas que hibridan lo figurativo
y lo abstracto, sin decantarse definitivamente , cargando equilibrios de ritmo,
estilizaciones apuradas, afilando geometrías. Un barco o una andanada de barcos
han permitido a Juan Méjica crear un mundo de colores vivísimos y superficies
sabiamente delimitadas, donde lo intelectual, lo espiritual y esencial se unen
en estructuras cuasifigurativas y puramente intuitivas. Resulta, en definitiva,
el neocubismo una personalísima concepción del Arte. Acaso sea la propuesta más
original de Méjica. 3.7. OJOCENTRISMO También Juan Méjica pinta ojos. Cientos,
miles, millones de ojos, imbricados, nerviosos, críticos, rotundos, que desde
cualquier superficie contemplan e indagan al espectador a la vez que atrapan la
luz. Estos ojos son una metáfora plena de su labor creativa e indagatoria. Se
mira para buscar, para conocer, para saber, para entender, y ello porque el
hombre es eternamente visual y el artista, a su vez , resulta un personaje aún
más visual. Y los ojos son arduos, casi conexiones neuronales, resueltos con un
gesto brioso, extensión fisiológica y natural del brazo que resulta incapaz de
la quietud ante el hecho creativo y se arrastra en un furor diná- mico y sin
sosiego que conecta de manera casi irracional el cerebro con la mano que pinta.
Gestualidad ligada al conocimiento y a la reflexión, nexo de unión entre el
hombre que está detrás del artista y la obra de arte que todo artista habrá de
realizar necesariamente como su propio destino inevitable”.
PREHISTÓRICA
“Al igual que las antiguas
civilizaciones, la prehistoria supone una fuente innegable en el acervo
cultural de Juan Méjica. Se nos descubre la serie llena de figuras que podemos
clasificar en animales, árboles, antropomorfos y signos. Pues son las
categorías principales con los que construye obras directamente desleídas del
ojocentrismo en su ejecución gestual y casi automática, plenas de significados
e imbuidas en una magia chamanista donde nos encontramos amplios lienzos
arrugados, a manera de las superficies líticas de las cuevas, en los que se
transparentan escenografías arcaicas o rotundas venus entre colores desgastados
y figuras iconográficas como árboles, toros, caballos y signos de difícil y
mágica interpretación, del mismo modo que cuando nos asomamos al arte parietal,
donde sólo nos cabe la ofuscada interpretación sin ninguna seguridad que nos
ofrezca alguna certeza. Pero la serie no queda aquí, prueba de ello es su obra
“Austrolopithecus asturianensis”, que descubre la extraña osamenta de un
homínido encerrado entre la madera de un viejo castaño a la vez que indaga
sobre el pasado evolutivo del hombre. A donde los ojos me llevan prende la
emoción, 2014 Esmaltes sobre resina con efecto espejo, 27 x 24 cm El Gran Toro
de España mira sobre Europa, 2007 Esmaltes sobre celulosa, 80 x 70 cm 8 4.
SIGNOS, MAGIA E IDENTIDAD
Tres pautas
Tras este necesariamente acercamiento a
la obra de Juan Méjica, vemos que en ésta podemos encontrar tres pautas que la
definen. Son: La seña, entendida como huella o rastro que deja tras su paso
para valoraciones posteriores, exponiéndose así a todo tipo de miradas. En este
punto cabe recordar aquí como paradigmático su “Techo de los Ojos”, en la
Universidad Laboral de Gijón, que demuestra que su paso no ha sido ni inútil ni
estéril. La magia como recurso artístico que le sirve para desvelar significados
profundos y desconocidos, a la vez que como puente de unión entre este mundo
caótico y disperso con la espiritualidad del hombre Paisaje anoréxico (o con
fatiga de materiales), 2013 Cartulinas y listón metálico sobre soporte de
resina, 84 x 47 cm Estructura seminal (Cuboide de los hombres-tierra), 2013
Fundición de hierro, 34,5 x 22 x 25 cm acumulada en milenios de Prehistoria e
Historia, a la vez que ordena, casi religiosamente, el entorno y la realidad.
Y, por último, la identidad. Pues si hay algo característico en la obra de Juan
Méjica es su personalidad totalizadora, que se muestra álgida y desbordante en
cada una de sus piezas, haciéndolas perfectamente reconocibles y distinguibles.
Tal vez, como indicábamos al principio, puede que Juan Méjica sea sólo su obra
y que su obra sea sólo Juan Méjica”
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