domingo, 10 de abril de 2016

Espléndido “Hamlet” por el Teatro Clásico de Sevilla en el Teatro Fernán Gómez








Julia Sáez-Angulo

            Un espléndido “Hamlet”, una de la grandes obra de Shakespeare, interpretada por los actores del Teatro Clásico de Sevilla tiene lugar en el Teatro Fernán Gómez de Madrid. La puesta en escena de la obra coincide con el 400 aniversario de la muerte del dramaturgo británico. Una obra fiel al teatro de la palabra, un Shakespeare muy Shakespeare con algunas resonancias calderonianas de “La vida es sueño”. Un Hamlet con ciertas libertades.

            La obra viene a partir de la traducción es del ilustrado Leandro Fernández de Moratín. El espectáculo es en coproducción con el Festival de Almagro y el Festival de Niebla. Seis candidaturas a los premios Max 2016.

            Los ocho espejos del montaje son todo un símbolo del reflejo que supone el teatro, una multiplicación de la imagen y de las conductas que se repiten a lo largo de las distintas generaciones. En el suelo unos toldos que comienzan con la inocencia del blanco, para pasar a la tensión del negro y desembocar en el rojo de la sangre y pasar al verde césped y por último a la tierra que habrá de albergar el final de todos. La bandera de una Dinamarca podrida en el crimen se agita y se multiplica en el juego de espejos, con gran efecto y belleza. Curt Allen Wilmer (AAPEE) es el diseñador de la escenografía y vestuario.



            Los protagonistas comienzan cubiertos con una capa, de la que se despojan hasta ir poniendo en evidencia su propia desnudez, su debilidad, ambición, crueldad, cinismo… Todos acabarán en el despojo de huesos de bufón Yorik.
           
            Un ritornello que el protagonista repite periódicamente “Ser o no ser, esa es la cuestión”, la célebre frase de Hamlet. Un Shakespeare que suena a Shakespeare con toda su rica reflexión sobre el poder, la vida, la muerte, el amor, el suicidio, la duda, el teatro… todo ello con sabiduría, agudeza, ironía, locura… la locura de la verdad de Hamlet. 

       Las obras de Shakespeare están llenas de citas brillantes como brillante es su pensamiento. Es el escritor universal, el que mejor conoce el alma humana. El teatro de Shakespeare nada tiene que envidiar a los clásicos griegos  y cuando la puesta en escena respeta al mejor Shakespeare se agradece en medio de tanto dislate en adaptaciones inadecuadas que nos han estragado.

            Hamlet, el príncipe atormentado, representado por Pablo Gómez-Pando,  tiene brío en su papel de hombre treintañero. Se hace creíble (aunque el actor se retoca un poco de más el cabello) Amparo Marín hace muy bien su papel de reina Gertrudis (amante del rey y madre de Hamlet); Manuel Monteagudo, de untuoso Polonio, Antonio Campos del prudente Horacio o Juan Montilla de un Claudio con fisonomía de Otelo. Rebeca Torres interpreta bien a Ofelia, si bien sería más acorde al personaje una actriz algo más joven, en paralelo a Hamlet. La buena dirección y dramaturgia es de Alfonso Zurro.

            En suma una obra de teatro que nadie debiera perderse, sobre todo si no se ha visto nunca a Hamlet en el teatro. La escuelas sevillana de teatro como la de pintura son cosa seria que diría un italiano.

           

           



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