Julia
Sáez-Angulo
La
pintora, escultora y diseñadora Francisca Blázquez prepara dos exposiciones
para Tokio y Dubay en su casa taller y el museo situado en Galapagar, por donde
desfilan visitantes de distintas nacionalidades. Creadora del dimensionalismo (1998),
de la pintura cósmica (2001) y del arte energético (2008), la pintora madrileña
prepara sus exposiciones para 2017.
Con estudios en Bellas Artes, Francisca Blázquez (Madrid, 1966), casada y con un hijo, lleva
una trayectoria artística fecunda, con más de
cuatrocientas exposiciones individuales y colectivas dentro y fuera de
España. Entre sus muestras más recientes: la Fundación Paz y Cooperación o el
Hotel Miguel Ángel de Madrid.
Sus
inicios artísticos en los 90 se decantaron por el dimensionalismo, en el que las
cristalografías del agua y la geometría de borde duro lograban volúmenes puros,
hermosos, minerales de gran presencia plástica. Las Juegos Olímpicos de China
seleccionaron su proyecto escultórico, entre los pocos artistas extranjeros
admitidos, entre ellos Botero. “Yo envié la maqueta del monumento en color,
pero ellos la tomaron y fundieron en bronce”, explica la artista al tiempo que
la señala con el dedo.
Coincidiendo
con el cambio de casa y estudio de Madrid a Galapagar, en la sierra madrileña,
Francisca Blázquez vino a “transmutar inexplicablemente su pintura”, cuenta la
autora, “desde la pintura racional y geométrica a otra mucho más emocional,
fluida y espontánea, a un arte energético que transmite bienestar y curación,
algo que ni yo misma creía, pero que he ido comprobando a través de la
evidencia. Al principio todo parece ciencia ficción, pero luego vas entendiendo
las cosas”.
Blázquez
cuenta como se produjo el cambio a través de un político belga que dejó su
actividad pública para dedicarse a la mediación transhimalica y a sus
enseñanzas siguieron las orientales de tres monjes japoneses, que le invitaron
a aprender y practicar la meditación para, a partir de ella, pintar y
transmitir el bien a los otros. “Yo me resistía a creer en estas cosas, pero
poco a poco fui viendo como, después de la meditación, mi obra se cargaba de
energía –comprobada por los radiestésicos- que se transmite y causa mejoría o
sanación en aquellos que están cerca de mi pintura. Has sido varios los casos que
me lo han confirmado”, añade.
pintura de Francisca Blázquez
La curva y la espiral en el universo
La
autora del arte energético recuerda que la energía se transmite por ondas y la
espiral es la forma más rápida en el universo, por eso dejó de forma paulatina
la línea recta para adentrarse en una suerte de automatismo de roleos,
arabescos y espirales que conforman su pintura colorista. Hay cierto esoterismo
en este arte hecho a base de intuiciones y sensaciones que dejan fluir la
energía. “Hay que ir a la fuente, al origen de las cosas donde está la causa.
Yo sé que me puedo comunicar con ella para acceder a toda la información
necesaria. Son relaciones de pensamiento”, dice.
Debido
a este arte energético de sanación y bienestar, comenzaron los llamados
“cuadros personalizados”, hechos por encargo. Después de la meditación, la
pintora se sumerge en la persona o empresa del encargo realizado, para dar en
la clave de lo que aquel o aquella necesitan. Francisca Blázquez recuerda que
“no hay nada casual sino causal. Es la ley de la causa y el efecto. A mí me
llega todo por el boca a boca, que habla de los efectos benéficos de mi obra,
por eso la recomiendan algunos profesionales del coaching”
El
bien lleva a la paz y por ella ha apostado Francisca Blázquez. En su pintura
hay una larga serie de obras dedicada a la paz, algunas con alusiones directas
a Palestina e Israel. Algunos embajadores en España han adquirido obras suyas. Recientemente
se ha embarcado en grandes murales sobre la paz de “flores de loto que crecen entre el barro y el
fango”, para sus exposiciones en Tokio y Dubay en 2017.
Más información
http://www.franciscablazquez.com/
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