A petición de “La
Mirada Actual”, Andrés Salvador Habsburgo, Archiduque de Austria, nos ha
facilitado sus recuerdos de Navidad cuando era niño en el palacio de Persenbeug
Por Andrés Salvador de
Habsburgo-Lorena y Salm Salm
Para una familia con trece hijos de una sola madre y de
un solo padre, que viven en el campo, las Navidades tienen una especial
relevancia.
Ya con la llegada del Adviento empezaban las
preparaciones febriles para la llegada del Niño Jesús en la vivienda. Para el
ama de casa era la preparación de las galletas y dulces que se cuelgan en el
árbol de Navidad. Cada casa austriaca tiene hasta 50 recetas diferentes para
los dulces navideños. Son en su mayoría productos de harina, miel, azúcar,
almendras, canela, vainilla, jengibre, nuez moscada y clara de huevo. Muchos
de ellos son fabricados con un agujero central para ser colgado por
medio de una guita en las ramas del abeto rojo, blanco u otra conífera. Otros dulces
son envueltos en papeles de seda de colores, para ser colgados de un hilo
dorado o plateado entre los adornos del árbol de Navidad.
En cambio el dueño de casa se iba al bosque y con ayuda
de un forestal elegía un árbol de los miles
que hay en el bosque. Mediante anteojos escogían la copa
equilibrada, bonita, tupida y recta de un abeto. El forestal iba en busca del
árbol de unos 20 a 30 metros de altura y, meneándolo, deslizaba la nieve de las
ramas, de esta manera iba tanteando uno y otro hasta dar con el escogido. Una
vez determinado el que iba a decorar la casa, una pareja de leñadores talaban
ese ejemplar de unos cien años de edad. No era solo el hecho de cortarlo, sino
que el trabajo era encontrar un espacio entre los demás árboles sin que se
rompiesen las ramas o la punta de aquel. La caída de un árbol de este tamaño
siempre es un espectáculo. Empieza con el grito "¡árbol va!" y un
quebrar de madera; la velocidad de la caída aumenta y, como con un sonido de
látigo, cae al suelo haciendo temblar la tierra del bosque levantando una
mezcla de nieve, ramas secas y hojas verdes de coníferas. Una vez a salvo, entero
y sin daño o rotura alguna en el suelo, sería desramado, descuartizado y troceado,
hasta el tamaño deseado de aproximadamente 3.750 milímetros del tronco a la
punta. Con sumo cuidado se transporta del bosque al patio de la casa y unos
días antes de Navidad, el árbol será llevado a la habitación de la inminente
fiesta navideña, mientras los niños duermen y no se dan cuenta de las
preparaciones.
¿Y que preparativos habían de hacer los hijos? Pues los niños
debían de portarse especialmente bien. Según su comportamiento, podían colocar
en el pesebre una, dos o tres pajas cortadas al tamaño de la cuna, colocándolas
para que el Niño Jesús tuviera un pesebre mullido y cómodo. Y con qué ahínco se
tomaban los hijos en serio este ejercicio. Desde San Nicolás hasta el 24 de
diciembre, van dieciocho días, lo que equivale a un máximo de 234 pajas.
Mientras los hijos, andan ocupados en portarse bien, el
ama de casa se entretiene con los preparativos de las galletas y dulces de
diferente composición y receta, que requieren cada vez nuevos recipientes,
moldes y formas para hornear a distinta temperatura.
El amo se ocupa del árbol y del despesque del estanque, para reunir los peces necesarios, tanto para su familia como para la numerosa servidumbre, ya que en las familias tradicionales es la costumbre ayunar el día de Nochebuena. Los hijos habían entregado sus cartas al Niño Jesús y los padres habían ido adquiriendo los regalos según los intereses de la prole.
Castillo de Gmünd, Austria, residencia actual del Archiduque
El amo se ocupa del árbol y del despesque del estanque, para reunir los peces necesarios, tanto para su familia como para la numerosa servidumbre, ya que en las familias tradicionales es la costumbre ayunar el día de Nochebuena. Los hijos habían entregado sus cartas al Niño Jesús y los padres habían ido adquiriendo los regalos según los intereses de la prole.
Castillo de Gmünd, Austria, residencia actual del Archiduque
Poco a poco se iban concentrando los diferentes
materiales, antes en la casa y después en una habitación. Según se iba
llenando el pesebre de pajas, aumentaba el nerviosismo y la excitación de los
hijos. En la tarde, después de un escaso almuerzo por lo del ayuno, los
hijos se ponían los trajes de domingo y poco a poco se encontraban todos en una
habitación como antesala al lugar del gran evento. En un momento suena el suave
y agudo sonido de la campanita de plata, que utilizaba la madre siempre para el
cambio de plato. Se abre la doble puerta y todos los asistentes ven un salón oscuro,
donde solo en una esquina brillan las muchas velas de cera encendidas en el
gran árbol que termina en una estrella dorada que toca el alto techo. A su pie
el pesebre con el Niño rubio de brazos abiertos y aureola en la cabeza, así
como sus padres, María y José, junto a la mula y el buey.
La madre se arrodillaba y leía el Evangelio, mientras
todos miraban las mesas de los regalos. Por suerte estaban tapados con grandes
manteles, pero no podían tapar las ruedas de los triciclos o las cunas de las muñecas
que quedaban a la vista. La ceremonia continuaba con la felicitación de todos
los familiares entre sí, así como con la servidumbre según su rango. Una vez
terminada esta parte de la tarde se encendían las grandes luces. Los hijos recibían
los regalos según sus edades y con un largo tubo se apagaban las llamas de las
velas del árbol. El embrujo de las navidades se cumplía una vez más. (*)
El
intercambio de regalos y de comentarios continuaba; solo quedaban los
embalajes, cajas y envoltorios de los regalos. El padre estaba contento, porque
ni el cubo de agua, preparado detrás de la puerta, ni el extintor de fuego habían
sido necesarios. FIN
* El lugar
que el autor describe es el castillo de su infancia, Habsburg Lothringen´sches
Gut Persenbeug, que el Emperador Francisco José regaló a su hija pequeña
Valerie y que más adelante pasó al padre de Andrés Salvador Habsburgo Lorena y
Salm Salm (Persenbeug, Austria, 1936). El castillo lo heredó su hermano mayor
y actualmente pertenece a su sobrino.
S.A.I.R. Andrés Salvador de Habsburgo – Lorena y Salm Salm (Castillo de Persenbeug, Austria, 1936), Archiduque, Príncipe de Toscana, de Hungría y de Bohemia, Gran Maestre de la Orden Internacional de San Huberto, Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro y de la Orden de Calatrava. Es asiduo visitante de España, principalmente de Madrid, Mallorca y Extremadura. Tiene tres hijos.
S.A.I.R. Andrés Salvador de Habsburgo – Lorena y Salm Salm (Castillo de Persenbeug, Austria, 1936), Archiduque, Príncipe de Toscana, de Hungría y de Bohemia, Gran Maestre de la Orden Internacional de San Huberto, Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro y de la Orden de Calatrava. Es asiduo visitante de España, principalmente de Madrid, Mallorca y Extremadura. Tiene tres hijos.
Paisaje a los pies del castillo de Persenbeug
1 comentario:
Doy las Gracias al Archiduque D, Salvador. por su Humildad y demostración en la Fe que fue educado y formado.
Lepido que siga creyendo profundamente en la Fe y que la Natividad de Jesús le culmine sus deseos e ilusión de Felicidad en toda su vida.
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