Francesc Torralba
Por
Carlos Sagardoy
"La persona ¿un ser material o espiritual", ha sido el título de la nueva conferencia del
ciclo “El último martes, con los primeros”, impartida por Francesc
Torralba, que ha tenido lugar el último día de febrero y que está
organizada por la Parroquia Nuestra Madre del Dolor y el Colegio Fundación
Caldeiro de Madrid, y a la que han asistido medio centenar de personas.
El P. Txetxi presentó al ponente, D. Francesc
Torralba. Es filósofo y teólogo y le apasiona escribir. Se
dedica a la docencia universitaria y dirige la Cátedra de Ética de la
Universitat Ramon Llull. Ha publicado más de noventa libros de filosofía. Da
conferencias y participa en congresos. Pero sobre todo le importan las
personas, sus relaciones y su mundo interior.
Francesc Torralba inició su exposición comentando el
gusto por participar en un ciclo de conferencias sobre las personas, pues es el
ámbito donde se mueve, donde el receptor y el emisor son la misma persona,
afirmando que el ser humano es un ser dotado de exterioridad e interioridad.
Ambas dimensiones constituyen una unidad, un ser en cuerpo y alma.
La exterioridad es esa dimensión de
nosotros mismos que conocemos a través de los sentidos. La exterioridad
significa estar atento a esa corporeidad que se expresa que se mueve, a ese
rostro que emite mensajes y a esas manos que comunican fuerza de vida, ayuda,
súplica. La exterioridad revela mucho de la interioridad de la persona, de sus
estados de ánimo.
Para acceder a la interioridad de una persona,
al “castillo interior del alma”, que diría Santa Teresa, disponemos de cuatro
canales o intersticios: observar atentamente su exterioridad expresiva,
escuchar activamente lo que dice con sus palabras y cómo lo dice, estudiar
profundamente las obras que ha realizado y conocer realmente las acciones que
hace.
La interioridad es como un iceberg,
lo que queda dentro. Se describe a partir de distintas potencias o capacidades.
San Agustín nos habla de la memoria, del intelecto y de la voluntad. Capacidad
para comprender, capacidad de actuar y vencer resistencias y capacidad de
aprender de los episodios de su pasado. Otros mapas subrayan la imaginación o
la creatividad.
El ponente habló de interioridad habitada e
inhabitada. En la interioridad inhabitada, sin espíritu, hay capacidades y
potencias, desigualmente repartidas entre los seres humanos. Ningún ser humano
es igual a otro y cada persona es única, singular e irrepetible. Pero dentro
del castillo de Kafka no hay nadie en su interior. A lo sumo un diálogo conmigo
mismo.
En el modelo de la antropología cristiana, la interioridad
humana es una interioridad habitada. En el castillo de Santa Teresa en
su interior hay Alguien que te llama, te convoca, te interpela, te cuestiona,
te consuela, está ahí. Otra cosa es que uno reconozca al Señor y que
experimente ese encuentro con el Señor.
Es un reto darnos la vuelta y entrar dentro del
castillo, eso nos produce temor y temblor. Ya sea porque no queremos ver lo
vacío que está, ya sea porque no queremos encontrarnos con Aquel que dice San
Agustín, el filósofo de la interioridad, que es el maestro interior, porque no
queremos el encuentro con Cristo el maestro interior.
Hay posibilidad de un diálogo. La oración es
ese dialogo con ese Ser que está más íntimo a mí que yo lo puedo estar. “Tú
estabas dentro de mí en la intimidad más profunda, pero yo no me percaté de
ello, quizá porque estaba fuera o no había penetrado hasta el último estrato”.
Y ahora me doy cuenta que tú estás en mí. Pero tú no eres mi ser ni yo soy tu
ser. Tú estás en mí.
En lo más adentro de ti hay alguien además de ti. Hay
un yo que puede auscultar una llamada. Este es el fundamento de la fe.
Si no hay interioridad habitada no puede haber relación personal con Dios. Si
decimos que la fe nace de un encuentro personal con Dios, como dice Benedicto
XVI, presupone que el encuentro puede tener lugar.
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