Can Caldès
Julia Sáez-Angulo
19/08/18 .- MADRID .- Como el
marqués del Viso que se hizo un palacio
en El Viso, porque pudo y porque quiso, la historiadora se compró un
palacio destartalado en Palma de Mallorca, que poco ha poco ha ido restaurando con
fidelidad histórica y sigue haciéndolo, porque la pasión por un habitat puede
ser tan grande o más que el amor. Claro que ella no lo llama palacio, porque en
Mallorca no se llaman así las casas señoriales, sino Casal, cal, can, o ca. Lo de palacio queda para los pretenciosos de
Madrid o de la meseta en general, que tenemos ínfulas castellanas de castillos
y palacios. Los mallorquines llegaron con el rey Jaime I de Aragón y nosotros,
los castellanos, nos ajustamos a los Borbones, más recientes, si bien, los
condes de Palffy saludan con afecto al rey Felipe VI y su familia cuando llegan
a la isla.
El “palacio” de Ángela Garcías i
Truyols (Mallorca, 1966), condesa de Palffy, se llama Can Caldés, es del siglo
XIV con intervenciones posteriores del Renacimiento –época en que se dató por
vez primera-, el Barroco, el eclecticismo del XIX y el modernismo del XX. Tiene
escalinata, un buen patio ajardinado, arcadas, vestigios arquitectónicos de
distintos estilos, que se fraguan con la argamasa del paso del tiempo. Can
Caldès situada en el barrio gótico de la ciudad, que fue esplendoroso de
riqueza y palacios en su tiempo, no está lejos de la hermosa catedral de Palma.
La compró hace 20 años en el estado ruinoso para ser más exactos, en que la
dejaron los antiguos propietarios y la incuria del tiempo. Hoy emerge con la
dignidad que merece, con la ornamentación adecuada, sin caer en el odioso
síntoma de la casa Marie Claire.
Indagaciones históricas llevan Can
Caldés a los Mir de Taulons, a Jafuda Cresques, primer cartógrafo mallorquín
–Joan Oliver, experto en Colón, lo visitó-, y a Pere de Caldès, protegido del
rey Jaime, que dio nombre a la illeta,
a la casa.
Can Caldès ha devorado caudales de
la dueña, pero le ha valido la pena, porque se han encontrado arcos y muros del
primer gótico civil mallorquín. En Can Caldès se han hecho desfiles de moda del
diseñador Carlos Arturo y en la casa, se hacen algunas tertulias de altura con
la historia, la literatura y el arte como tema.
Ángela G. Truyols, con belleza morena en
la línea de los cuadros de Julio Romero de Torres, está casada en segundas
nupcias con Andor Pálffy von Erdöd, conde Pàlffy. Lo hizo con traje nupcial mallorquín
tradicional, modelo tomado de un antiguo cuadro de familia de Ángela. Cuando
nos invitó a tomar el té con distintos pasteles y tartas mallorquinas –no
faltaba la ensaimada- en su comedor de rancio abolengo, fue el conde Ándor
Pàlffy –título del Imperio Austro-Húngaro, oriundo de Hungría y hoy residente en
Austria-, quien tuvo la gentileza de preparar el té y servirnos a las damas
aquella tarde, que libraba el servicio. Chapeau!
Fue una tarde inolvidable en el
salón de Can Caldès, mirando sus cuadros, una colección ecléctica de pintura
antigua y actual; un debate sobre el trasunto pictórico de un cuadro antiguo
religioso, que espera una buena restauración como la casa. Finalmente vino las
fotografías en la estancia privada de Ándor Palffy, donde se guarda una foto de
su padre el conde Paul Palffy von Erdöd (1890 – 1968). ¡Que hombre tan atractivo,
elegante y señorial. Se casó en segundas nupcias con la escritora francesa
Louise de Vilmorin, que en 1933 había tenido una liaison con el que fuera escritor y ministro francés André Malraux y
con el que acabaría sus días (Fina de Calderón, amiga íntima de Malraux, me
habló en su día de ella). Louise de Vilmorin dedicó al conde Paul Palffy, gran
cazador, un precioso libro de poemas escrito a mano, que su hijo Ándor conserva
en Can Caldès.
¡Ay!, como nos gustan a las señoras
los hombres guapos. ¿Quién inventó el dicterio de que el hombre y el oso cuando más feo más hermoso? Nada más incierto …a
menos que le ornen otros atributos.
Volvamos a Ángela G. Truyols, porque
yo, en cuanto veo un hombre guapo, aunque sea en foto, me distraigo. La condesa
de Palffy, como el marqués de El Viso, se compró un palacio en Palma, porque
pudo y porque quiso.
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