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Julia Sáez-Angulo
14/08/18 .- MADRID .- A sus espaldas la llamamos ratita sabia porque es menuda y académicamente es
brillante. Es Doctora en Filología Clásica: Griego y Latín, sin miedo al dicho
gracioso y misógino de mujer que sabe
latín no tiene buen fin. Experta en Mitología greco romana, creó con ella
una nueva asignatura de créditos a la que se apuntaban numerosos alumnos de
distintas procedencias. Para ella, los mitos cristalizan conductas y esas
conductas forman parte de la condición humana, por lo que serán eternos.
Después de todo, clásico quiere decir permanente, de presencia continuada, por más
que los nuevos planes de estudios aparquen las Humanidades –el Latín y el
Griego- que nos explican a nosotros mismos, dejando a hombres y mujeres del presente sin
referencias.
María Dolores Gallardo López (Santa Fe,
Almería, 1946), Lola para los amigos, ha sido profesora de Latín en la
Universidad Complutense hasta muy reciente. Y cuenta siempre, de los años 70, dos
casos flagrantes de machismo rampante: una beca a Alemania para un
condiscípulo, pese a que el expediente académico de ella era muy superior “pero
él es varón y usted solo tiene que pensar en casarse” y un puesto en un colegio universitario de
Segovia a favor de “un padre de cuatro hijos, mientras que usted es una mujer
soltera”, pese a que su examen fue superior. Comprendió muy pronto en qué país y
en qué sociedad se encontraba.
Cuando era joven, Lola Gallardo, a
la que siempre le gustó vestir bien, asistía impecable a dar clases con trajes
de chaqueta y tacones que proporcionaban empaque y presencia a su figura
diminuta y pizpireta, ante alumnos no siempre fáciles de reconducirles a
disciplina y respeto Ella lo conseguía con distintos medios, exigencia, rigor y
confianzas o bromas, las justas; mejor ninguna para evitar degradaciones. En
los 80 tuvo que empezar a cambiar de vestimenta, pues lo de los trajes de chaqueta cantaba entre los profesores, algunos
con pantalón vaquero. Fue entonces cuando
comenzó el tuteo impúdico de los alumnos, pero ella no estaba por la labor de
aceptarlo y cuando se dirigían a ella con un tú, respondía: perdone pero no le entiendo. Al segundo
o tercer intento, alguien caritativo y realista le decía al alumno por lo bajo: trátala de usted. Y ella lo oía de inmediato. “Es la única forma de
que no se les olvide a los alumnos el trato de usted”, explica Lola.
Su Diccionario sobre Mitología Clásica es tan documentado y
completo, que ha dejado obsoletos a todos los demás. Sobre dioses, semidioses,
héroes, amazonas, ninfas, faunos, sátiros y demás personajes relacionados con
el Olimpo, lo sabe todo, no se le escapa un nombre. Una enciclopedia viva.
Internet, antes de Internet, en el tema mitológico. Una maravilla de libro de
consulta. Un volumen de fondo en las bibliotecas. Con dos ediciones agotadas,
no vio un duro. Hay editoriales que más vale que no existieran.
Hubo una etapa de su vida en que no
lo pasó bien. Los sentimientos juegan malas pasadas. Ella me contó –no sé si
debo contarlo- que estuvo cuatro años yendo de la Universidad a su casa y viceversa,
leyendo a Séneca y a Catulo para consolarse. El latino del siglo I a C, le ayudó con sus
reflexiones amorosas. Lo cuento más que nada, por si a alguien le sirve el remedio.
En su casa, Lola tiene una vajilla
con una greca en todo el sentido griego, de oro de 27 quilates, de esas que no
se pueden meter en el friegaplatos y que saca a los amigos en días de ágape. En
el año 2000, un amigo escultor con una copita encima, propuso romperla a lo
Zorba el griego, para celebrar la llegada del nuevo milenio, algo a lo que se
opuso la dueña.
Pero las cosas no quedan aquí. Lola
Gallardo no estaba dispuesta a ser lo que se llama “una persona de nómina”;
sabe de Economía más que un licenciado en ídem e hizo sus inversiones en Bolsa,
adquirió un buen patrimonio y todo por su gran inteligencia financiera, que, en
mi opinión supera incluso a las Humanidades que domina. Lola nos llena de
asombro a quienes la tratamos; sus lecciones sobre el mercado bursátil nos
dejan con la boca abierta. Definitivamente ella es una ratita sabia que nos deslumbra.
Fue conmovedor como cuidó a su madre
anciana y con alzeimer. Lola tiene dos ahijadas rumanas, a las que ayudó desde
niñas y a las que quiere como a verdaderas hijas. Lola comparte; es un ser
increíble en todos los campos.
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