sábado, 22 de septiembre de 2018

Conchita Spínola, entre dos genios del toreo, columna vertebral en la sombra


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Conchita Spínola



Julia Sáez-Angulo

            23/09/18 .- MADRID .- Tenía 15 años cuando había construido un vistoso castillo en la arena de Punta Umbría junto a una amiga, pasó por allí un torero de moda y se lo aplastó con el pié. Ella se le encaró: “Que tú seas El Litri no te da derecho a destrozarme el castillo”. Él la miró sorprendido y reaccionó: le reconstruyó el castillo de arena. Tres años más tarde, en 1967, el torero, veinte años mayor que ella, y la joven de 18, rubia y bonita que llegaba de un internado en Suiza, se casaron en el monasterio de la Virgen de Guadalupe, donde se casaban todos los Spínola, porque tenían sus raíces en Extremadura, aunque residieran en Madrid.  El mismísimo Cristóbal Balenciaga había viajado de Paris a Madrid para diseñarle el traje a la novia.

            Con el tiempo, Conchita y El Litri tuvieron dos hijas, Rocío y Myriam y un varón,  que también quiso ser y fue torero: Miguel Báez Spínola “El Litri”. La dinastía de los Litri, que viene de atrás, y cuenta con un monumento en Huelva.

            Claro que ella, María Concepción Spínola y González-Cocho (Madrid, 1948) puso condiciones al torero para casarse con él: dejaría de firmar corridas. La víspera de casarse, Miguel Báez y Espuny, “El Litri” (Gandía. Valencia, 1930), toreó en una corrida de beneficencia y se cortó la coleta, después de una temporada en la que toreó. Siempre ha dicho que “lo mejor de mi vida es la esposa que tengo”, el mismo que le dijo  cuando ya tenían los tres niños y ella veinti-pocos años: yo me ocupo del campo y la ganadería y tú, niña, de la administración del patrimonio.

            La joven desposada no tenía idea ni experiencia alguna sobre administrar bienes y pensó en estudiar Económicas, pero con inteligencia práctica buscó el inmediato asesoramiento de un experto, Jaime García Añoveros, el abogado que llegaría a ministro y le ayudó a acrecentar bien su patrimonio hasta que lo dejó en manos de su hijo Miqui, cuando se retiró del toreo y siguió acrecentando el patrimonio con la misma inteligencia de su madre.

            Conchita Spínola, mujer inteligente y lectora como pocas, siempre ha sido la elegancia y la belleza de la familia. Pudo haber sido carne periódica del Hola, pero nunca le interesó sino todo lo contrario. Se dedicó por entero a su familia y en ella ha sido y es la columna vertebral de la misma, sobre todo en la vida de los dos varones. Siempre en la sombra, pero columna vertebral, podría ser su divisa. Salvo de soltera, Conchita nunca asistió a una corrida de toros, ni de su marido ni de su hijo, pero sí quiso cuidar y mimar a sus dos hombres y a sus dos niñas, y los protegió bien con el sabio incremento de su patrimonio, en fincas y en casas preciosas, que ella misma decoraba con gusto excelente, tanto como se ha visto en Huelva, Sevilla o Madrid. Le gustan los caballos, porque también le gustan a su marido y sus carros de mulas ganan casi siempre los concursos de la Maestranza en primavera.

            Ella, Conchita Spínola, ha sido consciente de que su marido era un genio del toreo, un maestro y referente, por eso recibía sucesivas medallas y condecoraciones, entre ellas la de la Beneficencia, la Medalla de Oro de Andalucía o la Medalla de Oro de las Bellas Artes, que le entregó S. M. el Rey Don Juan Carlos. Su hijo Miguel hijo iba a emularle con creces. En 1987, padre e hijo se vistieron de luces juntos en la plaza de toros de Nimes (Francia), cuando el más joven tomaba la alternativa. Después, ese joven tuvo un gran éxito taurino junto a otros jóvenes matadores, hijos como él de toreros.

            Cuando en 1999 se retiró, Miguel Litri Spínola comenzó a ocuparse del patrimonio familiar, con tanta o mejor fortuna que su madre. Se casó con la diseñadora Carolina Herrera y tuvo tres hijos: Olimpia, Atalanta y Miguel. Miguel Litri donó 25 trajes de torero a la Virgen del Rocío para hacerle trajes. Sus padres son los mejores anfitriones en su casa del Rocío, por la que han pasado la reina emérita Doña Sofía, los reyes de Bulgaria, los Duques de Badajoz, los hermanos Giscard d´Estaing, Valery y François…

            De Miguel hijo se sabe su gran gesto, cuando el comprador francés de una de sus fincas, Los Guateles, en Cáceres, se echó atrás después de haber pagado seiscientos mil euros de señal, y a los pocos meses, cuando el empresario mexicano Alberto Vallarés la compró, Miguel hijo devolvió la señal al francés. Esto se publicó en la prensa en su día, hace cuatro años.

            Miguel Báez, El Litri, genio del toreo: Conchita, sentido común y acierto en decisiones. Miguel hijo está justo entre ambos. Ella ha sido siempre un bellezón. Alguien calificó a las tres hermanas Spínola de la siguiente manera: Mayte, la genovesa; Conchita, la belleza de Hollywood, y Carmen, la parisina. Yo, no digo nada, solo subrayar como se quieren y apoyan estas tres hermanas. Sí añado que en cierta ocasión en Sevilla, el rey emérito bromeó con Mayte, cuando ella estaba al lado de su hermana, tras un acto público y le pregunto señalando a Conchita: ¿es tu hermana o tu hija?
            Rocío Báez, la mayor de los vástagos de Conchita, estudió pintura -después de su internado en Suiza- con Guillermo Muñoz Vera en la escuela de arte Fundación Arauco; su pintura realista ha merecido premio en Merode, reconocimiento en subastas y en coleccionistas como el abogado Javier Orts, que ha adquirido una pintura de flores de las que pinta Rocío como nadie. Rocío reside en Madrid y Chinchón, mientras que para su hermana Myriam, Huelva, el campo y el amor a los animales, son el mundo que colma sus sueños.

           Rocío Báez forma parte del Grupo pro Arte y Cultura, desde su creación. La fundación Alalá en favor de la educación de niños gitanos necesitados, de la que Miguel Báez hijo forma parte del patronato, recibió la Medalla de Oro Mayte Spínola, y a Conchita se la ve con frecuencia en los encuentros culturales del Grupo y recientemente en el Museo Mayte Spínola de Marmolejo, con motivo de la presentación del gigantesco mural de José Luis Mesas.

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