-->
GUÍA BOIX con su marido el pintor Alfonso Sebastián
Guía Boix, comisaria de exposición en la Casa de Asturias (2018)
Guía Boix, comisaria de exposición en la Casa de Asturias (2018)
Julia
Sáez-Angulo
15/2/19
.- MADRID .- A mí se me antoja que tiene bello nombre y apellido de artista de
teatro o de varietés, según los días. Le caracteriza su sonrisa, su pelo blanco
y sus ganas de aprender y practicar de todo en la vida. Guía Boix es una
narradora oral como Sherezade y, por eso, su marido, el pintor Alfonso
Sebastián le pasa la palabra: “Mariguí, cuéntalo tú, que lo haces mejor”.
Ciertamente ella lo adereza de circunstancias de modo, tiempo y lugar, además de buenas palabras, porque ya se
sabe aquello de que “el diablo de las cosas está en los detalles”.
Todo
en la vida, le gusta, le interesa... Guía Boix Martínez (Llanes, Asturias, 1949) ha tratado a muchos escritores, artistas,
músicos y otros personajes a lo largo de su existencia –es una jubilada
jubilosa de la Administración del Estado- y conoce bien la condición humana,
sus virtudes, méritos, falsedades y secretos, por eso, a diferencia de otros –y
no me quiero señalar- los quiere y los escucha, hombres y mujeres, por eso
la adoran y hasta llevan su foto en la cartera –con permiso de facto del
marido-, porque Guía Boix infunde y da paz a quienes la rodean. Nunca la verás
alterada, sino quitando hierro, yerros e importancia a las querellas y
poniéndolas en un nivel aceptable.
Ella
cuenta que nació como hija rezagada, con una madre madura, un padre sesentón y
dos hermanas adolescentes, por lo que tuvo tres madres durante mucho tiempo. La
alimentaron con amor tan sabio, que lejos de mimarla y consentirla, la hicieron
crecer adulta y generosa. Nacer en Asturias la marcó, porque no ha renunciado a
su cuna, pese a que su padre, que vivía de las rentas, llevaba a su familia a
residir por distintas localidades de España, donde aposentaba sus reales temporalmente
como los zíngaros. “A mi padre no le gustaba vivir en las ciudades, sino en
pueblos, pero habrían de tener dos condiciones: que no estuvieran lejos de la
ciudad, y que pasara cerca el ferrocarril”.
Después
de Llanes, Roa (Burgos) -donde murió el cardenal Cisneros- en y otros municipios, que le
dieron a Guía amplitud de cielos y vientos, recalaron en Torrijos (Toledo) no
lejos del palacio renacentista de Pedro Primero el Prudente, que otros
manuales de Historia llaman el Cruel. Allí conoció a la hermana de Alfonso
Sebastián y por ende al hermano, con el que acabó casándose y teniendo dos
hijos, a quienes en el colmo de la imaginación y la fantasía les pusieron los nombres
de María Guía y Alfonso. Exactamente como sus papás, por si algún lector no se
ha percatado de ello. A esto se le llama perpetuar la memoria histórica y la especie al
mismo tiempo. En todo caso, ellos sintieron que así cumplían con la ley de
reemplazo generacional que exige la Geografía demográfica española y no como otros, que no
alcanzamos el cupo.
Guía,
narradora Sherezade, cuenta a quien desee escucharla, que su nombre se debe a
la patrona de Llanes, la Virgen de la Guía (de los marineros), un escultura de
madera policromada que flotó en el mar Cantábrico y condujo a los marineros a
buen puerto. El pueblo encomendó la custodia de la imagen a la familia de Guía Boix,
que la instaló en una ermita de su finca, con lo que ahora tienen una
servidumbre de paso de la gente para siempre. Su fiesta se celebraba el día de
Candelas, 2 de febrero, hasta que su tío, un cardenal primado de Toledo que le
gustaba asistir a la fiesta, la cambió al 8 de septiembre, festividad de la Natividad
de la Virgen, porque no era cuestión de atravesar los puertos de Pajares o El
Escudo con las nieves y hielos del invierno, para ir a visitar su Virgen de
Guía.
Como
Guía Boix es conversadora nata, añade siempre la coda de que hay numerosas
vírgenes de Guía en toda España y las cita, impertérrita, todas y cada una,
empezando por la patrona de Portugalete (Vizcaya), una ermita de Toledo y no sé
cuantas más, que no he retenido.
El
trabajo profesional de Guía transcurrió entre probetas, matraces, pesas y medidas como la de platino iridio del Museo
de Pesas y Medidas de París, pero su humanidad desbordaba la ciencia y los
números. Ella sabía calmar al neurótico de turno en su trabajo y sus jefes toleraban su
impuntualidad puntual, porque era una buena pieza en el equipo. Todos se
preguntaron, cuando ella se jubiló, quién les llamaría al orden para cuidar y no
despilfarrar el material de la Administración central, pagado con los impuestos de todos los
ciudadanos, cosa que ella cuidaba y advertía, tratando de apelar a la ética y
consideración de sus colegas.
Porque
Guía Boix es una buena ama de casa o más bien una excelente mater-familias, de
esas que son partícula coagulante de marido, hijos, suegra (esta es la prueba
decisiva de buen carácter), cuñados y
sobrinos. Una bendición del cielo. Con cuatro palabras de francés, se hace
entender por amigos galos de Lyon que la veneran; su hablar pausado, gestos, muecas y grimaces, la hacen una intérprete casi perfecta.
Es
servicial y, por eso, los abusones le pasamos labores y cometidos, en la
confianza de que ella lo va a hacer mejor, ¿que digo mejor?, ¡mucho mejor!, por
eso ahora es Ilustre Dama Celadora de la Corte de Santa María la Real de la Almudena, fundada
por la Infanta María Teresa de Borbón. Como todavía cree en el género humano, ella, muy
pastueña, está segura de que todas las cosas se pueden hacer y mejorar, con esa
paciencia franciscana que hay que tener con los inclusivos hombres y mujeres
del planeta, a los que ella atiende con ánimo, mientras otros no los podemos resistir. Su
marido suele estar de acuerdo conmigo en este campo, de ver a la gente ligeramente pesada, por decirlo con palabras suaves.
Ha
viajado por muchos puntos de Europa con su caravana, marido y niños -emulando a su padre-, viajes en
los que ha conocido a personajes dignos de cuentos de Las mil y una noches. Es una pena que no haga un diario para
perpetuar su memoria. Ahora ella conduce el coche segura y firme como una Fitipaldi y
su próximo objetivo es Portugal, país seductor por su paisaje y sus gentes, que
no por sus aguas atlánticas heladoras o sus playas azotadas por la nortada.
Conoce
del arte y los artistas lo que no está escrito,
porque ha vivido casi toda su vida junto a ellos. Desde su marido pintor, que le da conferencias sobre el amarillo cadmio o la importancia de un rayo de
luz a través de un vitral, para representar la mística dentro de un espacio sacro,
hasta los colegas del consorte con los que ha visitado y comentado los cientos
de exposiciones que ha visto a lo largo de su vida. Ha comisariado unas cuantas exposiciones, la última y reciente en la Casa de Asturias.
Forma
parte de la tertulia del Gijón, Contra
aquello y esto, primero dirigida por Medardo Peraile y después por Ricardo Zamorano. Allí ha compartido, mesa, mantel y palabras con Alfonso Mena,
González Azpiri, Angelina Gatell, Manuel Ortega, Carlos Ortega, Oyonarte y
otros muchos que saben de arte. Opina con Manolo Ortega, que “quienes de verdad
saben de pintura son los pintores”, aunque los pretenciosos críticos de arte se las den sabihondos.
Como
es humilde, Guía Boix dice que va a asistir a un curso de Arte Contemporáneo que se imparte en el Museo Reina Sofía,
para sistematizar y ordenar todos sus conocimientos dispersos. Confiemos en que no le perturben su demostrada sabiduría sobre el arte y sobre todo sobre la pintura.
Guía Boix con el Doctor en Traumatología, Jean-Paul Larbre
Guía Boix con Julia Sáez-Angulo, Dr. Larbre y Alfonso Sebastián
Guía Boix con Julia Sáez-Angulo, Dr. Larbre y Alfonso Sebastián
1 comentario:
Julia estoy de acuerdo con lo que narras de María Guía y que bonito lo cuentas.un abrazo
Publicar un comentario