lunes, 5 de agosto de 2019

Isabel Díez Serrano: “El alma se recrea en la palabra”, poemario en prosa y verso, presentado en San Lorenzo de El Escorial


Julia Sáez-Angulo, Isabel Díez Serrano y José Antonio Vara

 Isabel Díez Serrano (2019)



Carmen Valero Espinosa

         5/8/19 .- San Lorenzo de El Escorial  .- El alma se recrea en la palabra es el título del libro  de Isabel Díez Serrano, presentado en la Casa de Cultura de San Lorenzo de El Escorial, por José Antonio Vara, ex concejal de Cultura y Julia Sáez-Angulo, periodista. Después de las palabras introductorias sobre la autora por el señor Vara, Julia Sáez-Angulo hizo el comentario sobre el libro:

         Isabel Díez Serrano es autora del libro  El alma se recrea en la palabra, poemario en prosa y verso, que viene a ser una vuelta de tuerca a su pensamiento y escritura, en la que se dan la mano la palabra lírica, la Palabra con mayúsculas que conlleva trascendencia y, además, la Naturaleza,  la Creación y el Universo. En suma, los tres grandes temas de la Poesía: el amor, la vida y la muerte, con todas sus derivaciones.

         Ganadora del prestigioso premio Vasconcelos 2015, Isabel Díez Serrano (Sevilla, 1940), tiene una trayectoria literaria acendrada, con más de 40 libros en su haber, en su mayoría poéticos. Ha recibido 30 galardones y su creatividad sigue imparable, porque está indisolublemente unida a la palabra poética, que es la única que alimenta de verdad la literatura.

         Desde que se trasladó de Madrid a El Escorial su actividad literaria dio un ligero quiebro y, lejos de enrocarse en la tranquilidad de su casa al pie del monte Abantos, aquí sigue leyendo, escribiendo y reuniéndose con colegas, dentro del tiempo que le permiten sus ocupaciones familiares, ahora muy absorbentes.

         El alma se recrea en la palabra, hermoso título y libro publicado por la editorial Endymión, un nombre que trae a la memoria al personaje mitológico griego, un bello pastor enamorado de Selene, la luna, y correspondido cuando ella se enteró y bajaba en las noches a besarlo y amarlo. Endimyón amado por Selene, la Luna.

         Pues bien, el libro de Isabel Díez Serrano se abre con la admiración o fascinación por la palabra, como los pintores tienen asombro y admiración por los distintos colores de la paleta. La palabra es la materia prima con la que la que los escritores, la escritora trabaja y se maravilla ante su variedad, su concepto, su significado, sus matices, porque conviene recordar que no existe un sinónimo exacto en significado de una palabra a otra, como no hay similitud entre el amarillo cadmio o el amarillo oro.

         El alma se recrea en la palabra lleva un buen prólogo del escritor y poeta cubano Adalberto Hechevarría Alonso. Lo mejor hubiera silo leerlo como presentación del libro, pero Isabel me ha encomendado a mí esta tarea y no quisiera defraudarla.

         El libro se abre con estos tres versos: Palabra, música interior/ que surca mares, montañas/ y acantilados de los sueños. Seguidamente llega una prosa poética sobre la Palabra, pero en este caso la escribe con mayúsculas, y dice así: Palabra, dame tu Palabra, yo pondré la música, mi música interior. El libro en realidad tiene una estructura de alternancia de un poema de tres versos, seguido de una prosa poética relacionada,  un haiku, poemas breve de cinco, siete y cinco sílabas, seguidos de breves fragmentos líricos de escritura. Hakus en su mayoría metáforas de la Naturaleza.

Lírica metafísica
         Se abre el cielo/ para avisar al mundo/ de tu venida, escribe la autora en otro poema. Aquí empezamos a descubrir un tú, que se va revelando como trascendente a lo largo de las páginas. Un tú, que dispone a la poeta en una actitud orante, ascética, casi mística. Metafísica en definitiva. La luna y el sol dormitan juntos, pero su luz es larga, concluye en la prosa poética subsiguiente.

         Hablo Señor/ y te pido clemencia/ bajo la sombra, avanza otro poema en el que el tú, al que la poeta se dirige, se escribe con mayúscula como la Palabra, porque Él es la Palabra, el Verbo, como señala el Génesis, primer libro de la Biblia. Como todos somos hijos de la civilización greco-romana y judeo-cristiana al mismo tiempo, Isabel también hace menciones a los clásicos cuando nos habla de “las voces del Olimpo” en su comentario en prosa o más adelante en su poema A Leda, la de los ojos largos/ tez morena y el alma llameada,/ de grácil figura y manos de cincel.

         Seguimos con otro poema: Es el jardín/ paraíso imantado/ donde te encubres... La poeta recurre a la evocación del jardín, del paraíso, lugar plácido donde los amantes se recrean y enamoran. Metáfora por excelencia de lugar para el amor y la felicidad. El jardín, como Edén; el paraíso, como quimera perdida del bienestar. Jardín del Edén o Arcadia feliz: el primero en sentido cristiano y el segundo como concepción mitológica. Utopía  en a Edad de Oro. El no lugar de la perfección en la estadía.

         Cicerón decía que para él, el paraíso era un casa con rica biblioteca y frondoso jardín. No andaba descaminado. Isabel tiene esas dos cosas en su casa: biblioteca y jardín.

         Eres palabra/ y traes la promesa/ de Vida eterna. Isabel vuelve al credo, a la trascendencia, desde que fue tocada con el don de la fe desde muy joven, la llama de amor viva, que diría san Juan de la Cruz, y según ella también confiesa. La fe como virtud teologal, que solo Dios puede otorgar a un espíritu atento y dispuesto. El periodista y escritor francés André Frossard, escribió que él envidiaba la fe de los creyentes, porque él tenía la evidencia, tras una gracia tumbativa que tuvo al modo de san Pablo camino de Damasco...

         Bajo el jazmín/ olorosos almizcles/ nos emocionan. Bello haiku. La poeta o poetisa –según el gusto de cada mujer- vuelve a la Naturaleza como metáfora y trae a la memoria la bella encíclica del papa Francisco titulada Laudato si en la que aboga por la conservación de la Casa Común, que no es otra sino la conservación de la Naturaleza, la Creación, el Universo, algo que yo les mencionaba al principio, porque ese asombro y admiración por la Naturaleza se da en la poesía de Isabel Díez Serrano. Francisco dice en Laudato sí, cuya traducción del latín sería “Alabado sea el Creador”, que el hombre debe amar a Dios, al prójimo y a la Naturaleza, como casa común de todos los mortales, que hemos de cuidar y respetar (y permítanme un paréntesis para recordar que el reciclaje forma parte del cuidado de esa Casa Común, ahora que estamos en un espacio del Ayuntamiento de San Lorenzo).

Relación con poetas hispanos
         Isabel ha estado cerca de los poetas interioristas, que tienen su máximo cultivo en América Latina y cuyo presidente es el poeta dominicano Bruno Rosario Candelier, quien ha catalogado a Isabel en un estudio de parte de su poesía como poeta interiorista y metafísica, aparte de lo cósmico y trascendente que ya le viene dado por el Frente de Afirmación Hispanista en México y cuyo máximo representante es Fredo Arias de la Canal, Presidente del Frente de Afirmación Hispanista, en México, ambas ramas del saber literario y más puntual, poético,  se conocen y continúan su amistad a pesar de sus pequeñas divergencias que no ha lugar explicar en estos momentos por la complejidad del asunto. En Oriflama, la revista de Isabel, se dan cita estos escritores con sus colaboraciones literarias.

         En los poemas del libro El alma se recrea en la palabra, verso o prosa poética, la autora convoca a los poetas a participar en su jardín, en su paraíso, en su verdad: a Becquer, Safo, Bukowski, Whitman, Nicanor Parra,   También se detiene literariamente en nuestro arquetipo literario por excelencia cuando escribe: A, Quijote, señor/ ¿estar hoy con vosotros/ no es un gran milagro? Y continua diciendo en prosa: Ah Quijote, señor de la besana, con cristales de estrellas en los ojos fruncidos de soñar, bajo los árboles antiguos y enraizados, en celo, con la tierra que les diera vida.

         En suma, Isabel Díez Serrano nos ofrece un poemario rico e intenso, rico en fuentes e intensidades sacras y profanas,  venidas de las dos culturas mencionadas que son el humus en el que se hunden sus raíces, que se unen, porque todo salió de la mano del Creador y el Génesis señala: “Y vio Dios que era bueno”.  La poeta también aparece en momentos solidarios cuando nos habla de las razones del hambre/ los campos de batalla/ los niños destrozados...

         Casi al final del libro, el verso se hace Navidad y canta: Tomillo y laurel./ Ha nacido el Niño, el Niño Manuel, un poema con sabor a villancico y que parece repiquetear en la música popular de los niños cantores callejeros y que resuena en el corazón de quien la escucha. Se presta también al regatón de la música joven de nuestros días.

         Cuando una puerta se cierra,/ otra se abre/ y la luna no deja de besarnos, afirma Isabel en versos rotundos y esperanzadores, que hablan del beso de la luna, como en la fábula de Endymión, que les he recordado al principio.

         Y voy a terminar con un poema de la escritora que nos ocupa, que es un solo verso: Más otra vez es azul el cielo que me asiste. Siempre hay una mirada y un sentir de esperanza en la obra poética de esta autora literaria que no pudo venir a mejor paraje que El Escorial, lugar y paisaje elegido para el silencio y la contemplación. Alma que vuelas/ a do el paraíso/ que me consuela. Un lamento de amor muy hermoso de Isabel en la mejor estela del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz.

Más información

 Isabel Pérez Serrano

Asistentes. Hermanas Vedrunas


Julia e Isabel

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