por Víctor
Morales Lezcano
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07.12.19 .- Madrid .- El
centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós (1920-2020) tiene todos los
visos de no pasar desapercibido, no solo en el mundo literario, historiográfico
y cultural, sino también en el de las
reparaciones oficiales a ciertos olvidos imperdonables, como, por
ejemplo, honrar la memoria del novelista
canario con su nombramiento tardío de hijo adoptivo de Madrid en noviembre de
2019; o bien, el propósito de la ciudad de Santander de realzar la memoria de
don Benito, residente inveterado de su mansión veraniega (San Quintín), frente
a la bahía de la capital cántabra. De hecho, la evocación de Galdós no es muy
visible en el patrimonio urbano de Santander, aunque una de sus calles lleva el
nombre del novelista.
Con
respecto a Las Palmas de Gran Canaria solo cabe apuntar que, desde los años 60
del siglo XX, la Casa-Museo Pérez Galdós ha venido dando pruebas sobradas de
culto a quien ha sido la mayor gloria literaria del archipiélago canario y, sin
duda, del orbe hispano del siglo XIX.
El
lector es consciente de la accidentada y feliz culminación del Episodio nacional titulado Aita Tettauen (Ojos de manantial), cuyas
peripecias y trasfondo se desarrollan en la medina andalusí de Tetuán y sus
alrededores. Ello me mueve a sugerir a las autoridades culturales de la ciudad
magrebí la celebración de algún acto que recuerde la estrecha relación que se
estableció entre Galdós, la novela histórica y Aita Tettauen.
***
A no olvidar tampoco que
Galdós fue buen amigo tanto de José Ortega y Munilla como de Manuel Marañón y
Gómez de Acebo, impulsores de un importante periódico de antaño que se llamó Los lunes del Imparcial. Sería oportuno
que la Fundación Ortega-Marañón de nuestro tiempo recogiera el recuerdo
biográfico y creativo de don Benito.
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