jueves, 7 de mayo de 2020

Camilo Cela Conde: “La literatura es una de las claves más importantes del ser humano”


Camilo Cela Conde (escritor) Foto Carlos Agustín


Cuestionario por Julia Sáez-Angulo


08/06/20 .- Camilo Cela Conde (Madrid, 1946) es profesor emérito de la Universidad de las Islas Baleares (UIB) e investigador del instituto mixto de estudio de redes cerebrales de la Universidad Politécnica de Madrid y la Fundación Charo y Camilo José Cela, dentro del Centro de Tecnología Biomédica del Campus de Montegancedo (Madrid).
Ha sido profesor de Antropología en la UIB hasta 2016 y profesor investigador en el Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de California (Irvine) hasta 2018.
Ha publicado en revistas científicas como Proceedings of the National Academy of Sciences, American Journal of Sociology, Biology and Philosophy, PlosoneSCAN, Frontiers in Human Neuroscience,  Brain Research, South African Journal of Science, History and Philosophy of the Life Sciences, Evolutionary Anthropology, Spatial Vision, Syntax, Perceptual & Motor Skills, Biological Theory, Human EvolutionLudus Vitalis, Arbor, Sistema, Pasajes, Cuadernos del Norte, Basilisco, Teorema, Investigación y ciencia, Mundo científico y Claves de razón práctica.
Sus libros académicos incluyen Capitalismo y campesinado en la isla de Mallorca. Madrid, Siglo XXI, 1979;  De genes, dioses y tiranos. Madrid, Alianza Universidad, 1985; y (con Francisco Ayala), Senderos de la evolución humana (Madrid, Alianza, 2002;  La piedra que se volvió palabra Madrid, Alianza Editorial, 2006, Human Evolution Nueva York, Oxford University Press, 2007, Evolución humana, Madrid, Alianza Editorial, 2013 y Processes in Human Evolution New York, NY, Oxford University Press, 2016.
Es “Fellow” de la American Association for the Advancement of Science” (sección de Biología), distinción concedida en 1999, miembro del Center for Academic Research and Teaching in Anthropogeny, Salk Institute & University of San Diego, elegido en marzo de 2008 y miembro correspondiente del Centro de Investigaciones Filosóficas, Políticas y Sociales Vicente Lombardo Toledano, Ciudad de México (México) nombrado en 2015. Es presidente de la Fundación Charo y Camilo José Cela.
Colabora en la revista mexicana Siempre, en el periódico La Prensa (Panamá) y en el Diario de Mallorca (España).

1.    Qué reflexión sobre la literatura le ha interesado más?Nunca me lo he planteado. Creo que la literatura, como la música, el arte o la ciencia —algunas personas añadirían la religión—, forma parte de las claves más importantes del ser humano sin necesidad de ponerse a reflexionar sobre ello.

2.    ¿Cuándo empezó a escribir y qué fue lo que hizo?
Perteneciendo a una familia para la que la literatura lo era todo, me parece que comencé a escribir en cuanto supe hacerlo. Un amigo mío de la infancia me enseñó hace poco un ejemplar que conservaba de una revista que hice en el colegio —fuera de las clases y a mano, claro— siendo muy niño. Supongo que me dio por imitar el ejemplo de los Papeles de Son Armadans.

3.    ¿Qué obra literaria le impactó?
           La primera que recuerdo, los Cuentos completos de Edgard Allan Poe. Los leía, durante mi adolescencia, todos los veranos.

4.    ¿Qué asuntos y temas son habituales en su obra literaria?
           Con sólo dos novelas y tres o cuatro libros de cuentos, hay tan poco material que no procede hablar de asuntos o temas habituales. Si incluimos el ensayo, entonces cabe mencionar la evolución del linaje humano y de su cerebro.

5.    ¿Qué género literario prefiere?
           Novela, cuento y ensayo. Teatro (leído), menos. Poesía, muy pocas veces.

6.    ¿Qué hay en su biblioteca? ¿Qué nombres femeninos contiene?
           Mi biblioteca es un caos, tanto a causa de las muchas mudanzas que he vivido como por el hecho de haber creado una fundación en recuerdo de mis padres. Mis libros están repartidos entre las sedes de la fundación en Mallorca y en Guadalajara, en nuestra casa de Madrid, en la de Menorca y, los que menos importan, en un almacén. Por lo que se refiere a los ensayos, doné la mayoría a una universidad.
No creo que puede recordar los muchísimos que se me han perdido, los que han ido quedándose por cualquier sendero.
Nunca me había detenido en pensar qué nombres femeninos contienen mis libros dispersos. Será que no veo la literatura bajo la lupa del género. Haciendo memoria, supongo que desde Ana María Matute a Patricia Highsmith. Aunque los primeros fueron, con toda seguridad, casi todos los de Richmal Crompton sobre Guillermo y su pandilla.

7.    ¿Qué tres libros recomendaría?
           ¿Tres? Tres mil sería un número más adecuado. Los tres que se me ocurren primero, dejando de lado los de mi padre y los tópicos más comunes, son los que componen los recuerdos de Gerald Durrell de su infancia en Corfú. O, ya que estamos, el cuarteto de Alejandría de su hermano Lawrence. Como en este caso son cuatro, conviene comenzar por orden: Justine, Balthazar y Clea.


8.    ¿Qué proyectos literarios se trae entre manos?
Salvo que el coronavirus se lleve por delante también el mundo literario, confío en que en otoño aparezca en Alianza Editorial un nuevo libro que firmo con Francisco Ayala acerca de lo que es la naturaleza humana comparada con la de otros animales. Su nombre: Humanos. ¿O no?

9.    ¿Cómo lleva el confinamiento de la pandemia?
Mal, pero qué se le va a hacer.

10. Fragmento breve de un escrito suyo editado

El comienzo del primer capítulo de Cela, piel adentro (Destino, 2016), dice así:
            “Camilo José Cela fue un escritor muy famoso; con toda probabilidad fue el escritor español más famoso que pueda encontrarse en la segunda mitad del siglo xx. Y Camilo José Cela tuvo un hijo: yo. Con frecuencia me he topado con personas que se asombraban por la confluencia de estos dos hechos y me preguntaban «qué se siente» al ser hijo de CJC.
Es un interrogante que no se puede responder. Resulta muy sencillo decir qué relación he tenido, como hijo, con mi padre. Pero lo que querían averiguar los curiosos no era eso. El interés de la gente incluía, sobre todo, la circunstancia de la fama de mi padre y, para saber dónde están las claves de lo insólito, es decir, para que pudiese dar cuenta de cuáles son los elementos que se añaden a la paternidad normal, yo tendría que haber sido alguna vez hijo a secas. No es el caso.
Decía mi madre que la primera vez que descubrí, con dos o tres años, cómo se llamaba mi padre, me puse furioso. «Camilo José Cela» era yo, y no un intruso alto, delgado y ceñudo que aparecía de vez en vez por mi cuarto. Pero poco a poco aprendí a aceptar que Camilo José Cela era otro, desde antes que yo naciera y además, para redondear el asunto, todo el país estaba al corriente de ello. Tampoco era para preocuparse demasiado. Los niños, al crecer y enfrentarse con el mundo, deben irse acostumbrando a la injusticia. En mi mundo particular el nombre de Camilo tenía por añadidura una larga historia ya. A fuerza de buscar puede encontrarse un abuelo mío Camilo, una abuela Camila, un bisabuelo Camilo y hasta algún que otro tatarabuelo Camilo. Más atrás, uno acaba por perderse.
Pero la vida me reservaba nuevas sorpresas. Cuando comencé a jugar con otros niños me enteré de que sus nombres eran a menudo algo por completo personal y no un patrimonio de la familia. Más extraño aún resultó el que nadie supiese cómo se llamaban los padres de los demás, ni a nadie le importara gran cosa. La vida se estaba convirtiendo en algo muy complicado a marchas forzadas. Yo tengo manos, pies, nariz y orejas de un tamaño bastante normal; tenía también un padre famoso y, para mí, la naturalidad de las cosas incluye tanto el padre célebre como el rostro equilibrado. Pero resultaba evidente que había quienes se regían por otros criterios. Supongo que los cíclopes, las sirenas y los faunos tienen una idea un tanto pintoresca en la mente cuando dicen de alguien que es un tipo vulgar. Y parece fácil suponer lo que nos sucedería si cayésemos, de pronto, en un mundo de cíclopes que teorizan acerca de la pauta. Puede decirse que me ha tocado vivir en un mundo donde los cíclopes abundan. Resulta divertido.”

1 comentario:

Emilio Porta dijo...

El nombre es un accidente no elegido. Cada uno nos hacemos nuestro propio nombre y elegimos nuestra vida. El mundo está lleno de personas y personalidades que han elegido su camino. Sin apoyarse en plataformas o liberándose de ellas. Es bueno conocer y reconocer a los que lo logran.