Vida y viaje, obra de Encarna Cabello (Ed. Diwan, 2019)
L.M.A.
02.07.2020 .- Madrid .- Encarna Cabello nació en Siruela (Badajoz), donde pasó su primera infancia, para emigrar después a Madrid, como tantos paisanos suyos en la década de los 60. Además de escritora, es socióloga y traductora. Su fuente de inspiración ha sido mayormente el mundo árabe (seguramente porque ha vivido tres años en el Norte de África: concretamente en Tánger y en Melilla), y también la inmigración magrebí en España y en Bélgica (país en el que residió con una beca Erasmus para investigarla en tanto que socióloga). Asimismo, disfrutó de una residencia literaria de dos meses en la Villa Marguerite Yourcenar (Francia) en el verano de 2012. Tiene publicadas tres novelas (una de ellas, Alizmur, está traducida al francés y al catalán), y el libro que hoy nos ocupa aquí, Vida y viaje, es su primer libro de relatos. Su última novela, La cadena (ambientada en Melilla), acaba de ser traducida al inglés. En cuanto a su labor como traductora, están los dos únicos libros de Ursula Kingsmill Hart: Tras la puerta del patio (La vida cotidiana de las mujeres rifeñas) y Dos mujeres de la Argelia colonial: Aurélie Picard e Isabelle Eberhardt. A la sombra de Lala Chafia, del marroquí Dris Bouissef. La guerra del Rif: Abdelkrim el-Jattabi y su Estado rifeño, de Richard Pennell. Y el libro de relatos de autoras árabes contemporáneas Escritoras árabes, del que fue igualmente la editora, en Icaria Editorial.
Entrevista de Carmen Campuzano a Encarna Cabello, en coloquio abierto en la sede de Diwan (25.10.2019)
PREGUNTA. Yo, nada más ver el título del libro, Vida y viaje, pensé: “Esto es un acierto”. Aunque hay que decir que, más que Vida y viaje, habría que decir: Vidas y viajes. En bastantes de los relatos, utilizas la primera persona, ¿es solo un recurso literario, o es autobiografía?
RESPUESTA. A este libro, yo le llamo Vida y viaje porque, aunque la mayoría de los relatos que hay en él tienen como protagonista el viaje, también están los otros que tratan de la vida, la vida en general. Y tengo que decir que hay bastante de autobiográfico en muchos de ellos. Pero aparte de lo autobiográfico, también hay lo simplemente biográfico, porque para algunos de los personajes me inspiro en personas conocidas, es decir, para un personaje me puedo inspirar en dos personas distintas, pero que tienen algo en común: algo importante, en cuanto a carácter, personalidad, comportamiento, hábitos, adicciones…
P. En estos relatos hay lugar para todo: aventuras, encuentros fortuitos, desencanto y decepción, amistades pasajeras, vidas marcadas por el desamor, la infancia no siempre feliz, y la adolescencia sin rumbo ni futuro, las drogas, incluso la picaresca… ¿Cuáles son los temas que para ti tienen más fuerza y que dijiste: “Esto tengo que hablar yo de ello”?
R. Quizás los más alejados de mí. Los dos que tratan de la infancia, como es el que lleva por título Muñeco, donde el protagonista absoluto es ese niño desvalido y maltratado en un aduar del Rif. Y como a mí me conmovió vivir aquello, yo veo que a los lectores les llega mucho, por ese tipo de maltrato que a veces se da en lugares muy desfavorecidos. Y luego está el otro relato, el que lleva por título El camino de Musta, situado aquí en Madrid, donde describo la historia de vida de un hijo de inmigrantes marroquíes, nacido en Madrid; rico en matices por la cantidad de detalles que aporto. Creo que es importante, porque es un tema del que aún no se ha tratado aquí en la literatura. Es un caso que he vivido muy de cerca a lo largo de los años, y del que yo nunca pensé que iba a escribir. Pero, bueno, al final acaba ocurriendo, digamos que hay como la gota que colma el vaso, que te empuja a escribir. Estos son los dos relatos que encuentro más novedosos, diferentes.
P. Sí, ya veo que en El camino de Musta hay aspectos de la infancia que tratas con mucho interés. Y luego hay otra clase de temas que tratas, de tipo amoroso: encuentros, relaciones que a veces no cuajan, amor, erotismo. La persona protagonista suele tener o buscar relaciones con gente que es bastante más joven que ella. ¿Puedes hablarnos del deseo que se da cuando se trata de una mujer que es más madura que el hombre? Pues estamos acostumbrados a que sea a la inversa, es decir, está supertratado en la literatura el hecho de que sea un hombre el que tiene una relación así con una jovencita.
R. Hasta ahora son los hombres los que han hablado de sus deseos, y creo que es importante que las mujeres también hablen de los suyos. Aquí voy a tener que pasar al terreno personal, y es que no partió de mí la idea de buscar el objeto erótico en alguien más joven, sino que fue al revés. Me crucé con jóvenes que buscaban la compañía de alguien más mayor, y era yo la que estaba ahí en ese momento. Y como la vida te va haciendo, acabas teniendo una relación de ese tipo, que luego ha de concluir por lo que sea, porque cambias de país, de lugar, y se queda ahí como un asunto pendiente, que, inconscientemente, intentas reproducir en siguientes relaciones.
En el relato El verano del Erasmus, la protagonista tiene treinta y seis años, y el joven en quien se fija resulta que es veinte años más joven, pero ella, en un principio, ignora este dato, porque él, debido a su constitución física, parecía mayor. No sé si todo el mundo entiende bien esta historia… Pero hoy día tenemos un caso bastante notorio, que es el del actual presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron: su mujer es veinticinco años mayor que él, ¡y no pasa nada! A mí me gusta reivindicar esto pensando en las mujeres en general, ¿por qué tenemos que pedir perdón por lo que nos apetece hacer, y avergonzarnos de nuestros deseos?
P. Volviendo a tus relatos, hay algunos que parecen más autobiográficos, y otros, elaborados a partir de gente que conoces…
R. Sí, por ejemplo, el de La princesa azul, donde hablo de una relación tóxica, por el personaje de la esposa, que es una persona claramente tóxica: una mujer marroquí de alto nivel económico y cultural. Está inspirado en más de una mujer. Y el de él, el sufrido marido español, en más de un hombre.
P. Sí, y también has tratado el caso opuesto, el de esas mujeres inmigrantes que están viviendo una situación difícil, como es el caso de la madre en El camino de Musta.
R. Sí, pero intento ser realista y no la hago aparecer como una santa, sino como transmisora de determinadas ideas sobre el rol femenino y el masculino. Su hijo, ella prefiere que él no friegue los cacharros en casa, no sea que se le “amaricone”. Es una mujer inteligente, pero analfabeta, y que desde la edad de nueve años ha estado trabajando interna en una casa, no habiendo tenido así la oportunidad de desarrollar su inteligencia. Y aunque sus hijos sean inteligentes por naturaleza, el entorno en el que se mueven -el ambiente familiar- hace que tampoco puedan desarrollarse plenamente.
P. Bueno, vamos a pasar a hablar de los viajes: Sidi Ifni, y otros lugares conocidos y menos conocidos de Marruecos, Egipto, Líbano, Damasco, Bélgica… He disfrutado mucho del relato de Sidi Ifni, sentía como que me estaba paseando contigo por allí, y me decía: “¡Este lugar tiene muchas cosas, voy a tener yo que ir allí!”
R. A Sidi Ifni yo llegué de casualidad. Estaba en Casablanca y tenía que bajar a Agadir a ver a alguien… En fin, todo eso lo cuento en el relato. Días en Ifni va al principio del libro, porque es relativamente reciente. Y el de Beirut desde Damasco va al final, porque ocurre en plena guerra civil libanesa. Son muy diferentes uno de otro, porque en el de Beirut prima la aventura, pese a que me fui a meter en un lugar en guerra, pero, claro, yo entonces era una joven de veintiocho años… En cambio, en el de Ifni, lo que hay es más observación, más reflexión, aparte de esa descripción que voy haciendo de los lugares y las personas. Es lo que hace el período de la vida en que te encuentras. Cuando eres joven, vas buscando la aventura y te dejas llevar de la fascinación. ¡Ah, claro, Beirut, la fascinación!… Porque yo tampoco tenía pensado ir allí. Viajé a Jordania a ver a un amigo, y no pensaba ir a Siria, y menos aún al Líbano. Pero al final llegué hasta allí.
Y menos mal que nos dejamos llevar de la fascinación, porque, si no, no nos moveríamos del sitio. Pero ahora tengo una visión del mundo árabe más crítica. También, cuando eres joven, piensas que las cosas van a cambiar, hacia donde tú piensas que tienen que cambiar ¡claro! Y luego, según vas cumpliendo años, dices: “¡Madre mía!” Aunque, efectivamente, hay cosas que han cambiado para mejor, pero otras… Pero me pareció importante incluir el relato de Beirut, porque tiene esa frescura de la juventud.
P. Esa frescura, y yo diría que esa osadía, porque, según lo leía, yo me decía: “¡Madre mía! Hay que tener valor” ¡Ja, ja! O inconsciencia, o las dos cosas…
R. Antes me preguntabas si algún viaje me ha dejado mal sabor. No, a mí todos los viajes me han dejado muy buen sabor. Porque, como decía Lawrence de Arabia: “Viajar es victoria”. Ya el simple hecho de viajar, de ponerte en camino…
P. Cuéntanos un poco tu método de trabajo. ¿Vas tomando notas en los viajes?
R. Yo no viajo para inspirarme, buscando inspiración, sino que viajo simplemente llevada de la curiosidad, para satisfacerla. Durante ninguno de los viajes que aparecen en los relatos tomé nota alguna, ni pensaba que iba a escribir sobre ellos. Ha sido a la vuelta cuando me he puesto a escribir. Porque siempre regreso a mi pesar, y es esa nostalgia del lugar que he dejado la que me hace querer rescatarlo a través de la escritura, la que me impulsa a escribir. Yo cuando estoy en esos lugares, siento empatía hacia ellos, amor, y por eso escribo desde la empatía y transmito fascinación por ellos.
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