L.M.A.
29/03/2021.- Madrid.- La pintora Águeda de la Pisa expone actualmente en el Museo Francisco Sobrino de Guadalajara bajo el título de “Despuésdetodo". La muestra está comentada en el catálogo por Alfonso de la Torre quien, entre otras cosas, dice:
“Enigma, nostalgia, austeridad, equilibrio, severidad, reserva o susurro, fueron palabras tentadas por Severo Sarduy en 1990 para referirse a la pintura de Águeda de la Pisa (Palencia, 1942), calificativos que aún perduran en la intensa trayectoria de esta pintora coherente, artista de “la voz del espíritu interior”, capaz de mostrar desde su primera exposición individual en 1964, una obra que entonces ya parecía desvelar la perplejidad y el vértigo destilado por lo aparentemente sencillo. Aquella “nostalgia” queda ahora acentuada en ese enunciado, despuésdetodo, melancólico, deudor de su frecuentada voz de la poesía, ahora Luis Cernuda y José Hierro, cuyos vislumbres poéticos inspiran el título de esta exposición en el Museo Francisco Sobrino.
Sale a buscar la pintura y la encuentra, sentenciaba Manuel Sánchez-Camargo en 1966, en uno de sus últimos textos críticos que dedicó a nuestra pintora, hasta “encontrar ese secreto de las cosas (…) por el único camino posible: en busca del milagro” . Palabras que veo no lejanas de otras de José Hierro, era 1979: el deseo de la artista de despegar los pies de la tierra y alzarse hacia la luz.
Y, hace tres años, tituló una de sus exposiciones “todo lo exterior se volvió sueño”, evocando a su querido paseante Robert Walser. Y lo comprendido incomprensible, continuaría el poeta de las nieves de Herisau. Milagro de las imágenes que son devueltas hasta esa palabra no dicha que es la poesía: “lo percibido y por percibir una única vez, siempre de nuevo por única vez y sólo ahora y sólo aquí”
Pues vuela Águeda en solitario, bate las alas inmersas en una deriva intensamente lírica, algunos de los títulos de sus pinturas nos conducen, casi, a una declaración de intenciones. En este Museo, donde se reúnen obras pintadas pacientemente en los últimos veinte años, se exponen los lienzos: “Oro en el aire flota”; “Una música nocturna perdida en la distancia”; “Caminando sobre púrpuras”; “Mirando el horizonte”; “Clara celosía”; “Movimientos celestiales” o varios del ciclo “Paseo”. [Mas termino de escribir esto y llega, como el aire fresco en el corredor de la casa del verano, la figura de Francisco Sobrino que veo tan próxima a los títulos e intenciones mencionados por Águeda, ese artista tan silencioso (como nuestra pintora), que dijera Jean Hélion
Vislumbres titulares sometidos a “códigos misteriosos”, que revelan en Águeda de la Pisa el ejercicio de una otredad devuelta hacia una pintura celeste, suspendida su voz de pintora como en un éxtasis místico, otros la han calificado de “metafísica”, poblados sus lienzos o papeles por resonantes ecos de experiencias interiores. Imágenes con un poso aurático, acentuado en sus obras sobre papel ahora mostradas por la superposición desde un fondo común donde se elevan las imágenes que nos conmoverán. Auráticas también en el sentido que decía otro paseante, Walter Benjamin, esa trama particular de espacio y tiempo que permite la aparición irrepetible de una lejanía, -la “nostalgia” mencionada por Sarduy-, por próxima que la representación pueda hallarse.
Antes y después de la palabra está el signo y, en el signo, el vacío donde crecemos , cierto, sus collages y pinturas ahora mostrados son capaces de desplazarnos hacia aquel “Libro de las preguntas” de Edmond Jabès, pues más que rotundidades, De la Pisa propone una actitud extática, detenida, así meditando-meditando en una suerte de interminable umbral de la mirada pareciere embargada, siempre, en la tentativa de revelar el misterio del existir, atravesando sin fin lo finito. A eso, también, parecía aludir Sarduy, cuando escribiera que “algo queda susurrado, entredicho, sugerido en el cuadro. La frase no aparece. Alguien la escucha. Alguien, a quien no se le dirige. Alguien que responde con la mirada a una interrogación que no existirá”
Decir-diciéndonos, en palabras de la artista, pintura como lugar de encuentros, como espacio de sugerencias , también en palabra de otro pintor, Jordi Teixidor, nuestra pintora es caminante a tientas en una niebla fronteriza, su trabajo, con una fuerte impronta autorreferencial, -valiente e imaginativa en palabras de Gustavo Torner, pobladora de aquel “lugar único” -, queda resuelto ahora en sus papeles mediante la superposición de formas. Desde el fondo que fue huella se elevan diversos planos, formas, linealidades lo voy a llamar, papeles pintados procedentes de la prensa diaria que son transformados conservando algunas veces, leves, el eco de la letra que estuvo , infra-iconografías podríamos llamarlo, como los papeles adheridos en aquella “Flag” (1954-1955) desvaída de Jasper Johns. Y, pensando en la letra, uno acaba pensando en el peso que la literatura ha tenido en la obra de Águeda de la Pisa, analizada por literatos amigos, con títulos de exposiciones procedentes de obras literarias, voraz lectora y siempre vinculada al mundo escrito. Quizás por ello, como la neblina de un corpus que le constituye, queda ahora esa tipografía sepultada por el magma del color, desplazada la letra a la ceniza del olvido que será y seremos. O, visto por Duby, ensayista acostumbrado a buscar huellas, rastros del pasado o vestigios: “se adivina el emborronado de unas letras, algunos fragmentos de palabras. Estos rastros de discurso, estos textos inexorablemente destruidos, pero en los que todavía palpita la presencia, este palimpsesto ya indescifrable para siempre, son como el polvo impalpable que el tiempo deposita en su transcurso, entre los juegos de la memoria y el olvido”
La exposición permanecerá abierta hasta finales del mes de abril.
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