L.M.A.
10/9/2021.- Madrid.- Izara Batres (Madrid, 1982) es licenciada en Ciencias de la Información, Doctora en Literatura por la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Estudios Literarios y Máster en formación del profesorado.
En 2016 recibió el XXXVI Premio Mundial de Poesía Fernando Rielo, por su poemario Tríptico, y en 2019 fue galardonada con el Primer Premio Europeo de Poesía Clemente Rebora; en 2021 ha recibido el Premio Internazionale D’Eccelenza “Citta Del Galateo-Antonio De Ferraris”, y también el Premio a la Creatividad en el Certamen Naji Naaman Literary Prizes (Certamen Internacional del Líbano).
Como ensayista y narradora, ha recibido premios de la Editorial Siruela (2004), el periódico El País (2007) o el comité de expertos de New Spanish Books (2016).
Autora de siete libros publicados: los poemarios Avenidas del tiempo (2009), El fuego hacia la luz (2011, con prólogo de Luis Eduardo Aute), el premiado Tríptico (2017), y Sin red (2019); el libro de relatos Confesiones al psicoanalista (2012); la novela ENC o El sueño del pez luciérnaga (2014) y el libro de ensayo: Cortázar y París: Último round (2014).
Profesora de Literatura, Escritura Creativa e Innovación en el aula, en universidades como UCJC, Universidad Europea, UNIR o Nebrija, y también imparte sus propios talleres literarios. Sus poemas y relatos y artículos se han incluido en antologías y revistas como Poesía Hispanoamericana actual, Los poetas de la senda, Poetas siglo XXI, Horizontes poéticos, Barcarola, Les ateliers du sal, o World Literature Studies'.
Poema del libro Tríptico, de Izara Batres
IX
Mamá
Desbordada de mí, madre,
rota por mi herida;
con una cruz en el rostro,
que te siega las mejillas y la luna,
los ojos de noches sin luz y sin sueño,
la vida en las manos,
pidiéndote oración
por tu niña que se marchita;
avanzas extenuada,
batallando, con tu voz rota,
contra el adiós fulminante,
trayéndome de nuevo a este mundo
en un parto sin fin,
donde siempre nazco bella y firme
para después romperme en cristales;
me traes, me llamas, me recuerdas el tiempo,
reclamas mi luz.
Me abrazas, me abrazas,
abrazas a la hija que fui,
a la niña que un día perdió
su mirada de estrellas.
Quiero que dejes de consumirte, madre,
quiero quitarte las ojeras
y el peso,
y que tu piel vuelva a ser tu piel,
y que resplandezcan tus ojos
hundidos de lágrimas.
Quiero verte, madre,
verte sin mi dolor en tus pupilas,
verte sin la alerta del miedo y de la herida;
quiero sangrar yo sola,
quiero abrazar el cuerpo que me has entregado
hasta la última gota,
las palabras con las que serenas mi alma
cada noche, para que pueda dormir,
para que pueda respirar.
Quiero abrazarte, madre,
pero está el nido de agujas,
está el ovillo nebuloso
que me recuerda que ya no soy la misma,
que ya no estoy,
y debo volver a hacer la catarsis,
debo volver a nacer,
desde el amor,
para mirarte y recordarte como eras antes,
cuando el dolor no existía,
y gritarte ¡no llores, madre!,
desde lo que queda de mí,
no llores más.
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Poema del libro El fuego hacia la luz, de Izara Batres
I
El poeta y el tiempo
Una esfinge,
sobre el milagro nocturno
de la tierra azul,
baja sus párpados de infinito y arena.
Se suceden los instantes, las liras.
Despacio, el tiempo cierra el libro
de la luz y la belleza.
Algún deseo lejano, de medianoche,
volando hacia la inmensidad del fuego,
se derrama en versos.
El poeta y el tiempo,
como en una persecución errática,
mueren de suicidio,
por exceso de amor a la vida.
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