Julia Sáez-Angulo
17/4/22.- En Jerusalén levantas la rama de un arbusto o miras una piedra atentamente y leerás algo así como “Memorial de tal o cual Dama, o de los esposos Fulano y Mengana….”, casi siempre son de norteamericanos judíos que financian esos memoriales y que van, desde Universidades y Escuelas a parques, jardines o monumentos varios. Ciertamente la vinculación de los judíos de la diáspora con Israel y más concretamente con Jerusalén, es una realidad visible y palpable, que no se queda en un simple lobby en el país de origen, sobre todo en el Congreso de los Estados Unidos. Cerca de mi residencia hay un gran complejo dedicado a mujeres jóvenes judías no israelíes, que obtienen una beca para conocer Israel y alojarse en la ciudad del rey David. Aquí se les conceden cursos y estancias.
Jerusalén es tan variado, que sería un error limitarse a conocer la Ciudad Vieja, pues cuenta con barrios externos sorprendentes como el de la Colonia Alemana. En él hay calles y comercios elegantes, panaderías, restaurantes y cafés con clase, donde se puede uno sentar y disfrutar de belleza y tranquilidad. Fue fundado en el XIX por los miembros de la Sociedad del Templo Alemán. Hoy en día la Moshava, como se la conoce popularmente, es un barrio de lujo partido en dos por la calle Emek Refaim, una avenida bordeada de tiendas de moda, restaurantes y cafés.
El otro barrio vecino es el de Moshe Montefiore, yerno de Rothchild, otro ejemplo de casas pintorescas entre jardines, hoy codiciadas por artistas, cineastas, escritores y otros creadores de arte. El aroma de las flores en primavera -lilas, rosas, caléndulas, geranios o margaritas- emite un aroma dulzón que embriaga al acercase a la miel, el néctar o la jalea real. Un gran molino recuerda que allí se molió harina para los vecinos y expone en el exterior la presencia númerica de pobladores judíos, islámicos o cristianos en Jerusalen, cuatro épocas. Hoy el molino es atractivo y punto de entrada a la singular barriada, a la que no pueden pasar automóviles, que han de quedarse en los aparcamientos colectivos cercanos a cada grupo de calles, siempre escalonadas para atenerse a la orografía de los montes de la ciudad santa.
Ambos barrios están seguidos uno del otro. En un momento dado, a partir de 1948, los judíos askenazis expulsaron paulatinamente a los sefardíes de estos barrios, pues el clasismo existe con frecuencia entre ellos.
Jerusalén está a 700 metros de altura, por lo que después del calor en los días de verano, viene a refrescar para poder dormir. Hoy y mañana, a 31 grados centígrados de temperatura.
José Boublil, el amigo coleccionista de arte, cuando contemplamos desde lo alto los barrios de otros montes a la vista, me explica que las casas judías tienen los depósitos de agua en lo alto y son de color blanco y las árabes, de color negro, porque son distintos sistemas de almacenar aquella y depurarla.
El león de Judá es el símbolo de la municipalidad de Jerusalén y, además de verlo en la fachada extramuros de la entidad, se encuentra en el mobiliario urbano, incluidos los contenedores, lo que suele ser motivo de incendio, cuando se quiere protestar contra el Ayuntamiento, sobre todo por parte de los árabes.
Recordemos que Cristo es de la estirpe del rey David y de la tribu de Judá, curiosamente no pertenece a la de Leví, que era la casta de los sacerdotes judíos en el templo. Cristo, como cuenta la Escritura y la liturgia es Sacerdote eterno, al modo de Melquisedec, ese personaje bíblico que vivió tantos años, que se llegó a olvidar su genealogía y origen. Su sacrificio, a diferencia del de Aarón con animales, fue con el pan y el vino, como después hizo también Cristo, que conocía bien las Escrituras mosaicas y así se las explicó a los discípulos de Emaús, cuando iban de camino tras la muerte del Señor.
¿Por qué estáis tristes? es el título del hermoso libro del sacerdote don Joaquín Paniello, que versa sobre la conversación de Cristo con los dos discípulos, camino de Emaús (san Lucas no entra en la conversación, se limita a elogiarla). En sus páginas se ve la conexión de la antigua y nueva Alianza con Dios. Toda una lección de teología de manera amena y divulgativa. Ahora se vende el libro en Amazon, pero en breve se publicará en Jerusalén por la editorial EmausFootprints, con un apasionante prólogo del patriarca latino, Monseñor Pizzaballa. Es un libro de no perdérselo, que se ha traducido, de momento, al inglés e italiano.
En Jerusalén, hasta las piedras hablan de Cristo, con su origen o clara genealogía. Recordemos las Berits o pactos de Dios con los hombres, porque nunca nos ha dejado abandonados (Mis delicias son estar con los hijos de los hombres. Proverbios, 8, 31). De mis antiguos estudios de Teología recuerdo la proto-alianza de Dios con Noé para que no hubiera más diluvios universales contra la humanidad; después la alianza de Dios con Abraham en Ur; la siguiente alianza, con Moisés en el monte Sinaí (23 siglos más tarde) y, por último, la alianza a través de Cristo, Dios mismo, (otros 23 siglos más tarde), que hace al hombre merecedor de la gloria junto al Padre. Ahí está toda la historia de nuestra salvación. En ella se ve que el hombre es tiempo y Dios, eternidad.
Pacta sunt servanda, decimos con el Derecho Romano. Dios nunca incumple sus promesas.
Y lo dejo aquí, porque Jerusalén me puede y me lleva por estos derroteros. Por eso viajé a esta ciudad santa.
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2 comentarios:
Alconada benito
8:35
Gracias , Julia ,
Enriquecedor ¡
Un beso
Pensar a Jesús. Pensar en Jesús. Palabra VIVA , INAGOTABLE a la cual accedemos por medio de la Biblia, en cualquiera de sus versiones. Hacen 40 años que son mi meditación. Vayamos a EL.
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