Un milagro es un suceso insólito, maravilloso. Un hecho no explicable a la luz del pensamiento lógico, de las leyes naturales, que se atribuye a una intervención sobrenatural de origen divino o mistérico. En el mundo civil, milagro es un acontecimiento deslumbrante de difícil explicación: la mágica novela cervantina y su creación de Don Quijote; la poesía de reflejos en los que habla la luna de Li-Bai; la pulcritud de la música de Bach; una película de Dreyer, un azulillo pintado, la flor del azafrán o un rincón para el arte en plena Mancha, donde pareciere que no hay sitio más que para el vino, el queso, el trabajo duro o el aburrimiento.
Una galería de arte ahora es un espacio invisible, un ejercicio de riesgo en soledad, no sólo económico, sino vital y conceptual. Las galerías han ido perdiendo utilidad y se han convertido en caprichos, bombas de acción retardada o en ostugos de resistencia. Esto en las capitales de población considerable, ya no quiero pensar en capitales modestas o las ubicadas en municipios agrícolas o ferroviarios, como lo está Marmurán.
De ahí el rubro de estas líneas ¡Qué en España, en una villa ciudadrealeña como Alcázar de San Juan, con 31.000 habitantes, una galería de arte llegue a cumplir veintidós años de existencia, ya me dirán cómo llamar a este suceso insospechado! Casi nadie cree ya en los milagros, pero haberlos haylos: he aquí la prueba.
Ángel Maroto, alcazareño, que tiene bastante que ver con este prodigio, salió de Alcázar para trabajar en Madrid, comenzando su vida profesional en Biosca, galería de arte, en 1984, y terminando como director gerente de la galería, a su cierre por fallecimiento de Aurelio Biosca, 1997. Cualquier amante del arte, activo en las últimas décadas, sabe la importancia de Biosca en el mundo del arte en España.
Tras el cierre de la galería y la liquidación de los restos, Ángel Maroto vuelve a su pueblo, pero con el gusanillo del arte dentro y no tiene más remedio que inventarse una galería, en pleno corazón de la Mancha, con la idea de desarrollar todo lo que había aprendido durante doce años en Biosca y con el empeño de difundir y defender el arte que han hecho y hacen sus coterráneos.
En marzo de 2000, ni corto ni perezoso, con moral a prueba de naufragio, Ángel Maroto se decide a abrir una galería y lo hace en la calle de Los Ángeles, una premonición determinante, pues ponerse en manos de los ángeles, como hacen los artistas y poetas de rango, ya es una decisión determinante. Y lo hace con la idea de no desconectarse de los maestros que había conocido en Biosca y de acercarse a los nuevos valores.
“Marmurán”, es un acrónimo formado con las iniciales del nombre y apellidos del galerista. La muestra inaugural se titularía “Maestros del arte contemporáneo” y contó con las firmas de Juan Alcalde, Amalia Avia, Antonio Zarco, Agustín Úbeda, Antonio Guijarro, Juan Romero, Teresa Duclós, José Hernández, Evaristo Guerra, Redondela, Benjamín Palencia…
Unos comienzos de plomo- mucho elogio y pocas ventas-, como corresponde a cualquier intento cultural, pero que no produce desaliento alguno al galerista. Sigue trabajando y, en 2007, se traslada a otro espacio, el actual, C/ Castellanos 37, ya con otra presencia más impactante y empaque de galería con solera.
En 2015, celebra su XVº aniversario, con renovadas expectativas. Entre tanto se han celebrado exposiciones colectivas, temáticas e individuales de Juan Alcalde, García Donaire, Agustín Úbeda, Rafael Alberti, Teruhiro Ando, Juan Romero, Pedro Quesada, Ángel Lizcano, Fernández Molina, Romeral, Gregorio Prieto…Asistiendo a ferias internacionales como las de Marbella, Ferco y DonostiArtean.
En el espacio Marmurán se han hecho presentaciones de libros, lecturas de poesía, ciclos de conferencias, recitales de flamenco y otros encuentros culturales que han permitido tener un ámbito para la actividad cultural en este rincón de la Mancha, si es que en la diafanidad manchega es lícito hablar de rincones.
En 2020 se cumplía el vigésimo cumpleaños de esta empresa cultural, que continúa viento en popa, y estaba prevista su celebración, pero la situación de pandemia que vivíamos aconsejó retrasar toda concentración presencial hasta momentos más oportunos y felices. Por eso, ahora, y en comunión con otro espacio cultural de la ciudad, el Museo Municipal de Alcázar de San Juan, se propone esta exposición homenaje a Marmurán en su XXIIº aniversario.
Y conviene decirlo sin ambages, ni titubeos, hay que celebrar a quien trabaja para la cultura, a quien la cuida y la genera, porque ésta siempre está en peligro, en precario. En un espléndido ensayo, “En torno a la poesía”, afirma el poeta griego, Premio Nobel de 1963, Yorgos Seferis: “No siento ninguna simpatía por la llamada torre de marfil y creo, por el contrario, que el arte es el medio más elevado que ayuda a los hombres a aceptarse entre ellos”. Cuando todo se polariza, es necesario mecanismos, todos los posibles, que permitan aflorar nuestra sensibilidad y que inciten a aceptarnos.
La muestra del XXIIº aniversario expone a los artistas con los que ha venido trabajando, o que ha expuesto, y que de algún modo forman la familia Marmurán; algunos ya desaparecidos como Farreras, Chillida, José Luis Sánchez, Alcalde, Arnau, Parra, Pepe Díaz, Cloweiller, Úbeda, Zarco, García Donaire, Herreros, Antonio Fernández Molina, Redondela, Eduardo Santos Murillo, Lizcano, J.L. Samper.
Y otros, gozosamente vivos y en marcha como Juan Romero, Pedro Quesada, Lencero, Romeral, Ando, Nuria Cortina, Enrique Carrazoni, Laura Ríos, Andrés Escribano, Margarita Gámez, Huete, Morago, Aureo, Carlos Madrigal. En todo caso, todas las obras expuestas estarán reproducidas en este documento que es histórico, tanto para los implicados como para los anales culturales de Alcázar de San Juan.
Un detalle, muy tribu de los artéfilos: la pieza reproducida en la tapa del catálogo, Barrio Latino, c.1980, óleo/lienzo, 27x35 cm, Juan Alcalde, es la primera que pintó el artista, tras enviudar, y la primera que compraron Ángel y Rosi, nada más llegar a Biosca, en 1984. Entonces supuso un sacrificio económico importante, pero aquella adquisición fue una declaración de principios de una vida que comenzaba cabe el arte. Juan Alcalde, al saber que era su primera adquisición, exclamó: ¡no será la última! ¡Cómo así ha sido!
¡Albricias, Marmurán ha logrado vivir XXII años, vendiendo, comprando, exponiendo, exponiéndose, acercando personas, estilos y mundos! Y, al tiempo, Ángel Maroto se ha convertido en un referente en el cosmos del arte, no sólo en Ciudad Real, sino en el país de El Quijote y más allá. Un marchante con criterio, que forma parte de jurados, que interviene en debates, que publica y edita catálogos, que escribe textos. Que se desenvuelve con solercia en un mundo de egos complicado ¡Un hito milagriento donde los haya! Tomás Paredes
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