jueves, 21 de abril de 2022

CRÓNICAS DE JERUSALÉN XII.- Emaús-Nicópolis, de una visión mística carmelita, a las excavaciones de una gran basílica bizantina

Restos de la basílica bizantina de Emaús



Julia Sáez-Angulo

Fotos: Teresa Vallés

22/4/22.- Jerusalén.- Cuentan que fue así, en pleno arrebato místico de santa Mariam de Belén, religiosa carmelita cuando, a finales del XIX, ella dijo en voz alta la revelación hecha por Jesús: en aquel sitio, el pueblo árabe de Amuás, se encontraba la antigua ciudad de Emaús, citada por el evangelio a 60 estadios de Jerusalén. Era la ciudad hacia la que caminó Cristo con dos discípulos, Cleofás y otro del que no se sabe el nombre, que dejaban la ciudad santa, donde había crucificado al Maestro. Y en Emaús fue donde ellos lo invitaron a quedarse a cenar, “porque declinaba el día” y sólo reconocieron al Resucitado al partir el pan.

Tras la revelación de la santa, las carmelitas se apresuraron a comprar el terreno a los árabes y, en las excavaciones subsiguientes, se fueron descubriendo la primera iglesia que se construyó, seguida de la gran basílica bizantina -reconstruida más tarde en el XIII por los cristianos locales, tras la presencia de los cruzados- con un buen baptisterio y en un yacimiento donde no faltan las ruinas romanas, porque allí estuvo también la V Legión Macedonia de Tito, que dio el nombre de Nicópolis al pueblo. Allí se conservan fragmentos de mosaicos policromados, restos de termas, cisterna, exedra, algunas tumbas judías…

A partir de las visiones de santa Mariam y el descubrimiento de la basílica bizantina, recomenzaron las peregrinaciones cristianas a este "nuevo" santo lugar, que además responde a los 60 estadios evangélicos, unos doce km, que se pueden recorrer en un día. Quedan así prácticamente descartados otros dos lugares, uno de ellos en Líbano, que se disputaban el lugar donde cenaron Cristo y los dos discípulos, tras el trayecto en que el Mesías resucitado les explicaba las Escrituras y profecías cumplidas con su muerte y resurrección.

Y se decían los discípulos,  uno al otro: «¿Acaso no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lucas 24.32)

El pueblo árabe de Amuás fue también identificado como el Emaús de la Biblia y la Nicópolis romano-bizantina en la época moderna, tras los trabajos de los exploradores: Edward Robinson (1838-1852), M.-V.Guérin (1868). Clermont-Ganneau (1874) y J.-B. Guillemot (1880-1887).

Lamentablemente, Amuás fue arrasado con excavadoras tras la guerra de los seis días en 1967 -la damnatio memoriae desde los romanos sigue vigente- y en su lugar se plantaron árboles para crear el Canadian Park, bosque sufragado por los judíos de aquel país americano.

Hoy, en un convento cercano a la basílica, construido en lo alto del bosque, la congregación francesa de las Beatitudes o Bienaventuranzas, es la que se ocupa de la custodia del santo lugar: los vestigios del Emaús cristiano y evangélico. El Patriarca Latino celebra todos los años allí la misa del lunes de Pascua, porque aquella aparición a los dos discípulos tiene un aprecio y relieve especial para los cristianos locales, que junto a los peregrinos, suelen organizar días de senderismo hasta llegar a Emaús, emulando a los dos discípulos, Cleofás y a su compañero anónimo. Desde Saxum Visitor Center, a medio camino entre Jerusalén y Emaús, se organizan igualmente estas caminatas de visitantes.

Este año no asistió el patriarca Pizzaballa a la misa del lunes de Pascua, según me enteré “por prudencia”, ya que uno de los sacerdotes con los que había estado conversando, había dado positivo en covid. Pero la misa al aire libre, entre las ruinas de la antigua basílica, con lonas como techo protector del sol, fue emotiva y alegre a las cinco de la tarde. Fue concelebrada por tres obispos, uno de ellos el franciscano, políglota italiano, monseñor Francesco Patton, custodio de Tierra Santa que, según me cuenta la poeta salmantina Isabel Bernardo, es buen amigo de su marido y de ella; juntos viajaron en su día a Lisboa. Los árabes cristianos cantaban muy bien en la misa, doy fe. Aunque se utilizaron varias lenguas en las lecturas, la mayor parte de la liturgia se hizo en árabe.  

“Nunca le perdonaré a San Lucas, que no se extendiera en su evangelio sobre el diálogo que sostuvieron los discípulos de Emaús con Cristo”, me comentaba una persona que reserva su nombre. Pero ahí está el sacerdote don Joaquín Paniello, que se ha atrevido a imaginarlos y escribirlos, con arreglo a las profecías del Antiguo Testamento que anunciaban el Mesías por venir. El resultado es el libro ¿Por qué estáis tristes?, editado en Jerusalén por EmausFootprints. Una osadía hermosa, reveladora y edificante. Está siendo traducido a varias lenguas.

Este libro vendría a ilustrar y completar la revelación de Mariam Baouardy - Sor María de Jesús Crucificado; Mariam de Belén- (1846-1978)-, nacida en Galilea, al tiempo de la también carmelita descalza Teresa de Lissieux. Está considerada como la “Teresita del mundo árabe”, pues se llamaba a sí misma “la pequeña nada”. Fue bautizada en la iglesia melquita de rito oriental. Fundó el Carmelo de Belén y Nazareth. Murió a los 32 años a consecuencia de una cangrena, originada después de caerse de una escalera y partirse el brazo. Se la considera “intercesora de la paz para Tierra Santa”. Una de las dos recientes santas palestinas.

Entre sus carismas: reprodujo los estigmas de la Pasión de Cristo, don de la profecía y éxtasis. En 1878, durante un viaje de Belén a Nazaret, le fue revelado el lugar evangélico de Emaús. Ella lo hace comprar a Berthe Dartigaux para el Carmelo. Fue beatificada por Juan Pablo II y canonizada por el papa Francisco en 2015.

    Los peregrinos acabamos por coincidir en los santos lugares. En Emaús volví a ver al peregrino descalzo y a la historiadora de arte española María José Miranda. A ambos los había visto y saludados en la iglesia del Santo Sepulcro.

Misa de Pascua al aire libre en Emaús (2022)

Peregrino descalzo en Emaús

Tumba judía. Emaús
Mosaico policromado
Photo-call para visitantes. Un recuerdo gracioso de Emaús

Poema de Marcela a Emaús



6 comentarios:

Raúl dijo...

Todo es muy bello. El poema también nos ayuda a recordar algunas de esas ocasiones en que hemos puesto fin a una visita o a una conversación... pero como a disgusto, pues nos habríamos quedado más tiempo. Tal vez uno de los efectos de la amistad sea que parece corto el tiempo en que estamos con nuestros amigos.
Quiera Dios que mis palabras sirvan alguna vez a alguien para darle un sentido como de afecto.
Un abrazo,
Raúl

Isabel Bernardo dijo...

Qué ilusión me ha hecho hoy leerte, Julia. Gracias por la mención.
Un abrazo grande y sigue disfrutando tanto.
Isabel Bernardo

Leonor MERINO GARCÍA dijo...

Julia-Amigos todos:

Contar/Cantar
poner el Alma a punto
para una caricia Humana
por una Amistad profunda.

Leonor

Emilio Porta dijo...

Aprender... y agradecerte que nos ayudes a ello. Tus crónicas de viaje son una fuente de conocimiento y cultura. Y buena escritura. Gracias, Julia.

Julia Saez Angulo y Dolores Gallardo dijo...

Marejadas Revista


Hola Julia,
Muy interesantes las Crónicas de Jerusalén. Muchas gracias.
Te deseo buen fin de semana. Mar Capitán

Anónimo dijo...

Muchas gracias, Julia. Me encantan estos artículos. Un cariñoso abrazo, Trinidad Romero