viernes, 22 de abril de 2022

CRÓNICAS DE JERUSALÉN XIII.- De viernes islámicos, Sabbats judíos y domingos cristianos. La Puerta Dorada y el cementerio.


Puerta Dorada. Jerusalén



Julia Sáez-Angulo

22/4/22.- Jerusalén.- Aquí hay que aprenderse bien los días y los ritmos de los descansos semanales. Ayer cerraron los comercios islámicos, por ser viernes, su día de rezos, por lo que se echa el cierre no solo a los establecimientos propios, sino a los autobuses árabes, que tienen tres números para poder identificarlos; a la tarde ya comenzaba el Sabbat judío, con lo que se echa el cierre a lo propio y se paran sus transportes públicos y se comienzan a ver familias endomingadas para celebrar juntas la cena del Sabbat. Los hombres con la kipá portan los libros de la Torá en la mano y alargan sus filacterias; los domingos se percibe la clausura de las tiendas cristianas que están situadas en las calles adyacentes al Patriarcado latino situado en la Ciudad Vieja. 
En suma, que, si te pilla sin pan, has de pensar e ir a buscarlo al lugar correspondiente en los días viernes, sábado domingo. Al atardecer del Sabbat, por los jardines y terrazas de mi zona, huele que da gusto, a carne asada, ternera o pollo sin duda, porque en esto de no tomar cerdo, están de acuerdo -parece imposible- islámicos y judíos. La presencia de los romanos en esta tierra, con su afición a la carne de cerdo, no pudo con la tradición abrahámica en los descendientes de Sara y Agar, o lo que es lo mismo, de la esposa y la esclava de Abraham, ni de sus hijos respectivos, Isaac o Ismael
Árabes y judíos, todos semitas, pero no se soportan. Entre ellos solo cabe la conllevanza, que diría José Ortega y Gasset, es decir, llevarse como se pueda, unos ratos regular, otros mal y otros muy mal. Y así hasta el final de los tiempos. Yo no veo otra. O como diría Camilo José Cela, presidente en vida de la Asociación Española de Amigos de los Judíos, “el que resiste, gana”, pero yo veo resistencia por ambas partes.

Después del tríduo pascual junto al Santo Sepulcro, no he vuelto a la Ciudad Vieja, donde se dan los encontronazos, algaradas, correrías y otros eufemismos, cuando no, enfrentamientos a pedradas, balas de goma, culatazos y otras “caricias” similares, que acaban en heridos cuando no muertos. Todo suele empezar con los saboteadores de un lado o de otro en la explanada de las mezquitas, el llamado Monte del Templo, donde quieren rezar unos y otros en aras a las tradiciones de sus muertos, o para decirlo más fino, de sus antepasados. Todos marcaron con sus pasos aquellos lugares, que después cada cual quiere en exclusiva. No es agradable ver a soldados niños con metralletas que te cortan el paso. Lo de niños lo digo, porque soy mayor y los veo a todos muy jovencitos o jovencitas. Veintiañeros. Son soldados israelíes por supuesto. La soberanía está donde está.
Me viene a la memoria la Puerta Dorada de Jerusalén, por donde dijo el profeta Elías que entraría el Mesías, y que quedó condenada por los árabes (ya son ganas de fastidiar), al situar su cementerio islámico delante, y ¡ay del que se atreva a profanarlo! De la leyenda de la Puerta Dorada me habló en su día poéticamente el escritor José María Bermejo (¡qué gran poeta!). Según los evangelios apócrifos, fue ante la Puerta Dorada donde tuvo lugar el encuentro de los padres de la Virgen María, Ana y Joaquín, allí se abrazaron al conocer su futura paternidad. Giotto y Durero, entre otros  artistas, contribuyeron a propagar la leyenda en su pintura.
Lo cierto es que la Puerta Dorada es la entrada más antigua de las murallas que rodean la Ciudad Vieja de Jerusalén y fue construida en el siglo VII durante los Omeya. También se le conoce como Puerta de la Misericordia o Puerta de la Vida Eterna. Una puerta anterior en la misma ubicación era utilizada con fines rituales. La puerta se encuentra en el centro de la muralla este y era la única que permitía el acceso directo al Monte del Templo desde el este. La puerta está cerrada desde 1541 por orden de Solimán el Magnífico, porque, según la tradición judía, es la que utilizaría el Mesías para entrar en la ciudad y los musulmanes crearon un cementerio en el exterior de la puerta, dado que estaban convencidos de que el Mesías no podría entrar por allí, ya que, al ser sacerdote, no querría contaminarse atravesando cementerio.  Lo dicho.
De España me envían las crónicas de los altercados violentos en Jerusalén, pero en esta ocasión, repito, tras el tríduo pascual, me dedico al Jerusalén de elegantes barrios tamizados de población serena y no se entera una de más. También a pequeños viajes a lugares santos o históricos. Mañana toca Jericó (bebo agua embotellada de Jericó todos los días), al nivel cero del mar, a ver camellos… me amenazan con 38 grados. Puedo fenecer. He de llevar agua en abundancia. Lo contaré si sobrevivo. 
Puerta Dorada y cementerio islámico

Joaquín y Ana en la Puerta Dorada (pinura de Giotto)

Encuentro de san Joaquín y Santa Ana en la Puerta Dorada. Durero


icono ruso del XV: Joaquín y Ana

4 comentarios:

Juana Mari Herce dijo...

Relatos de una viajera en Jerusalém,que nos muestra con admiración su historia y nos hace sentir,emoción,y fascinación por esta increíble ciudad.
Gracias por compartir.
Un abrazo.

Raúl dijo...

Sin palabras. ¡Cuánta tradición! Si alguna vez puedo ir, escribiré un librillo: COPLAS DE TIERRA SANTA. Seré el único lector del mismo.
Nuevos saludos,
Raúl

Julia Saez Angulo y Dolores Gallardo dijo...


ADRIANA ZAPISEK
sáb, 23 abr, 11:26 (hace 2 días)
para mí

Hola Julia, que nota tan linda, interesante y amena, me encantó !! Y cuando escucho por la radio las escaramuzas allí....bueno, pienso, q como tu me dijiste, no te acercas a esas zonas calientes. Bss

Julia Saez Angulo y Dolores Gallardo dijo...


Javier Campos
Adjuntos
sáb, 23 abr, 10:55 (hace 2 días)
para mí

Querida Julia:

Felicitaciones por la nueva entrega y por la referencia a tanta iconografía del encuentro de Joaquín y Ana. Siempre me ha llamado la atención el interés que despertó el tema entre los artistas y los mecenas que encargaban algunas de esas obras.

Buen fin de semana y un abrazo, Javier