miércoles, 24 de agosto de 2022

CRÓNICAS ESCURIALENSES XXIX. Azaña y “El jardín de los frailes”, una visión compleja del Real Sitio

Jardín de los Frailes. Real Monasterio


Manuel Azaña, escritor



Julia Sáez-Angulo

Fotos: Mercedes Marcos

22/8/22.- El Escorial.- Durante este verano de Crónicas Escurialenses, me propuse leer de nuevo El jardín de los frailes (1926), libro de Manuel Azaña (1880-1940) sobre su paso como alumno interno, durante ocho años, por el Colegio María Cristina de los Padres Agustinos en San Lorenzo de El Escorial. El libro, tomado de mi biblioteca escurialense, abundante en volúmenes sobre el Real Sitio, tiene las páginas tostadas por el paso del tiempo, pero una letra aceptablemente grande, que es lo que hoy se pide para la lectura.

La edición en mis manos de 2003, de pasta dura, que es la que hace perdurable los libros (una tradición muy arraigada en Inglaterra, de ahí la buena situación de los ejemplares en las tiendas de lance) califica, en la contraportada, al “El jardín de los frailes” de novela autobiográfica y no es muy exacta la calificación, tampoco la de memorias de juventud o confesiones de un muchacho. Yo veo el libro como una serie de lucubraciones mentales sobre un tiempo de adolescencia y juventud, escritas con el distanciamiento del tiempo, un “soliloquio” postrero, por lo que no se ajusta del todo al desarrollo tangible de colegial de los trece a los veinte años en un colegio de frailes, sino de cierta recreación y puesta en escena obscura de un tiempo con el que el autor plantea cierto ajuste de cuentas. 

Tanta abstracción me fatigó y lo comenté al escritor Tomás Paredes, que también pasó el internado en el mismo Colegio agustino escurialense de Azaña -años más tarde, en los 60- y yo daba por seguro que habría leído El jardín de los frailes. Su breve respuesta no se hizo esperar: El "Jardín" de Azaña es cercano a un poema en prosa, de ahí la abstracción, quería ser lírico y le faltan mimbres. Se embebía en la paradójica belleza de los fantasmas. Su prosa es de plata, pero en ella no nace la primavera. Era el gran orador, el tenaz ensayista. Yo lo leí desde la galería de Convalecientes, cuando era un fruto prohibido. 

    Efectivamente no lo acabo de ver como poema, por muy en prosa que se apoye.

Suelo tener cierta disciplina para acabar un libro -algo no muy recomendable, cuando no gusta o no convence el ejemplar- y seguí adelante en la lectura. En un encuentro con Javier Campos y Fernández de Sevilla, padre agustino, miembro de la Cofradía Internacional de Investigadores de Toledo, a la que pertenecemos ambos, le volví a comentar el tema de mi lectura decepcionada sobre el libro de Azaña, y como buen intelectual, me facilitó de inmediato el ensayo “Azaña y El Escorial. Una relectura de El jardín de los frailes” (1995) del P. Domingo Natal OSA en la revista “La Ciudad de Dios”. Un ensayo generoso, ecuánime y ameno. Y un segundo, titulado “Azaña, genio y figura. Su Escorial íntimo” (1991) de Gabriel del Estal, publicado en “El Anuario Jurídico y Económico Escurialense”

La relectura de Domingo Natal Osa sobre el libro de Azaña era más inteligente y morosa que la mía, más amplia y abarcadora junto a otros textos del autor, sobre la actitud del que fuera alumno agustino y más tarde presidente de la II República Española. 

“Para los agustinos de El Escorial, D. Manuel A. Díaz siempre fue Manolito, “que de joven era muy religioso”, y el propio Azaña lo cuenta:

“Estuve por la mañana en la basílica, solo. Cantaban la misa mayor…¡Cuántos recuerdos!... ¡Qué de cosas adquirí y perdí aquí!... Con estas canciones de coro, mi alma adolescente subía en otro tiempo al cielo. El colegial ya no existe, y ellos siguen cantando lo mismo. ¿Para quién? Nadie lo ha exprimido como yo”.

Según Juan Marichal, “la deuda” de Azaña con los años agustinos de El Escorial es quizás mayor de lo que él decía en El jardín…”

“En El Escorial, Azaña encuentra la religión y el paisaje (…) Fueron tiempos para Azaña de despliegue de fuerzas interiores, aunque la haraganería cultural y afectiva del mundo estudiantil le repelía profundamente y le empujaba hacia la magia del bosque”, escribe Natal.

“En El Jardín…, Azaña se refiere a como al llegar a El Escorial… sus maestros le “volvieron a la razón” y le “habituaron a la religión conciliada con la vida”. Fue seguramente el Padre Montes el fraile con el que más sintonizó, profesor de Derecho Romano en 1894. 

En 1937 en Valencia, en plena guerra civil, Azaña tuvo una entrevista con el Padre Isidoro. Azaña estuvo frío. “El P. Isidoro fue el inspector que irrumpe en la redacción de la revista del colegio, donde A. y sus compañeros celebraban una gran juerga. Es un momento tenso que origina la salida de A.: Ni los frailes le echaron ni él tiene razón definitiva para irse, pero todos sabían, que “sin decirlo nadie, que ya no volvería”. Era 1898, el último año de A. en los Agustinos del Monasterio”. 

La entrevista con el P. Isidoro terminó bien. Hablaron de los 60 agustinos del Monasterio fusilados en Paracuellos del Jarama. Azaña le dijo que le tendrían que haber avisado a él. El Padre Isidoro lo achaca a indecisión y timidez. “¿No sabe usted que me pintan con un furibundo enemigo de la Iglesia Católica? Es estúpido”, le comenta el presidente de la II República.

El encuentro terminó diciéndole al P Isidoro que podría ir donde quisiera. Azaña le da algún dinero y le paga la pensión. El P. Isidoro se fue llorado. Eran tiempos de llanto en España.Plena guerra civil con muchas muertes en el presente.

Azaña escribe en “El jardín…”: “Yo…retuve los fastos gloriosos, el júbilo pascual, la inocente albura de la ofrenda. Retuve las promesas confortativas, el bálsamo de la misericordia, que no deja cicatriz; la actual y seguro que se parece, ¡oh! descaso, al olvido. Retuve las señales de regocijo: el oro del altar, el incienso nacarado, los himnos, las palmas; las apariciones benignas rebasado el Calvario, cuando Jesús reposa de sus trabajos cumplidos ilumina la tierra que pisa y la apacigua”.

Ciertamente la formación cristiana, católica, estaba muy arraigada en Azaña. Leyendo su “Jardín” le viene a una la memoria de la afirmación de Valle Inclán. “lo mejor de la Iglesia Católica es su liturgia”.

Todo ello explicaría el hecho de que a su muerte en Montauban (Francia), ya exiliado en 1940, Azaña quisiera morir dentro de la Iglesia Católica, por más que algunos republicanos lo escondan. Su formación cristiana en El Escorial, le había dejado un sello perenne. El cristianismo lo llevaba dentro.


Juan Alcalde y la máscara post mortem de Manuel Azaña

Tuve ocasión de entrevistar en 2010 al pintor Juan Alcalde (1918-2020), exiliado después de la guerra en Le Barcarés, uno de los campos de refugiados para españoles en Francia -campo de concentración lo llamaba Alcalde-, al que llamó el embajador mexicano en Francia, para pedirle que le acompañara al Hotel Midi en Mountauban y le hiciera una mascarilla post mortem a Manuel Azaña, que acaba de morir. Además de hacerla, el artista, al que dejaron solo con el cadáver, se permitió hacer unos dibujos sobre el rostro yacente del presidente de la II República. Uno de esos dibujos, a mi propuesta, pasó por donación al Archivo Histórico Nacional. Lo recogió en mano el entonces director general del Libro, Rogelio Blanco, tras un almuerzo con él, que nos obsequió a Juan Alcalde y a mí, en uno de los comedores privados del Ministerio de Cultura. El D.G. del Libro quería llevar el dibujo al Museo Archivo General de la Guerra Civil Española en Salamanca, pero el pintor dijo con mucha gracia, que él era "madrileño, y fuera de Madrid, todo le parecía el extranjero". Prefería que se quedase en la capital del reino. No sé lo que haría Rogelio, porque era muy suyo.

Azaña murió en 1940 a los 60 años.

Manuel Azaña será siempre un nombre unido a El Escorial, por haber sido alumno del Colegio Universitario María Cristina de los Agustinos, y por haber escrito el libro “El jardín de los frailes”, toda una metáfora del Real Monasterio y el Real Sitio de El Escorial, del alma y del espíritu que emanan, a través de una mente y visión compleja.

Del ensayo de Gabriel del Estal, solo tomaré la propia cita de Azaña con la que se abre el escrito: “Siempre en perfecta comunión con este lugar” (M. Azaña. Memorias Políticas. 26 de julio de 1931).

Jardín de los Frailes

Julia Sáez-Angulo y Javier Campos Fernández de Sevilla en la Universidad María Cristina

Iglesia de San Bernabé, de Juan Toledo. El Escorial


Pico del Fraile. Sierra de Guadarrama

2 comentarios:

Julia Saez Angulo y Dolores Gallardo dijo...

Gracias por la deferencia de enviarme el texto inédito sobre Azaña, que me permito ajustar puntualmente:

-Azaña estuvo en Mª cristina 4 años (por curiosidad, vivió en la habitación nº 13, muy cerca de la puerta principal).

-El P. Jerónimo Montes (P. Mariano en el “Jardín de los Frailes”), fue prestigioso penalista, Dr. la Univ. Central y reconocido por sus trabajos sobre la pena de muerte.

- P. Domingo Natal, OSA (sigla internacional de Orden de San Agustín)

Te envío un trabajo sobre la vida en el Colegio Mayor, con buena antología de cien años.

El año del centenario de la Revista (curso 1997-1998) se publicó un número con la historia; quedan ejemplares por si te interesa para tu “Colección Escurialense”.

Saludos Javier Campos y Fernández de Sevilla

Julia Saez Angulo y Dolores Gallardo dijo...


Te voy a contar algo sobre AZAÑA.Y que conocía muy pocos EL AMIGO De AZaÑA, CON EL QUE PASEABA CASI TODOS DÍA, POR EL JARDÍN DE LOS FRAILES FUE EL PADRE MILLÁN CELA LOPEZ. FUE MI TÍO MILLÁN (LO CONOCIÓ TOMÁS PAREDES). MI TÍO NUNCA ME HABLÓ DE ÉL. FUE MI ADORADO PADRE CUSTODIO VEGA, MUY AMIGO DE MILLAN, QUIEN ME CONTÓ ÉSTo Y EL P.J.M RIOCEREZO DE MILLÁN SABÍAN TODO.
Lucrecio-Silvino