Víctor Morales Lezcano
No es aventurado suponer que, para el gran público que asiste a varios −si no a todos− de los actos que organiza Casa Árabe en Madrid, la diversión musical que tuvo la península ibérica durante los siglos de coexistencia islamo-cristiana y hebrea (VIII-XV) no suele ser muy conocida.
El pasado lunes 16 del mes en curso Casa Árabe ha ofrecido su establecimiento edilicio en las madrileñas (y antiguas) Escuelas Aguirre para la celebración de un concierto vocálico e instrumental, de raigambre andalusí, bajo el epígrafe “Sueños de Azahar”.
“Sueños de Azahar” fue interpretado por el grupo al-Maram, integrado por cuatro instrumentistas; dos de ellos, Nerea Mafarki y Husam Hamumi, fueron las estrellas vocales de la sugestiva velada cultural a la que se vienen refiriendo estas escuetas líneas.
Que la dimensión musical del mundo andalusí (mudéjar, luego dicho morisco) se trasplantó al norte de África (Fez, Tetuán) para proseguir su pervivencia tanto cortesana como popular allende Gibraltar constituye otra señera migración cultural entre Al-Ándalus peninsular y el conocido como Mogreb al-Acsa.
“Last but not least”, recuérdese la prolongada existencia del Círculo Intercultural Hispano Árabe (CIHAR), que viene funcionando, sin prodigarse en exceso, pero con buen criterio selectivo a partir de 2015.
Sería una seria ingratitud no recordar en esta ocasión que el CIHAR se gestó en el seno de Casa Árabe con algún apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores; ello no empece para reconocer una vez más que, desde un principio, ha sido Abdo Tounsi el “alma mater” del CIHAR. A él va dirigido, en particular, el honorífico “latinajo” que se acaba de incrustar en la mención específica que el amigo Abdo Tounsi se merece y con creces.
La velada musical y vocal vino precedida de varias intervenciones protocolarias y de la proyección de un vídeo consagrado al proyecto titulado “Andalucía verde”.
Al final reinó en la sala de Casa Árabe un clima de gozosa satisfacción y amigable convivencia.
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