Ioana Zlotescu, hispanista y escritora
Julia Sáez-Angulo
9/8/24 .- El Escorial.- Ioana Zlotescu Sumatu (Bucarest), hispanista rumana, con más de 40 años en España y nacionalidad doble por méritos propios, es amiga mía y en ello concibo todo el honor. Trabajamos juntas en el Ministerio de Cultura hace alguna década, y desde nuestra jubilación nos llamamos por teléfono periódicamente para reciclarnos en nuestras vidas, o más bien en nuestras inquietudes y pensamientos, porque, ahora, las vidas van a tempo lento.
Experta en Ramón Gómez de la Serna, y coordinadora de sus obras completas, Francisco Umbral la denominaba con buen criterio “la viuda blanca de Ramón”, pues lo sabe todo del autor de las “Greguerías”. Ioana califica a Ramón de “genio cansino”, porque aún, siendo un escritor interesante, tenía incontinencia de escritura. “Él escribía todo el tiempo, hasta el punto de que Ignacio García Ramos, se dio cuenta de que en la foto de su féretro, Ramón tenía la mano derecha más hinchada o más grande, de tanto escribir”, cuenta Ioana.
“Era un grafómano que no controlaba la escritura. Un manantial sin fin, como también lo afirmó Alonso Zamora Vicente, por eso se presta a preferencias de libros o etapas. A mí me interesa más el primer y el último Ramón, por las circunstancias que revelan. También su trabajo en la revista “Prometeo", publicación que creó su padre y que tiene una trayectoria y contenido asombrosos”, añade Ioana.
Para la hispanista, “Automoribundia”, “El libro mudo” y “Morbideces” estarían entre los libros más interesantes de Ramón, sobre todo el primero.
Zlotescu rumia el escribir un ensayo sobre la “literatura de la mismidad”, que no hay que confundir con el narcisismo, aunque también lo tuviera Ramón. “No se trata de la literatura autobiográfica o las memorias, sino de analizar su “realismo lateral”, como el escritor lo expresó en el prólogo de “El hombre perdido”, cuando dice con claridad: “miro la realidad lateralmente”. Ramón es un escritor realista, pero no de frente, sino de modo lateral, para poder entrar en los secretos, a base de hacerlo por ventanucos, que permiten observar muchos matices”, explica.
“Mi enfermedad, por la pérdida paulatina de mielina, me resta energías”, confiesa la hispanista, que llegó a dirigir el Instituto Cervantes de Bucarest, su ciudad natal, en 2000, después de más de 30 años de haber huido del régimen comunista de Ceausescu.
“Fue un regalo para mí tener este cargo en Bucarest, al que me insistió para que aceptara Fernando Rodríguez de la Fuente, entonces director del Instituto Cervantes. Tuve tanto interés en no defraudarlo, que trabajé intensamente para hacer de la institución un lugar interesante de cultura. Por Bucarest pasaron numerosos escritores españoles e hispanoamericanos de prestigio, entre otros Jorge Semprún, que tuvo una intervención inolvidable. Los confronté con escritores rumanos”.
Le pregunto por su llegada y decisión de quedarse en España y menciona con agradecimiento a Carmen Llorca, profesora de Literatura en la Facultad de Periodismo de Madrid, donde Ioana daba clases de “Historia Universal de la Prensa”, como PNN -profesor no numerario-, donde coincidió con otros profesores rumanos: Vintila Horia y Mónica Nedelcu. “Vintila Horia era tan brillante dando sus cursos de Literatura Universal, que sus clases se llenaban de gente, incluso de izquierdas, que iba a escucharlo con admiración”, me comenta incidentalmente.
Pero volvamos a Carmen Lorca, quien le pidió que ella la sustituyera en las clases, durante un viaje que tuvo que hacer a París. “Como no era mi asignatura, me preparé aquellas clases a conciencia, para dejar en buen lugar a Carmen Llorca, y por si los alumnos me hacían preguntas al final de la exposición”. Fue a partir de este favor, que le hice con gusto, cuando empezó nuestra amistad y Carmen me contrató para trabajar en su despacho de la calle Barquillo por las tardes. Ella sabía que yo ganaba poco dinero en la Universidad. Después, ella misma insistió para que me preparase las oposiciones de TAC -Técnico superior de la Administración Civil- y las saqué a la primera (dos mil candidatos para 10 plazas). Yo era muy concienzuda haciendo las cosas”. De ese tiempo recuerda un viaje institucional a China, con César Manrique, Carmen Conde y otros escritores y artistas.
A partir de aquí, Zlotescu trabajó en el Ministerio de Cultura, en Palacio Real con los poetas… al tiempo que seguía investigando y trabajando sobre el gran Ramón y traduciendo a distintos autores rumanos al español, como a Emil Cioran, con el que tuvo un encuentro interesante en París, de la mano de un primo suyo, que fue compañero del filósofo rumano. "Todos empezamos hablando en francés, pero al poco rato, Cioran pidió que lo hiciéramos en la “la bella y selvática lengua rumana”.
Ioana Zlotescu en rica y caudalosa en su conversación, a veces me lleva a problemas filosóficos y metafísicos que me dejan temblando. No entiende que la creación esté bien hecha, si todos dependemos de una cruel cadena trófica. Y yo me quedo muda, que ya es decir. Ella ama de tal modo la belleza de la Naturaleza, que un día no se atrevió a comer una preciosa lechuga en forma de flor, porque hubiera sido romper la belleza.
Otras veces me plantea la diferencia clara y sutil entre la soledad querida y la no querida. La “solitude” en francés “lo explica mejor”. “La verdadera soledad llega cuando nadie te necesita, no cuando tú necesitas a alguien. Es muy distinto”, insiste la hispanista. "A mis soledades voy/ de mis soleddes vengo/", cita solemnemente a Lope de Vega.
Ioanna ha cuidado con verdadero amor a sus padres, con los que viajó por todo el mundo, y a su gatita Pisuka que ha muerto recientemente, al cabo de 18 años, por ello, la hispanista está desolada.
Procedente de una familia burguesa de banqueros, la vida de Ioana ha sido guiada por el azar, el destino, la providencia, la casualidad, la causalidad, el error, la equivocación, la suerte, el acierto… Yo le insisto para que escriba su testimonio en unas memorias, pero me placa diciendo: “No te olvides querida, que yo soy investigadora y he de comprobar cada uno de los datos, no como tú, que eres escritora y tienes el campo libre”.
Más información
Ioana y Juan Manuel Bonet (Foto: J. P. Quiñonero) 2014
6 comentarios:
Doy fe de como se llenaban las clases del profesor Vintila Horia. Yo asistía a ellas aunque no me correspondía ese profesor. Gracias Julia por tus encantadoras crónicas
A mí también me hubiera encantado tener un encuentro interesante con Emil Ciorán en París .
Que afortunadas son algunas personas.
Me alegro por ellas.
Juan Diego Roldan Lopez : Gracias. Muy interesante la vida de Ioana ( Juana como se puso cuando se hizo española).
José Miguel Martinez : Una vez más extraordinario artículo, que riega las semillas del conocimiento. Feliz lunes. Un saludo. Romseneí.
Jaime Siles Ruiz : Me ha encantado tu crónica de hoy. Cordiales saludos desde Jávea, Jaime
El Escorial, sin duda, es un lugar mágico. Confluyen en él pasado, presente... y espero que futuro. Por eso, cada regreso a El Escorial, por tu parte y por la de los que sentimos el trayecto a través de tus escritos, es también un viaje a una isla imaginaria y maravillosa, asentada en la ladera del Monte Abantos. Una isla de cultura, llena de árboles plantados en medio del desierto en que han convertido la cotidianidad la mayoría de los mass media. Esa realidad de efímeros y casuísticos noticiarios, tantas veces especulativos y manipuladores de parte (según sople el viento y los intereses y servudumbres) por no hablar de los concursos y los reality-show que nos inundan cada día. Gracias y enhorabuena.
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