jueves, 5 de septiembre de 2024

JOSEFINA RODRÍGUEZ-SANJURJO Y LÓPEZ-SALGADO, nacida en Seattle USA. Vecina de 102 años. Hija del escritor modernista Primitivo Rodríguez-Sanjurjo

Josefina Rodríguez-Sanjurjo y López-Salgado (Seattle, USA, 1922- San Lorenzo de El Escorial, 2024)


     Julia Sáez-Angulo       

    Fotos: Carmen Valero

5/9/24 .- El Escorial.- La vida tiene ciertamente su envés. Ha fallecido mi vecina y amiga Josefina Rodríguez-Sanjurjo y López-Salgado (Seattle, USA, 1922- San Lorenzo de El Escorial, 2024), a la edad de 102 años. Era hija del escritor modernista Primitivo Rodríguez-Sanjurjo, quien tuvo relación literaria con Unamuno, Rubén Darío, Rafael Cansinos Assens, Margarita Xirgú, Roso de Luna, Otero Pedrayo, Vicente Huidobro y otros

    Josefina Sanjurjo, así la conocíamos, era una mujer culta, como lo fueron sus padres y sus tías Sara (pianista) y Lía (rapsoda), hermanas de su madre Raquel. Su abuelo el magistrado Francisco López-Salgado y su esposa tuvieron a bien poner a sus tres hijas, nombres notables del Antiguo Testamento, lo que llevó a Raquel -mamá de Josefina- a recibir cierta amonestación de sus amigas norteamericanas en Seattle, para que cambiara de nombre y no pareciera judía. A la propia Josefina la inscribieron y llamaban Josephine por la misma razón “integradora” en la sociedad Wasp (White, anglosaxon, protestant). Estamos hablando de los años 30 del siglo pasado en los Estados Unidos de América. Primitivo, papá de Josefina trabajó seis años como profesor, en la Universidad de Seattle.

    “Cuando mis amiguitas venían a casa a llamarme en Seattle, me llamaban desde abajo: ¡Josephine! Y yo les respondía: “I am coming”, anécdota que ella me repetía como hacen y haremos todas las personas mayores.

    El hecho de haber nacido en Seattle le complicaba un tanto pedir su partida de nacimiento, porque según respuesta oficial, estaban informatizados los Registros nacionales, pero no así los de fuera.

    Josefina Sanjurjo había trabajado como traductora de inglés en el Ministerio de Cultura, el mismo al que yo rendí mis servicios durante años.  Fue una gran viajera por todo el mundo. Ella era vecina mía en El Escorial y venía a casa con toda libertad, para sumarse y quedarse a ver la televisión en las tardes-noche de verano. Yo le servía un té, porque aseguraba que no le quitaba en sueño, algo comprobado, porque muchas de esas noches acabábamos las dos durmiendo en los sillones hasta casi la una, sin prestar atención a los programas.

    A la traductora, lo que de verdad le gustaba era leer y siempre se la veía con un periódico en la mano y con algunos libros adquiridos en los quioscos o librería, porque era aficionada a completar colecciones literarias que se vendían semanalmente. Ella hablaba o citaba al librero con frecuencia, porque era el vendedor al que acudía a diario, y era muy cordial con ella.

    Ella y yo hablábamos de literatura, en especial de la obra de su padre y de autores gallegos. Era una gallega consciente de sus raíces. Recordaba con gusto sus corridas en bici, siendo joven, por las calles de Lugo.

    Al final de sus días, Josefina tuvo que ingresar en una residencia de mayores, porque ya no podía valerse por ella misma. Había que deshacer su casa, prácticamente sepultada en libros. Le sugería que los donara a la Real Academia Gallega y así lo hizo. Vinieron gentilmente de la institución con el contrato de donación preparado y se despejó aquel lugar repleto de tomos ilustrados y muebles “académicos”. 

    Josefina, en su final, sufría de achaques e ingresos periódicos en el hospital. Como me escribe el poeta Manuel Muñoz Hidalgo: “Estamos en la recta final, sobre la cual dice Quevedo: Teme a la vejez, pues nunca viene sola. Agradezco a Dios la fuerza y entusiasmo para seguir con esta incómoda carga y cómo alimenta mi esperanza e inspira mis versos”

    Después de ingresar, Josefina vivió casi veinte años en la residencia escurialense, donde ha fallecido de madrugada a los 102 años. La abogada amiga, Carmen Valero, y yo la visitábamos con periodicidad. El sacerdote portugués de la parroquia, don Joao Carlos Peixoto le administraba el sacramento de la unción de enfermos en Pascua y Navidad. Descanse en paz, gentil Josefina.

Más información

https://dbe.rah.es/biografias/131415/primitivo-elio-rodriguez-sanjurj

https://lamiradaactual.blogspot.com/2024/09/obituario-josefina-roriguez-sanjurjo.html

 

Tumba familiar en el cementerio de Galapagar. Madrid

Tumba de Jacinto Benavente, Premio Nobel 1922, en el mismo cementerio de Galapagar