lunes, 8 de marzo de 2010

"Maestros de la Arquitectura del siglo XX" en la Fundación March

L.M.A.


El arquitecto y catedrático de Proyectos en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, Luis Fernández-Galiano imparte en la Fundación Juan March (www.march.es), a partir de mañana 9 de marzo y hasta el próximo jueves 18, un ciclo de cuatro conferencias titulado Maestros de la arquitectura del siglo XX. El martes 9 se ocupa de Frank Lloyd Wright; el jueves 11, de Mies van der Rohe; el martes 16, de Le Corbusier y el jueves 18, de Alvar Aalto.

Para Luis Fernández-Galiano, la arquitectura es un arte coral, pero se trenza alrededor de trayectorias individuales. El siglo XX vio surgir la arquitectura moderna como producto de los cambios técnicos, las transformaciones sociales y las mutaciones estéticas: el acero y el vidrio, el ascensor o el aire acondicionado modificaron la manera de construir lo mismo que el automóvil revolucionó el urbanismo; el protagonismo de lo colectivo en el mundo laboral y en la vida cotidiana hizo surgir nuevos tipos de edificios, y alteró la organización de usos y funciones en la casa; por último, las vanguardias artísticas hicieron girar sobre sus goznes la forma de concebir el espacio interior y el aspecto exterior de las obras arquitectónicas. Sin embargo, estas poderosas fuerzas materiales y culturales actuaron a través del talento creativo de arquitectos singulares, cuya obra fue configurada por su tiempo, y que a la vez contribuyó a modelar su propio clima intelectual y artístico. Las cuatro figuras elegidas aquí son las que los cánones historiográficos celebran como medulares, y aquéllas también consideradas prioritarias por los organismos internacionales encargados de la protección patrimonial.

Padres de la Arquitectura Moderna

Frank Lloyd Wright (1867-1959) inició su carrera en el Chicago donde nacieron los rascacielos, pero cambió el curso de la arquitectura con sus casas, que rompían los volúmenes convencionales para abrirse al paisaje, y culminó su prolongado periplo creativo con la espiral escultórica del Museo Guggenheim neoyorquino, y quizá la obra más icónica y popular de la modernidad.

Mies van der Rohe (1886-1969) introdujo desde su estudio en Berlín el rigor constructivo del acero o el vidrio, así como los espacios fluidos que exhibe el Pabellón de Barcelona, hasta que la tempestad totalitaria del nazismo le obligó a exiliarse en Estados Unidos, donde construyó con la exquisita elegancia de su ‘menos es más’ residencias transparentes como la casa Farnsworth, y rascacielos exactos que todavía hoy se siguen imitando.

Tras el cubismo de Picasso

Le Corbusier (1887-1965) vivió en París un fervor plástico que le llevó a combinar el cubismo de Picasso con las formas tecnológicas de los coches o los navíos para diseñar ‘máquinas de habitar’ como la Villa Saboya, utilizando a la vez el hormigón de sus construcciones y la retórica persuasiva de sus libros para publicitar una nueva arquitectura, que en la última etapa de su vida adquirió ecos arcaicos y monumentales en obras como la lírica capilla de Ronchamp o los edificios de Chandigarh, la ciudad nueva que trazó en la India.

Alvar Aalto (1898-1976), por último, se transformó en un símbolo de Finlandia y del diseño nórdico al transitar desde la modernidad blanca del Estilo Internacional –acuñado por la influyente Bauhaus germánica– hacia una arquitectura más orgánica, construida con materiales vernáculos y cálidos como el ladrillo o la madera, y suavemente integrada en la naturaleza con las curvas de Villa Mairea o de sus auditorios en forma de abanico.

Con la desaparición de estos cuatro grandes maestros se cerró la aventura de la arquitectura moderna para dar lugar a las revisiones posmodernas o deconstructivas, pero en sus cuatro itinerarios vitales y artísticos se enredan las hebras con las que está tejido el tapiz intelectual y formal del siglo XX. Estos arquitectos modernos, convertidos ya en clásicos, forman parte inseparable de nuestra historia y de nuestras vidas. El mundo en que vivimos fue pensado o soñado por ellos; y en ellos hay que buscar también el origen de algunas pesadillas. Fértiles y poliédricos, acudir a su encuentro equivale a buscar las fuentes de nuestro presente, de su promesa y de su riesgo.

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