Virgen de de la Rosa de Scipione Pulzone (Museo de Huesca)
Julia Sáez-Angulo
Ha
cumplido 80 años, pero sigue eficiente y firme en su profesión como
conservadora y restauradora de arte, así como en la docencia de su disciplina.
Rosario de Juan (Barcelona, 1932), Charo de Juan para colegas y alumnos, ejerce
su trabajo en Huesca y la provincia, donde reside. Una de sus hijas ha
“heredado” su profesión.
Por
las manos de Charo de Juan han pasado decenas de imágenes de la iconografía
cristiana: tallas, cuadros, credencias y toda clase de muebles, objetos,
textiles… Conoce la resistencia de todos los materiales como piedra, madera,
lienzos, cerámicas, sedas… “Cada uno de ellos tiene su tratamiento y hay que
saber cual es el adecuado para respetar su resistencia”, explica.
En sus
palabras de habla de colas animales y vegetales –siempre naturales--, cola de
conejo, betún de Judea, ceras naturales, pintura al agua, láminas de pan de oro…
“Es importante que la restauración sea siempre reversible para evitar aditivos
definitivos o perversos a la lectura original o histórica de la pieza”, indica Charo
de Juan, conocedora de las Cartas y tratados internacionales sobre la
restauración artística, recomendado por la Unesco.
Ella cuenta infinidad de anécdotas sobre su trabajo. Le
hace feliz restaurar un mueble decrépito pero noble que llega a su taller o un
cuadro de san José que su propietaria pensaba mandar a la basura ,porque sólo le
interesaba el marco. Es como si devolviera a la vida algo moribundo que merece
la pena rescatarse como testimonio de un pasado artístico o etnográfico.
Ha restaurado diversas tallas, artesonados y muebles
para el santuario de Nuestra Señora de los Ángeles en Torreciudad, donde ha
saludado a monseñor don Javier Echevarría,
prelado del Opus Dei. La restauradora elogia ciertas imágenes o puertas
mudéjares salvadas de la desidia o el desescombro.
“La restauración es un trabajo lento y laborioso que
exige tiempo y paciencia. Es algo vocacional”, explica Charo de Juan, una persona silenciosa y pausada, acorde con su tarea. “Es importante la labor docente y
documental sobre restauración, que se ejerce sobre alumnos o gente interesada,
porque de ahí se deriva el aprecio y la conservación por lo antiguo”. Ella sabe
que hay piezas que sin tener excesivo valor material tienen valor etnográfico
por su rareza o escasez.
Virgen del Niño peinadico
Charo de Juan ha llevado a cabo una indagación o
investigación del cuadro del siglo XVI “Virgen de la Rosa”, pintado por
Scipione Pulzone (il Gaetano). “El original se encuentra en el museo diocesano,
antes lo estaba en la catedral de Huesca, pero he encontrado hasta cinco copias”,
algo que indica la buena acogida de esta imagen a la que doña Dolores Albás,
madre del fundador del Opus Dei, llamaba
“la Virgen del Niño peinadico” por el cuidado bucle que el Infante luce en
medio de su cabello”, dato que su hijo recordaba con afecto.
Una de esas copias está en el pueblo oscense de
Alqueza y otra en Roma, explica la restauradora. La sacristía del santuario de Torreciudad
cuenta con otra copia reciente, donación de la pintora peruana Cecilia,
enmarcada en un soberbio marco barroco colonial.
Charo de Juan imparte sus clases en el centro
cultural y social de Entrearcos (Barbastro), de donde han salido alumnas
dotadas de talento para restaurar. Su taller de restauración se hace presente
en la feria de antigüedades de Barbastro, que tiene lugar el mes de noviembre,
a la que acuden profesionales franceses y catalanes, además de aragoneses, para
vender sus piezas a buen precio. “Hay un cierta cultura de la restauración
artística en Huesca que vale la pena mantener y potenciar”, dice.
La conservadora habla también del valioso patrimonio
artístico de Aragón o de la espléndida restauración de la catedral de Huesca,
digna de una prolongada visita. “Ha quedado muy luminosa”. Ciertamente lo está.
Sólo echa de menos la presencia iconográfica de un santo local, tan presente en
la zona, como es san Josemaría Escrivá. (En mi reciente visita a Oxford no
faltaban dos cuadros – a falta de uno—con la efigie del venerable cardenal
Newman en el Oratorio de san Felipe Neri, donde el oxoniense dejó su huella de
oración).
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