Maestros del paisaje nórdico en La Lonja de Zaragoza
LMA
El
Museo del Prado, la Obra Social “la Caixa” y el Ayuntamiento de Zaragoza
presentan en la capital aragonesa la exposición “Rubens, Brueghel, Lorena. El
paisaje nórdico en el Prado” formada por 43 pinturas de los más destacados maestros del género
que atesora el Museo. Se trata de la
segunda exposición de fondos del Museo del Prado que se celebra en Zaragoza.
Tras su exhibición en Valencia, la presentación en tierras
aragonesas de esta importante selección de paisajes es una nueva colaboración
entre el Prado y la Obra Social “la Caixa” a partir de
los fondos del museo. Ambas instituciones firmaron un acuerdo de colaboración
el pasado año por el que la entidad financiera se convirtió en Benefactor de la
pinacoteca.
19 de diciembre de 2012.- “Rubens, Brueghel,
Lorena. El paisaje nórdico en el Prado” (Zaragoza, 19 de diciembre de 2012-24
de febrero de 2013), coorganizada
por el Museo del Prado, la Obra Social “la Caixa” y el Ayuntamiento de
Zaragoza, es una exposición de gran importancia, tanto por la extraordinaria calidad
de las obras que la componen y la categoría de los maestros que las realizaron,
como por la aproximación que plantea a las diferentes tipologías del paisaje que
surgieron a lo largo del siglo XVII en Flandes y Holanda.
Se trata de la tercera exposición
coproducida entre el Museo del Prado y la Obra Social “la Caixa” –tras “Goya.
Luces y Sombras” celebrada en CaixaForum Barcelona y la primera sede de las
itinerancias de esta muestra en Valencia
clausurada el pasado 2 de diciembre-. Con “Rubens, Brueghel, Lorena. El paisaje
nórdico en el Prado”, el Museo del Prado regresa a Zaragoza para presentar una nueva muestra
itinerante compuesta íntegramente por sus fondos, después de la dedicada al
bodegón español en 2008.
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Durante
la Edad Moderna, los italianos llamaron “nórdicos” a los pintores de las
tierras que estaban más allá de los Alpes y fundamentalmente a los de los
Países Bajos. Allí, el contexto social y cultural hizo que, a lo largo del siglo
XVII, pintores y coleccionistas se apartaran en gran medida de los temas
heroicos propios de la pintura de historia en favor de asuntos cotidianos, pero
igualmente aptos para la pintura. Entre ellos estaba el paisaje, que pasó a
convertirse en un género pictórico independiente en el que el asunto
representado se relega a un segundo plano y se convierte en pretexto para
representar con fidelidad los elementos de la naturaleza.
Comisariada por Teresa
Posada Kubissa,
Conservadora de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte (hasta 1700), la muestra
está compuesta por 43 obras y entre
los pintores que integran esta exposición figuran los más destacados maestros
del género, con obras tan representativas como Paisaje alpino de Tobias Verhaecht, uno de los maestros de Rubens; La vida campesina, La Abundancia y los Cuatro Elementos y Boda campestre de Jan Brueghel el Viejo, además de La visión de san Huberto que pintó en
colaboración con Rubens o Mercado y
lavadero en Flandes en colaboración con Joos de Momper el Joven; Paisaje con gitanos y Tiro con arco de David Teniers o los
dramáticos Asedio de Aire-sur-a-Lys
de Peeter Snayers y Bosque de Simon
de Vlieger.
Las dos
tipologías más características del paisaje nórdico –el paisaje de invierno y el
paisaje de agua– están representadas con obras tan delicadas como El puerto de Ámsterdam en invierno de
Hendrick Jacobsz Dubbels o Paisaje con
patinadores de Joos de Momper el Joven; y por pinturas como Playa con pescadores de Adam Willaerts y
Embarcando en una playa de Bonaventura
Peeters, que unen el paisaje con la escena de género. Un puerto de mar y Paisaje
con desembarco de holandeses en tierras de Brasil de Jan Peeters aluden a
las lejanas tierras a las que las rutas comerciales llevaron a los holandeses.
Y, por último, está Rubens, el gran maestro flamenco, cuyos paisajes
constituyen la parte más íntima, más personal de su producción. De ellos se
expone el soberbio Atalanta y Meleagro
cazando el jabalí de Caledonia, una de las obras cumbres del paisaje
nórdico. La exposición concluye con algunos de los paisajes encargados por el
monarca español Felipe IV para decorar el palacio del Buen Retiro de Madrid a
Claudio de Lorena, Jan Both y Herman van Swanevelt, los jóvenes pintores
nórdicos que iniciaron en Roma el llamado “paisaje italianizante” que en
Holanda contó con numerosos seguidores. El más destacado fue Philips Wouwerman,
que se especializo en la representación de cacerías como Parada en la venta y Partida
de caza y pescadores que adelantan ya el gusto rococó.
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Catálogo
Como es habitual, la exposición contará
con su correspondiente catálogo, editado por el Museo del Prado y a cargo de su
comisaria Teresa Posada Kubissa, que se podrá adquirir en la Lonja al precio de
25 euros.
Secciones
de la exposición
Esta
exposición propone un breve recorrido, a través de nueve secciones, por las
distintas tipologías de paisaje que surgieron a lo largo del siglo XVII en
Flandes y Holanda:
1. La montaña: cruce de
caminos, cruce de viajeros
Una de las cuestiones más sugestivas de
la pintura nórdica es el éxito del paisaje de montañas entre pintores,
tratadistas y coleccionistas de unas tierras eminentemente llanas. En la
actualidad estos paisajes han sido interpretados como una temprana
manifestación del concepto estético de “lo sublime” que triunfaría en el siglo
XVIII o han sido relacionados con la disputa teológica en torno a la creación
de las montañas planteada por los Padres de la Iglesia y vigente hasta el siglo
XVII también entre los teólogos protestantes. Sin embargo, en torno a 1600
parece haber prevalecido una interpretación moralizante, derivada de la
tradición alegórica de la montaña como símbolo del arduo paso por la vida para
entrar en el Templo de la Virtud. Pero también es cierto que su éxito pudo ser
debido simplemente al mismo interés por lo raro, lo inusual que subyace a los
“gabinetes de maravillas” (Wunderkammer),
de moda en aquella época.
2. El bosque como
escenario: La vida en el bosque, El bosque bíblico y El bosque encantado
Desde la última década del siglo XVI,
Paul Bril (1553/54-1626), Gillis van Coninxloo (1544-1606) y Jan Brueghel el
Viejo enfrentan al espectador con el bosque, invitándole a explorarlo.
El bosque de los pintores nórdicos es un
lugar real, aunque idealizado, pintado para emocionarlo. Es el bosque que el
pintor conoce, que vive y que desea que el espectador también conozca y viva.
Por ello le obliga a adentrarse en su espesura para descubrir la vida que
acontece en él.
Además, este bosque naturalista es
también el escenario de dos narraciones bíblicas concretas, Adán y Eva en el
Jardín del Edén (Génesis 2) y la entrada de los animales en el Arca de Noé
(Génesis 7), o el escenario de asuntos mitológicos, un “bosque encantado”.
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3. Rubens
Rubens, reconocido por sus coetáneos
como el pintor más destacado de su época, fue también coleccionista, erudito,
humanista y, además, diplomático al servicio de los archiduques de los Países
Bajos, Alberto e Isabel Clara Eugenia, del rey Felipe IV y otros gobernantes de
la época. Pero, ante todo, fue un artista fiel a sus propias convicciones y a
su libertad creativa.
Aunque la fama le llegó como pintor de
historia, no dejó de lado el paisaje. Es más, fue el único género que cultivó
durante sus últimos años, y que guardara para sí más de la mitad de los cerca
de 30 que pintó y regalara el resto a sus amigos y patronos más allegados
parecen indicar que los consideraba la parcela más personal de su producción y
son, por tanto, la parte más entrañable de su obra.
Es muy difícil establecer
su cronología ya que no están fechados, no se han encontrado documentos de
encargo y Rubens apenas los menciona en su abundante correspondencia. Asimismo,
las referencias a estos paisajes en escritos contemporáneos son muy escasas
puesto que, a excepción de los pocos que mandó grabar a Boetius Bolswert
(1580-1633), apenas se conocieron hasta la muerte del pintor y la consiguiente
venta de su colección.
4. La vida en el campo
El 9 de abril de 1609 se firmaba la
Tregua de los Doce Años entre España y las Provincias Bajas del Norte, las
protestantes, que se constituyeron en una nación independiente y pasaron a ser
las Provincias Unidas. Mientras tanto, las Provincias Bajas del Sur, las
católicas, permanecieron bajo la soberanía española.
En las Provincias Bajas, los archiduques
Alberto e Isabel Clara Eugenia iniciaron una política de recuperación económica
y cultural encaminada a la consecución de un sueño: la reunificación final de
todas las provincias, católicas y protestantes, en una nación soberana y
tolerante. Por su parte, la burguesía mercantil transformó las siete Provincias
Unidas en una de las principales potencias europeas del siglo XVII.
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5. En el jardín de palacio
Un aspecto específico de la tradición
paisajística nórdica es la representación del jardín cortesano. En esa
tradición se inscriben las vistas de los tres palacios reales flamencos
–Coudenberg, Tervuren y Mariemont– y sus respectivos parques, encargadas por
los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia. Pero estas vistas tenían,
además, una finalidad propagandística. Por un lado, al hacerse representar
paseando por los jardines de esos palacios construidos y habitados durante un
tiempo por el emperador Carlos V y su hermana María de Hungría, los archiduques
reafirmaban sus derechos dinásticos como príncipes soberanos y como miembros de
la Casa de Austria, vinculando así su propia soberanía a la de sus ilustres
antecesores. De ese modo reafirmaban su legitimidad como gobernantes ante unos
súbditos que les habían recibido como unos príncipes extranjeros impuestos por
el rey Felipe II. Por otra parte, los archiduques encargaron las vistas para
enviarlas a distintas cortes europeas a modo de tarjeta de presentación como
príncipes soberanos de los Países Bajos.
Hoy tienen un interés añadido, ya que la
exacta reproducción de los edificios y de su entorno las convierte en
documentos fundamentales para el estudio de la evolución arquitectónica de las
construcciones. En el caso de Mariemont y de Tervuren son, además, las únicas
imágenes conocidas de esos palacios luego destruidos.
6. Paisaje de hielo y
nieve
Las vistas de canales helados con gentes
ocupadas en sus tareas o disfrutando de su tiempo libre son, sin duda, los
paisajes más específicamente nórdicos. Su origen se remonta a la miniatura que
ilustra el mes febrero en el libro Las
muy ricas horas del Duque de Berry (1411-16). Sin embargo, fue Pieter
Brueghel el Viejo (h.1525-1569) quien los popularizó y los pintores holandeses
quienes los consolidaron como un género independiente al desvincularlos de la
representación de los meses del año o de las escenas de Navidad. Desde el punto
de vista artístico, el invierno proporcionaba la ocasión de estudiar y reproducir
los especiales juegos de luces y reflejos sobre el hielo y la nieve y las
consiguientes tonalidades delicadas de azules y rosas; desde el punto de vista
iconográfico, era el pretexto para representar escenas de género sobre el
hielo. Por ello, estas vistas son un documento de primera mano para conocer el
transcurso de la vida diaria durante esos largos inviernos y ratifican lo
narrado por numerosos viajeros de la época sobre la capacidad de aquellas
gentes para disfrutar de su país aun en condiciones extremas, pero también son
imágenes de la dureza de los enfrentamientos militares durante el invierno. A
finales del siglo XVII el género había pasado de moda.
7. Paisaje de agua:
marinas, playas, puertos y ríos
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Al igual que el paisaje invernal, el
punto de partida son las miniaturas para los libros de horas y, en concreto,
las del llamado Horas de Turín-Milán
atribuidas a Jan van Eyck (1370/1400 -1441),
pero el interés en la representación naturalista del mar lo impondrán
Pieter Brueghel el Viejo y sus seguidores, si bien como escenografía para
determinados asuntos bíblicos o pasajes inspirados en las obras de Homero,
Virgilio y Ovidio aptos para ser interpretados desde la ética cristiana.
Al comenzar el siglo XVII,
el paisaje de agua –marinas (barcos en alta mar o en desembocaduras de ríos),
vistas de puertos, playas o entornos fluviales– estaba generalizado en los
Países Bajos y, a lo largo de ese siglo, los holandeses lo desarrollaron como
género pictórico independiente, liberándolo de todo contenido religioso o
alegórico.
8. Paisajes exóticos,
tierras lejanas
A lo largo del
siglo XVII, el interés de los pintores nórdicos por la pintura de paisaje tuvo
un ámbito de desarrollo muy peculiar como es la representación de las tierras
lejanas, a las que el fabuloso desarrollo comercial impulsado por Holanda llevó
a sus comerciantes, algo que no deja por menos de sorprender habida cuenta de
que, con la excepción de Frans Post (1612-1680) y Albert Eckhout
(1600/20-1663/67), que viajaron por Brasil; o Michiel Sweerts (1624-1664), que se
estableció en Goa, esos pintores apenas salieron de los Países Bajos y menos
aún se aventuraron hasta aquellos remotos lugares.
Desde muy pronto las narraciones de los
marineros despertaron interés por esas tierras y, en consecuencia, los paisajes
americanos, africanos y orientales se pusieron de moda en los Países Bajos.
Pero como los pintores no contaban con otra fuente que los más o menos
fidedignos libros de viajes, representaban paisajes imaginarios que, en el caso
de los paisajes americanos y africanos, convertían en exóticos al incluir
palmeras, edificaciones primitivas, animales fantásticos y figuras de indígenas
semidesnudos y adornados con plumas, todo ello tomado de los grabados que
ilustraban esos libros. En el caso de los paisajes orientales, esos elementos
eran sustituidos por ruinas clásicas y edificios conocidos a través de grabados
y personajes con turbante y ropajes exóticos.
9. … y en Italia pintan la
luz
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